30 junio 2013

Probando el concepto smartwatch

PebbleHace ya un par de semanas que recibí la Kickstarter edition del smartwatch Pebble, y la experiencia de uso está siendo, cuando menos, interesante.

El reloj llegó a casa, con bastantes semanas de retraso sobre la fecha anticipada (un problema habitual en proyectos de Kickstarter), en un embalaje de cartón enviado por correo convencional que contenía el reloj y un cable de carga, con un conector magnético que se adhiere al reloj y un USB en el otro extremo.

Tras descargar la aplicación desde el smartphone, el reloj se sincronizó sin ningún problema mediante Bluetooth: tras esa simple operación, y tras configurar un sencillo menú, empecé a recibir notificaciones en la muñeca mediante vibración y mensaje en la pantalla que me avisan de cada correo electrónico, mensaje instantáneo, SMS, evento de agenda o llamada. Teniendo en cuenta que mi teléfono pasa habitualmente mucho más tiempo en modo vibración (en clases, conferencias o reuniones – o cuando simplemente se me olvida así), el aviso es verdaderamente cómodo, ya que me permite ver detalles del evento sin necesidad de extraer el móvil del bolsillo – imagino que si eres mujer y llevas el teléfono habitualmente dentro de un bolso, será más cómodo aún.

El problema que le veo, curiosamente, no está relacionado con la tecnología, sino más bien con los usos y costumbres sociales. Estar en una reunión o con un amigo y notar que tu reloj vibra suele hace que le eches un ojo, y eso puede transmitir a la persona con la que estás una cierta sensación incómoda de “tiene prisa” o “está pendiente de la hora”, dado que el uso normal del reloj es sencillamente ver la hora. Ponerte a explicarle a la persona con la que estás reunido que en realidad no es que estés pendiente de la hora, sino que estás viendo las notificaciones que te llegan es algo como mínimo “aparatoso”, aunque si media cierta confianza termina siendo seguramente lo más práctico. Por otro lado, poder ver detalles sobre un correo que te entra cuando estás haciendo deporte o en otras situaciones en las que no resulta adecuado sacar el teléfono es algo verdaderamente cómodo.

Mención aparte para las llamadas watchfaces, los diseños de pantalla para ver la hora, que pueden intercambiarse con una sola pulsación. Por el momento no hay tantos, pero ya se puede escoger entre un clásico analógico, y varios digitales, incluyendo mi favorito, que detalla la hora en palabras, o el fuzzy time, que la especifica en modo “difuso”, aproximando a valores como los que habitualmente manejamos (“menos cuarto”, “y veinte”, etc.) Aparte del detalle, falta aún que muchas aplicaciones se decidan a programar su interfaz para Pebble, como es el caso de la que utilizo para monitorizar mis caminatas, Endomondo, que parece estar en ello. La gestión de la música desde el reloj parece también cómoda, aunque no la he probado porque en muy raras ocasiones escucho música desde el smartphone.

¿Es el Pebble un reloj a considerar? Sinceramente, lo veo más como un paso intermedio. Su acabado es excesivamente plástico, tiende a rayarse con cierta facilidad, y la pantalla de e-paper, aunque posibilita que te pases casi una semana sin cargarlo, tiene algunas irisaciones de color que le confieren una apariencia general de calidad escasa. Estilísticamente, aunque muy minimalista, es un tanto excesivo en su grosor y tamaño. Mi impresión es que el concepto e-watch está aquí para quedarse, que en no mucho tiempo se habrá convertido en un accesorio común, y que Pebble habrá sido en parte el responsable de ello. Para una startup, conseguir pre-vender nada menos que once millones de dólares en relojes de 150 euros y convertirse en el auténtico poster-child de una categoría en la que hay “sospechosos habituales” clásicos de toda la vida es toda una hazaña. De ahí a que consiga consolidarse cuando los grandes apuesten de verdad por esta categoría, va todo un trecho. Hay quien opina que el problema de los smartwatch actuales es que todos son muy malos y que a la categoría le falta todavía su “iPod o iPhone moment”, lo que nos dejaría esperando por algún competidor que apareciese con una propuesta verdaderamente seductora. En cierto sentido, mi impresión es similar: no es que Pebble sea malo, pero tampoco es en modo alguno “el smartwatch definitivo”. Algo que, seguramente, llegará dentro de poco.



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29 junio 2013

A dos días del fin de Reader

ReaderByeA dos días ya del anunciado cierre de Google Reader, vemos cómo una legión de competidores buscan ocupar el trono abandonado por una compañía que decidió poner a sus usuarios en el último lugar de sus prioridades: las mejores comparativas de servicios alternativos las he encontrado en Wired, TidBITS y Marketing Land (con una tabla comparativa aquí). Además de Feedly, que se apunta como el heredero más directo y exitoso tras cortar ya completamente su dependencia de Google (ya únicamente utiliza su sistema de login, pero ha migrado todo a su propia nube) y mostrar una capacidad impresionante para entender y dialogar con sus usuarios, tenemos el debut de Digg, la beta de AOL, un proyecto de Facebook, la integración de Pulse con LinkedIn, y otros candidatos ya conocidos y comentados como Newsblur, The Old Reader, Bloglines, FeedReader, NetNewsWire o NewsIsFree. Además, está el espacio de los que siguen la metáfora revista, con posibilidades como Flipboard, ZiteTaptu o Google Currents - si te fías de que Google no lo vaya a cerrar también el día menos pensado.

Pero las grandes preguntas siguen siendo las mismas: ¿qué lleva a Google a cerrar de manera tan absurda e inexplicable un espacio que, de hecho, genera tanto interés en tantos competidores? ¿Por qué mantuvo Google a Reader viviendo en precario durante tantos años para terminar simplemente desmontándolo, con el impacto que esto ha supuesto sobre su imagen de marca? ¿Por qué no intentó siquiera ninguna de las muchas posibles vías que habrían permitido convertir a Reader en un producto rentable? Recientemente tuve oportunidad de hablar del tema con personas de la compañía, y la respuesta fue de todo menos clara. Además de encontrarme con googlers que utilizaban Reader y no compartían la decisión del cierre (y mucho menos la forma en la que fue comunicada), surgieron temas como que el producto no cumplía con los estándares de seguridad que Google demandaba, y que adaptarlo habría supuesto un trabajo de rediseño casi total. Respuestas muy poco claras y mucho menos concluyentes, que no hacen más que seguir planteando el interrogante. Mientras otros se disputan ahora la atención de un segmento de usuarios que puede no ser enorme pero sí interesante por su composición, Google sencillamente echa el cierre y se va, tras etiquetarse a sí misma como una empresa en cuyos productos los usuarios no debemos confiar.

Contrariamente a lo que parecen pensar en Google, yo soy un absoluto convencido de que los lectores de feeds tienen un futuro brillantísimo. Tanto, que posiblemente estemos hablando de un futuro problema entre los prestadores de este tipo de servicio y los que los alimentan con sus noticias: el usuario de un lector de feeds consulta más fuentes, lleva a cabo una lectura mucho más eficiente, pasa la vista por muchos más titulares, pero indudablemente, permanece menos tiempo en las páginas de la publicación, lo que determina menores ingresos publicitarios. Quien usa un lector de feeds solo acude a las publicaciones si estas publican feeds incompletos y tiene interés en una noticia en concreto, si tiene un interés especial por verla en su maquetación original, o si quiere tener un papel más activo, por ejemplo, comentando. Eso podría predecir un futuro en el que algunas publicaciones adopten un papel más restrictivo con respecto a sus noticias, bien publicando feeds más restringidos o simplemente eliminándolos por completo, algo que puede haber evocado en Google el miedo a repetir otra batalla importante: lo sucedido en torno a Google News.

Si algo tengo claro es que la tendencia es a leer un número mayor de fuentes, y que ese comportamiento termina por conllevar la adopción de una herramienta que permita llevar a cabo esa tarea de una manera más ordenada y práctica. Para mí, que Google se retire de un escenario que podría haber contribuido muchísimo a popularizar productos tan centrales para la compañía como Google+, que ahora cumple sus dos años de existencia, es sencillamente inexplicable. Dentro de un tiempo, Google presentará algún tipo de lector de noticias siguiendo una estrategia similar a la adoptada por LinkedIn con Pulse, y veremos cómo, de manera seguramente tácita, asume lo que fue en su momento un ERROR.



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28 junio 2013

?Web social: la segunda etapa?, mi columna en Expansión

segundaetapa-expansionMi columna en Expansión de esta semana se titula “Web social: la segunda etapa” (pdf), y hace referencia al creciente desarrollo de herramientas para el uso corporativo de la información destilada de la web social, y cómo algunas compañías empiezan a ver que no tiene mucho sentido gestionar en modo “caso por caso” unas situaciones que cada vez más van a formar parte de la dinámica habitual de los negocios.

Así, vemos cómo la escucha activa se vuelve una necesidad, la gestión de la relación con el cliente pasa a tener en cuenta factores de actitud expresados a través de las redes y a integrarse con los sistemas transaccionales corporativos a todos los niveles, cómo la analítica se utiliza para obtener parámetros sobre los que se pueda actuar, y todo ello se hace, por lógica, necesidad y sostenibilidad, con el adecuado respeto y nivel de permiso. Una etapa diferente, que puede llegar a proporcionar a muchos verdaderas ventajas competitivas. Pero para muchas empresas, todavía pura ciencia-ficción…

A continuación, el texto completo de la columna:

 

Web social: la segunda etapa

La web social entra en su segunda etapa. En la primera, además de una meteórica adopción de los usuarios, vimos cómo algunas empresas comenzaban, tímidamente al principio, a establecer cierto nivel de presencia.

La web social representaba un cambio en el modelo de interacción, y ello conllevaba una adaptación. La casuística, en la que predominaban empresas que veían su reputación comprometida por respuestas colectivas, resultaba preocupante, y obligaba al desarrollo de sistemas de monitorización y dinámicas de gestión de crisis. Progresivamente, vimos cómo herramientas como Facebook o Twitter iban tomando cada vez más un papel de servicio al cliente antes reservado a medios como el teléfono.

La segunda fase del desarrollo de la web social supone pasar de sistemas de respuesta basados en la incidencia y casuística, a sistemas normalizados que permitan la integración de las dinámicas sociales en la operativa empresarial. Cada vez más proveedores de sistemas de información comienzan a hablar de "la empresa social", de procedimientos y herramientas para poder ya no solo escuchar lo que el cliente dice de nosotros o de nuestros productos, sino también recogerlo – siempre que contemos con los permisos adecuados – e integrarlo en nuestros sistemas transaccionales: ERPs y CRMs.

Dedicarse a especular sobre el cliente con la limitada información que teníamos, cuando ese mismo cliente estaba, en muchas ocasiones, proporcionándonos información públicamente en la web social era algo que no tenía demasiado sentido. El futuro está basado en herramientas de escucha sofisticadas con capacidades semánticas, y en establecer un nivel de permiso y una relación con el cliente que le lleve a entender que no le estamos espiando o intentando engañarle, sino interesándonos por la construcción de una relación sostenible.

No será fácil. Y no solo hablamos de tecnología. En esta segunda etapa, hablaremos fundamentalmente de actitud.



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Customer experience: la empresa en su laberinto

Customer experience: la empresa en su laberinto - Advanced Series (IE Foundation)Un pequeño artículo escrito dentro de las advanced series de la IE Foundation, patrocinado por Oracle, y titulado “Customer experience: la empresa en su laberinto” (pdf, 2MB). Se corresponde con una presentación que hice en un evento que tuvimos el pasado día 5 de junio en IE Business School.

En el artículo intento resumir los cambios del entorno empresarial, el desarrollo del actual ecosistema conversacional, y cómo deben afectar a los elementos fundamentales en la conceptualización de una estrategia de web social orientada a la experiencia del cliente.

La experiencia de cliente supone el cambio más radical e importante al que las empresas se enfrentan actualmente: los problemas que surgen en la mayoría de las compañías provienen precisamente de ahí:  de no ser capaces de darse cuenta de que un entorno completamente bidireccional determina necesariamente un cambio en la forma de entender las relaciones con el cliente. La inmensa mayoría de las estrategias que vivimos en las compañías antes de la popularización de la web social consistían en modelos que, trasladados a un entorno bidireccional, no eran en absoluto sostenibles. Los elementos que se citan actualmente, tales como la conversación o la transparencia, no son meros caprichos o modas, sino necesidades imperiosas de adaptación a un entorno radicalmente diferente, algo que muchos no ven: mientras las empresas sigan pensando en la web social como en algo superficial, un simple cambio cosmético que se subcontrata y ya está, no estarán preparadas para empezar a desarrollar habilidades en ese nuevo entorno.



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27 junio 2013

Potluck, otra creación de Obvious Corp.

Potluck.itPotluck es una nueva creación de la factoría Obvious Corp., la empresa creada originalmente para lanzar Twitter y que ahora dos de sus fundadores, Evan Williams y Biz Stone, utilizan para incubar iniciativas como Medium o Branch, de las que ya hemos hablado anteriormente.

Con dominio basado en Italia para aprovechar el pronombre  “it”, y nombre que hace referencia a las comidas comunales en las que cada uno de los invitados trae un plato para compartir, la idea es precisamente eso: que escojas enlaces que te apetezca compartir, y te los lleves a un sitio en el que compartirlos y comentarlos tranquilamente con tus amigos. Simplemente abrir una cuenta, ver en Twitter, Facebook o tu correo quiénes están ya en Potluck, e invitarlos a discutir enlaces contigo, sin más misterio. Puedes ver opiniones en TechCrunch, The Verge o Mashable entre otros muchos sitios, que la definen como “un servicio para lurkers que no twittean ni bloguean”, como una “red social libre de estrés” (porque se centra en compartir simplemente copiando y pegando, pero no no busca una competencia por ver cuántos likes, +1 o métricas similares llegas a tener), “un sitio para hablar con amigos o con amigos de tus amigos”. Las páginas en Potluck son públicas, pero no tienen un dominio especialmente intuitivo o fácil de encontrar, de manera que las discusiones tienen un cierto punto “íntimo”, están aquellos que te siguen o que tú mismo invitas.

En cierto sentido, es algo parecido a lo que algunos llevamos tiempo intentando construir con herramientas como Pinterest o Flipboard: un sitio donde dejar aquellas cosas que te han parecido interesantes y sobre las que comentarías encantado, que añadirlas a un sitio no te cuesta más que darle a un botón (Potluck viene con su propio bookmarklet, o botoncito para el navegador), y que aspira a generar una conversación activa, algo que no suele suceder con otras herramientas. Pero sobre todo, viene de esa “factoría de ideas” simples pero brillantes llamada Obvious que parece funcionar al modo de la mítica “fábrica de chocolate” del cuento. Por supuesto, es aún muy pronto para saber si Potluck  funcionará como producto o no, pero por ahí estaremos probándolo



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26 junio 2013

Sobre la transformación del sector financiero

transformacionfinanciero-lanternJaime Martín, de Lantern, me entrevistó para documentar una publicación sobre innovación y transformación en el sector financiero, que ayer fue publicada en su página web con el título “Sector financiero: 9 preguntas para su transformación” y en la que cita algunos de mis comentarios e impresiones (la descarga requiere registro).

Me centré fundamentalmente en algunos de los comentarios que ya he hecho anteriormente: que el problema del sector financiero español en general es seguir viviendo de un pasado en el que fueron innovadores, pero que hoy en día, salvo escasas excepciones, toda la innovación se centra en lo más puramente operativo, no tiene realmente nada que ofrecer mínimamente novedoso al cliente, y las nuevas propuestas únicamente están en los discursos de algunos presidentes… pero en la gestión, ni se las ve, ni se las espera.

Una industria que necesita imperiosamente entender el nuevo concepto del cliente, la idea de una sociedad bidireccional con parámetros de interacción radicalmente diferentes, el perjuicio enorme que supone vivir anclados en muchos casos en sistemas de información que no han evolucionado sustancialmente en los últimos treinta años, con departamentos de sistemas y tecnologías aquejados del “efecto Mar Muerto“, y que vive aún de una época de vacas gordas en la que, sencillamente, no necesitó innovar para sostener las cifras de negocio. Ahora, las cosas son diferentes, el mercado ha cambiado, y ya no se compite en eficiencia operativa, sino en atractivo y propuesta de valor para un cliente al que ya no se puede despreciar, ignorar ni maltratar. Mientras el mundo cambia, la mayoría de la banca española sigue detrás de su ventanilla, esperando a que el cliente haga cola y retire el papelito del turn-o-matic como en la pescadería…



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