Mi columna de esta semana en Expansión se titula “La siguiente revolución” (pdf), y trata de situar el momento actual en cuanto a las tecnologías de impresión 3D, fabricación personal, DIY y toda la tendencia que empezó a plasmar Neil Gershenfeld en 2008 con “Fab“ y ha retratado Chris Anderson con su “Makers“ el pasado año, al mismo nivel que lo que significó la llegada y popularización de internet. Cuanto más investigo este tema, más me parece que estamos ante un cambio que va a afectar absolutamente todo, redefinir todos los niveles de la economía y convertirse en una nueva Revolución Industrial. Sí, así de grande. Si sigues viendo en este tema a cuatro chalados imprimiendo tonterías en plan hobby… vuélvelo a mirar.
La siguiente revolución
Está pasando: estamos al borde del cambio más grande desde la aparición y popularización de internet. Si cree que internet lo cambió todo, prepárese para lo que viene, porque el cambio es mayor, mucho mayor: un cambio de dimensión.
El cambio al que nos referimos es la llamada fabricación personal. Si la red eliminó de manera drástica las barreras a la producción y diseminación de información y generó con ello un cambio en la historia de la humanidad comparable a la Revolución Industrial, la fabricación personal va a reducir también brutalmente las barreras de entrada al diseño y fabricación de objetos. Cosas materiales, hechas no con bits, sino con átomos.
Vivimos una confluencia de múltiples factores. Por un lado, herramientas de diseño sencillas, gratuitas, al alcance de cualquiera: el 123D de Autodesk se ha convertido casi en estándar, pero hay más. Por otro, un lenguaje, G-code, universalizado a niveles que van desde máquinas caseras hasta complejos robots industriales. Por otro, una nueva generación de aparatos, como impresoras y escáneres 3D, máquinas de control numérico, cortadoras láser y otras, accesibles y fáciles de manejar. Y finalmente, mecanismos de financiación como el crowdfunding, capaces de captar recursos económicos con eficiencia: investigue Kickstarter y verá de qué hablamos.
La distancia de un diseño en pantalla a un prototipo físico es ya de un clic. Escoger un proveedor con capacidad ociosa y fabricarlo solo requiere una tarjeta de crédito. Por primera vez, una persona con una idea no tiene que perder el tiempo patentándola y licenciando su patente a un fabricante: puede tomar control de todo el proceso él mismo, convertirse en emprendedor del principio al fin, y hasta financiarse.
En poco tiempo, vamos a ver un cambio con consecuencias incluso macroeconómicas. Si siente que en su momento “se perdió” internet y tuvo que reengancharse con retraso, prepárese para lo que viene ahora. Y no diga que no le avisamos.
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