31 marzo 2012

Probando la publicidad en el feed RSS

En los próximos días voy a empezar a probar un sistema de publicidad en el feed RSS, de manera que es posible que aquellos que utilicéis lectores de feed para acceder al contenido del blog veáis anuncios al final de cada entrada. Lo he configurado con los mismos criterios que el resto de la publicidad en el blog: solo banners, formatos no intrusivos y, por supuesto, no intersticiales.

El feed RSS de esta página tiene alrededor de los cincuenta mil suscriptores, de los cuales interactúan activamente en torno a unos diez mil al día, la inmensa mayoría a través de Google Reader. El CPM que me ofrece este tipo de publicidad está al nivel del que exijo para los banners en el blog, de manera que he considerado razonable probarlo. Por supuesto, me interesa muchísimo la opinión de aquellos que os encontréis con esta publicidad en vuestra lectura diaria, particularmente durante estos primeros días: molestias, problemas al acceder al feed a través de diferentes sistemas, opinión, etc. Obviamente, si habéis elegido la opción de tener instalado algún tipo de bloqueo, como AdBlock o similares, no veréis ni rastro de ella.

Con la publicidad en el blog llevo ya bastante tiempo, concretamente desde mediados de 2007, siempre a través de SocialMedia, S.L.. El hecho de mantener un estándar rígido en cuanto a formatos, temáticas, anunciantes y nivel de CPM hace que en algunas temporadas, como por ejemplo ahora mismo, no tenga ninguna campaña activa, pero es algo intencionado, que prefiero así. La publicidad no ha sido nunca en modo alguno la razón de ser de esta página, sino simplemente un complemento que prefiero mantener en niveles razonables. No admito nada que se salga de su cuadradito: ni desplegables, ni intersticiales, ni megabanners, ni animaciones excesivas, ni por supuesto sonido o vídeo preactivados. Superviso personalmente todas las campañas, y rechazo habitualmente algunas por considerarlas molestas o poco adecuadas a los intereses de mis lectores. Por el momento, nadie me ha comentado que la publicidad en el blog le resulte molesta, y creo que en gran medida se debe a no haber intentado nunca maximizar el rendimiento que obtengo de la misma. Por otro lado, el hecho de que bastantes de mis anunciantes repitan indica, supongo, que el resultado a nivel de branding y de clickthrough resulta razonablemente bueno.

En cualquier caso, como siempre, canal abierto para que me deis vuestra impresión.

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30 marzo 2012

Mi columna en Expansión de esta semana: ¿es un monopolio Promusicae?

Mi columna en Expansión de esta semana se titula “¿Es un monopolio Promusicae?” (pdf), y pretende ser un razonamiento de por qué sostengo la opinión de que podría ser así, en base a qué elementos sustenté – y sustento – dicha opinión, y lo extraño y peregrino que resulta que Promusicae pretenda que el hecho de simplemente discutir sobre la situación de un mercado – sin insultos, palabras altisonantes ni descalificaciones de ningún tipo – sea algo que pueda resultar de alguna manera “ofensivo para su honor”.

He descrito en múltiples ocasiones y analizado en mis clases como parte de mi actividad docente la posibilidad de que empresas como Telefonica, Microsoft, Google, Apple, Oracle y otras operasen en régimen de monopolio: en algunos casos mi postura era favorable a tal afirmación, en otros era contraria, pero jamás ninguna de esas empresas afirmó sentirse “ofendida en su honor” por tal discusión. La definición del diccionario de la Real Academia Española de la Lengua de la palabra “monopolio” no parece contener referencia alguna a ningún tipo de uso insultante, y todos los especialistas que he consultado afirman que el término “monopolio” define una situación de mercado, nunca un insulto o un calificativo que pueda atentar contra el honor.

A continuación, el texto completo de la columna:

 

¿Es un monopolio Promusicae?

Promusicae, lobby de las empresas discográficas, me ha demandado por opinar en mi blog personal que su actividad infringía las leyes antimonopolio, y que en la práctica influía en las radios comerciales para impedir el acceso a quienes no pertenecen a su asociación.

Mi opinión proviene de denuncias de discográficas independientes que afirmaban haber sido incapaces de posicionar sus obras en radios comerciales, según ellas por no estar incluidas dentro de RitmoNet. RitmoNet es una herramienta de Promusicae para sustituir el envío de copias físicas que, según las denuncias que recibí, podría estar siendo utilizada para cerrar el acceso a quienes no están integrados en Promusicae. Asociación en la que, además, me cuentan que no se puede ingresar si no se cumplen unos requisitos de facturación y referencias editadas. La alternativa, de nuevo según mis fuentes, es ceder los derechos a un socio de Promusicae.

¿Qué les parece? Por supuesto, mis fuentes y los expertos en derecho de la competencia que consulté podrían estar equivocados. Es posible. Lo que no entiendo es que, según Promusicae, la posibilidad de que su actividad sea ejercida en régimen de monopolio sea algo que no se pueda discutir sin ser demandado por "ofender a su honor". Más cuando Promusicae tiene boca (que ha utilizado muchas veces para ofender el honor de quienes usamos la red) y ha discutido civilizadamente conmigo en varias ocasiones. ¿Por qué recurrir a los tribunales si puedes simplemente aclarar un posible malentendido? ¿Será para intimidarme? ¿Para evitar que hable de ellos?

Debido a la denuncia, el tema ha sido comentado en múltiples páginas españolas y extranjeras incluyendo algunos de los blogs más leídos del mundo, y ha resonado muchísimo en Twitter. Miles de personas que parecen opinar mayoritariamente que las relaciones de Promusicae con las radios y sus listas de éxitos podrían razonablemente oler, sonar y parecer un monopolio.

¿El desenlace? En manos de un juez. Seguiremos informando.

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Mi columna en Expansión de esta semana: ¿es un monopolio Promusicae?

Mi columna en Expansión de esta semana se titula “¿Es un monopolio Promusicae?” (pdf), y pretende ser un razonamiento de por qué sostengo la opinión de que podría ser así, en base a qué elementos sustenté – y sustento – dicha opinión, y lo extraño y peregrino que resulta que Promusicae pretenda que el hecho de simplemente discutir sobre la situación de un mercado – sin insultos, palabras altisonantes ni descalificaciones de ningún tipo – sea algo que pueda resultar de alguna manera “ofensivo para su honor”.

He descrito en múltiples ocasiones y analizado en mis clases como parte de mi actividad docente la posibilidad de que empresas como Telefonica, Microsoft, Google, Apple, Oracle y otras operasen en régimen de monopolio: en algunos casos mi postura era favorable a tal afirmación, en otros era contraria, pero jamás ninguna de esas empresas afirmó sentirse “ofendida en su honor” por tal discusión. La definición del diccionario de la Real Academia Española de la Lengua de la palabra “monopolio” no parece contener referencia alguna a ningún tipo de uso insultante, y todos los especialistas que he consultado afirman que el término “monopolio” define una situación de mercado, nunca un insulto o un calificativo que pueda atentar contra el honor.

A continuación, el texto completo de la columna:

 

¿Es un monopolio Promusicae?

Promusicae, lobby de las empresas discográficas, me ha demandado por opinar en mi blog personal que su actividad infringía las leyes antimonopolio, y que en la práctica influía en las radios comerciales para impedir el acceso a quienes no pertenecen a su asociación.

Mi opinión proviene de denuncias de discográficas independientes que afirmaban haber sido incapaces de posicionar sus obras en radios comerciales, según ellas por no estar incluidas dentro de RitmoNet. RitmoNet es una herramienta de Promusicae para sustituir el envío de copias físicas que, según las denuncias que recibí, podría estar siendo utilizada para cerrar el acceso a quienes no están integrados en Promusicae. Asociación en la que, además, me cuentan que no se puede ingresar si no se cumplen unos requisitos de facturación y referencias editadas. La alternativa, de nuevo según mis fuentes, es ceder los derechos a un socio de Promusicae.

¿Qué les parece? Por supuesto, mis fuentes y los expertos en derecho de la competencia que consulté podrían estar equivocados. Es posible. Lo que no entiendo es que, según Promusicae, la posibilidad de que su actividad sea ejercida en régimen de monopolio sea algo que no se pueda discutir sin ser demandado por "ofender a su honor". Más cuando Promusicae tiene boca (que ha utilizado muchas veces para ofender el honor de quienes usamos la red) y ha discutido civilizadamente conmigo en varias ocasiones. ¿Por qué recurrir a los tribunales si puedes simplemente aclarar un posible malentendido? ¿Será para intimidarme? ¿Para evitar que hable de ellos?

Debido a la denuncia, el tema ha sido comentado en múltiples páginas españolas y extranjeras incluyendo algunos de los blogs más leídos del mundo, y ha resonado muchísimo en Twitter. Miles de personas que parecen opinar mayoritariamente que las relaciones de Promusicae con las radios y sus listas de éxitos podrían razonablemente oler, sonar y parecer un monopolio.

¿El desenlace? En manos de un juez. Seguiremos informando.

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29 marzo 2012

Pay with Square: desaprendiendo a pagar

 

Esto es llevar la simplicidad y la reinvención hasta el límite: entra en un local, consume o compra algo, y al salir, simplemente dile al encargado que lo ponga en tu cuenta. Y te vas. No, no se trata de que antes hubieses abierto una línea de crédito en el local. La magia, en realidad, se opera a través de una aplicación, Pay with Square: la abres para ver qué sitios cerca de donde estás aceptan el medio de pago, activas tu cuenta en un sitio concreto, y cuando sales y dices que quieres pagar, la persona de la tienda simplemente comprueba tu cara con la ficha que se la ha abierto en su aplicación del iPad. Si quieres llevarlo al límite, puedes activar la autoapertura de cuenta para aquellos locales a los que vayas a menudo mediante geofencing, de manera que simplemente eres detectado cuando estás próximo, se activa tu cuenta, y el pago se produce cuando tú lo dices.

Es la transición de una empresa, Square, que se había caracterizado por proveer un pequeño dispositivo que se conectaba a la salida de audio del iPhone a aquellos que querían aceptar pagos mediante tarjeta de crédito (hablamos de ellos allá por 2009 y después en mayo del año pasado), hacia el mercado masivo, el de las personas que no necesitan aceptar pagos, sino pagar. Aceptar pagos es algo que solo hacen las personas que venden productos o servicios, pagar lo hacemos todos. Y a la hora de plantearse esa extensión vital para definir la naturaleza de la empresa, lo que se han planteado es reinventar la forma en la que pagamos: ni sacar la cartera, ni pasar la tarjeta, ni acercar el teléfono a un terminal para activar el NFC… nada. Simplemente, utilizar las capacidades del terminal para poner de acuerdo a los dos integrantes en el proceso, emisor y receptor del pago, con una clave que es ni más ni menos que tu cara. Es tan extremadamente simple, que necesitarás leer otras páginas para creerlo. A mí me han gustado especialmente las reseñas de GigaOM y de ReadWriteWeb.

¿Problema? Es tan extremadamente fácil, que dicen que a los usuarios se les queda cara de haba, en plan… “vale, ¿y ahora qué?”. Durante toda nuestra vida adulta y parte de la infantil cuando nos mandaban a comprar chuches hemos visto que comprar algo consistía en llegar ante una persona, mostrarle lo que habías consumido o lo que te llevabas, y “hacer algo”: darle dinero, una tarjeta, firmar, meter una clave… “algo”. De repente, un medio de pago nos ofrece simplemente llegar, decir nuestro nombre, que la persona al otro lado del mostrador nos mire a la cara, confirme, y salir por la puerta sin más. Sencillamente impactante. ¿Puede realmente ser así de sencillo?

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Pay with Square: desaprendiendo a pagar

 

Esto es llevar la simplicidad y la reinvención hasta el límite: entra en un local, consume o compra algo, y al salir, simplemente dile al encargado que lo ponga en tu cuenta. Y te vas. No, no se trata de que antes hubieses abierto una línea de crédito en el local. La magia, en realidad, se opera a través de una aplicación, Pay with Square: la abres para ver qué sitios cerca de donde estás aceptan el medio de pago, activas tu cuenta en un sitio concreto, y cuando sales y dices que quieres pagar, la persona de la tienda simplemente comprueba tu cara con la ficha que se la ha abierto en su aplicación del iPad. Si quieres llevarlo al límite, puedes activar la autoapertura de cuenta para aquellos locales a los que vayas a menudo mediante geofencing, de manera que simplemente eres detectado cuando estás próximo, se activa tu cuenta, y el pago se produce cuando tú lo dices.

Es la transición de una empresa, Square, que se había caracterizado por proveer un pequeño dispositivo que se conectaba a la salida de audio del iPhone a aquellos que querían aceptar pagos mediante tarjeta de crédito (hablamos de ellos allá por 2009 y después en mayo del año pasado), hacia el mercado masivo, el de las personas que no necesitan aceptar pagos, sino pagar. Aceptar pagos es algo que solo hacen las personas que venden productos o servicios, pagar lo hacemos todos. Y a la hora de plantearse esa extensión vital para definir la naturaleza de la empresa, lo que se han planteado es reinventar la forma en la que pagamos: ni sacar la cartera, ni pasar la tarjeta, ni acercar el teléfono a un terminal para activar el NFC… nada. Simplemente, utilizar las capacidades del terminal para poner de acuerdo a los dos integrantes en el proceso, emisor y receptor del pago, con una clave que es ni más ni menos que tu cara. Es tan extremadamente simple, que necesitarás leer otras páginas para creerlo. A mí me han gustado especialmente las reseñas de GigaOM y de ReadWriteWeb.

¿Problema? Es tan extremadamente fácil, que dicen que a los usuarios se les queda cara de haba, en plan… “vale, ¿y ahora qué?”. Durante toda nuestra vida adulta y parte de la infantil cuando nos mandaban a comprar chuches hemos visto que comprar algo consistía en llegar ante una persona, mostrarle lo que habías consumido o lo que te llevabas, y “hacer algo”: darle dinero, una tarjeta, firmar, meter una clave… “algo”. De repente, un medio de pago nos ofrece simplemente llegar, decir nuestro nombre, que la persona al otro lado del mostrador nos mire a la cara, confirme, y salir por la puerta sin más. Sencillamente impactante. ¿Puede realmente ser así de sencillo?

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Entrevista en Deia

Beatriz Sotillo, de Deia, me entrevistó aprovechando que estaba en Bilbao para participar en Gaztepolis, hablando de la brecha digital, la exclusión, la evolución de la sociedad y la participación ciudadana. La ha publicado hoy bajo el título “La brecha digital la forma gente que no cree que la tecnología sea importante” (ver en pdf).

En breve, publicaré el enlace al vídeo de la conferencia, que titulé como “Red, política y futuro: apuntes para una evolución compleja”.

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Entrevista en Deia

Beatriz Sotillo, de Deia, me entrevistó aprovechando que estaba en Bilbao para participar en Gaztepolis, hablando de la brecha digital, la exclusión, la evolución de la sociedad y la participación ciudadana. La ha publicado hoy bajo el título “La brecha digital la forma gente que no cree que la tecnología sea importante” (ver en pdf).

En breve, publicaré el enlace al vídeo de la conferencia, que titulé como “Red, política y futuro: apuntes para una evolución compleja”.

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28 marzo 2012

Promusicae y SLAPP

De las cosas buenas que tiene la importante repercusión internacional que está teniendo la demanda que Promusicae me ha planteado por supuestamente ofender su derecho al honor (ver en Falkvinge, Techdirt, TorrentFreak o Boing Boing), aparte de crear un auténtico “efecto Streisand” de libro, es la difusión de una figura muy interesante en derecho, el llamado SLAPP, Strategic Lawsuit Against Public Participation, o “pleito estratégico contra la participación pública”, al que hacen referencia varios de los comentarios. Algunos lo denominan “Spurious Litigation Against Public Participation“, y parecería (es mi opinión y nada más que mi opinión, y expresada en condicional – cosa que tengo que decir para evitar que me demanden de nuevo) que encaja como un guante en el caso que estamos comentando.

En mi condición de lego en la materia jurídica desconocía la figura, pero su definición en la Wikipedia en español es la siguiente:

Un pleito estratégico contra la participación pública es un pleito cuya intención es la intimidación y silenciamiento de los críticos ante el costo de una defensa legal hasta que abandonen su oposición o crítica. Ganar la demanda no es necesariamente la intención de la persona que presenta dicho pleito. Las metas del demandante se realizan si la parte demandada sucumbe al miedo, la intimidación, el total de los costes legales o simplemente se agota y abandona la crítica. Estos pleitos también pueden intimidar a otros de participar en el debate.

Interesante, ¿no? Hay que ver las cosas que uno aprende cuando es demandado…

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Promusicae y SLAPP

De las cosas buenas que tiene la importante repercusión internacional que está teniendo la demanda que Promusicae me ha planteado por supuestamente ofender su derecho al honor (ver en Falkvinge, Techdirt, TorrentFreak o Boing Boing), aparte de crear un auténtico “efecto Streisand” de libro, es la difusión de una figura muy interesante en derecho, el llamado SLAPP, Strategic Lawsuit Against Public Participation, o “pleito estratégico contra la participación pública”, al que hacen referencia varios de los comentarios. Algunos lo denominan “Spurious Litigation Against Public Participation“, y parecería (es mi opinión y nada más que mi opinión, y expresada en condicional – cosa que tengo que decir para evitar que me demanden de nuevo) que encaja como un guante en el caso que estamos comentando.

En mi condición de lego en la materia jurídica desconocía la figura, pero su definición en la Wikipedia en español es la siguiente:

Un pleito estratégico contra la participación pública es un pleito cuya intención es la intimidación y silenciamiento de los críticos ante el costo de una defensa legal hasta que abandonen su oposición o crítica. Ganar la demanda no es necesariamente la intención de la persona que presenta dicho pleito. Las metas del demandante se realizan si la parte demandada sucumbe al miedo, la intimidación, el total de los costes legales o simplemente se agota y abandona la crítica. Estos pleitos también pueden intimidar a otros de participar en el debate.

Interesante, ¿no? Hay que ver las cosas que uno aprende cuando es demandado…

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27 marzo 2012

Entrevista en Radiocable hablando sobre Promusicae y su demanda

Pilar de la Peña, de Radiocable, me llamó para hablar acerca de la demanda de Promusicae, y lo acaba de publicar con el título “Enrique Dans: ‘con la demanda, buscan que me encuentre incómodo hablando de Promusicae’“.

Una frase:

… coartar la libertad de expresión de una persona o la libertad de cátedra de un profesor, o la libertad de información, porque yo no he actuado irresponsablemente soltando lo primero que se me venía a la cabeza. He recibido denuncias de pequeñas discográficas que se sienten perjudicadas por ese sistema, las he investigado para ver si tenían base, he consultado con expertos en derecho de la competencia, me he documentado… y creo que el derecho a la información me asiste también en este caso.”

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Entrevista en Radiocable hablando sobre Promusicae y su demanda

Pilar de la Peña, de Radiocable, me llamó para hablar acerca de la demanda de Promusicae, y lo acaba de publicar con el título “Enrique Dans: ‘con la demanda, buscan que me encuentre incómodo hablando de Promusicae’“.

Una frase:

… coartar la libertad de expresión de una persona o la libertad de cátedra de un profesor, o la libertad de información, porque yo no he actuado irresponsablemente soltando lo primero que se me venía a la cabeza. He recibido denuncias de pequeñas discográficas que se sienten perjudicadas por ese sistema, las he investigado para ver si tenían base, he consultado con expertos en derecho de la competencia, me he documentado… y creo que el derecho a la información me asiste también en este caso.”

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Podcast sobre telefonía móvil en Bemoob

Fernando Álvarez del Vayo me contactó desde Bemoob para pedirme que participase en un podcast sobre el panorama actual de la telefonía móvil y sus diferentes actores, que hicimos a través de Skype y que publicaron ayer.

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Podcast sobre telefonía móvil en Bemoob

Fernando Álvarez del Vayo me contactó desde Bemoob para pedirme que participase en un podcast sobre el panorama actual de la telefonía móvil y sus diferentes actores, que hicimos a través de Skype y que publicaron ayer.

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26 marzo 2012

Promusicae me denuncia por infracción a su honor

Hace un par de semanas, recibí un telegrama en mi despacho de IE Business School que me emplazaba a personarme en un juzgado para recoger una notificación, que resultó ser nada menos que una demanda por infracción al honor de Promusicae en la que me piden veinte mil euros (o cincuenta mil, en la manera en que está redactada la demanda, es difícil saberlo). La demanda ha sido contestada hoy, tema bastante desagradable que me ha tenido, como os imaginaréis, muy ocupado estas últimas semanas.

El motivo, según el texto de la demanda, es esta entrada, “Siete motivos por los que el caso SGAE es mucho más que la propia SGAE“, publicada el pasado día cinco de julio de 2011 con motivo de la intervención judicial de la SGAE, y concretamente el punto sexto de la misma, en el que opinaba que Promusicae vulneraba las leyes antimonopolio con su sistema RitmoNet. En mi opinión, expuesta como tal en la entrada, RitmoNet es un sistema que no solo restringe la competencia entre las discográficas asociadas a Promusicae, sino que, además, dificulta el acceso a las radios comerciales de las discográficas no asociadas a Promusicae. Para cimentar mi opinión, expresada en todo momento como tal en una página que, además, lleva como subtítulo “Investigación y opinión sobre los sistemas y tecnologías de la información”, consulté con expertos en derecho de la competencia, y recibí información directa del propietario de una pequeña discográfica que me contaba su caso, caso que expuse en esta entrada de febrero de 2011, “Lo que la ley Sinde esconde“.

En resumen: lo que expuse en esa entrada era mi opinión, protegida como tal por la libertad de expresión y, dado que me documenté adecuada y profesionalmente, por la libertad de información. Opinión que mantengo y que, por supuesto, puede ser discutible, pero que incluso si no estuviera adecuadamente fundamentada y fuese errónea, no se me ocurre de qué manera puede resultar atentatoria contra el honor de una sociedad como Promusicae. A ver: el honor de las sociedades mercantiles existe, de acuerdo, pero ni es exactamente lo mismo que el de las personas, ni me parece que se amenace en modo alguno dicho honor por el hecho de acusar a alguien de ejercer un monopolio. Ser un monopolio, hasta donde yo sé, no constituye un insulto ni un deshonor, aunque lógicamente las leyes de defensa de la competencia nos protejan de sus posibles abusos. La interacción entre el derecho al honor y la libertad de expresión o la de información están ampliamente documentadas y poseen abundante jurisprudencia.

¿La realidad? Promusicae está utilizando el derecho al honor para restringir la libertad de expresión e información. Simplemente, Promusicae quiere que me calle. Tras muchos años de enfrentamiento directo y de humillarlos en repetidas ocasiones en numerosos foros de debate públicos, ahora quieren callarme mediante demandas. Quieren que no les mencione, que no hable de ellos. Que por la presión de una posible demanda, me abstenga de opinar sobre ellos. Que hable de otras cosas. Que les deje en paz. Es así de sencillo. Para Promusicae, esta demanda es completamente insignificante: tan solo los honorarios de sus abogados superan seguramente el importe que me piden en concepto de daños a su honor. Para mí, en cambio, es una barbaridad. No solo por el dinero que supone dicho importe y el impacto en mi economía personal, sino por las molestias, preocupaciones y problemas que origina ser demandado. Hay que pagar abogados, procurador, notario… es un proceso complejo, largo y caro. Es la primera vez en mi vida que soy demandado, y os aseguro que no resulta nada agradable. Ellos lo saben perfectamente, saben que esta es una página personal, y abusan de ello. No existe daño alguno al honor de Promusicae en lo que yo escribí. Estoy seguro de encontrarme perfectamente amparado como ciudadano, como blogger y como profesor por derechos como la libertad de expresión, la libertad de información y la libertad de cátedra, derechos en los que confío, y lo único que pretende Promusicae con esto es intimidarme, censurar mi página, evitar que hable de ellos.

Tras leer esto, no os quedéis indiferentes. Tampoco me apoyéis por simpatía, porque me conozcáis de años de blog, de clase, de conferencias o de otras cosas. No optéis por el “apoyo al débil”, sin más, aunque en este caso indudablemente lo sea. En lugar de eso, os pido que hagáis lo que hacéis siempre que leéis algo en esta página: que busquéis una postura informada. Primero, que os leais con cierto nivel de detalle la entrada que Promusicae afirma que resulta “ofensiva para su honor”, en particular su punto seis, único en el que se les menciona, y penséis si en ella de verdad insulto o falto de alguna manera al honor de alguien. Después, que penséis cómo se siente uno cuando una asociación de empresas discográficas le reclama veinte mil o cincuenta mil euros por opinar en un blog personal, en el que utilizo para hacer mi trabajo como profesor. Cuando tiene que recoger su denuncia, organizar su defensa, plantearse en cuánto le puede salir el tema. Y finalmente, que tengáis en cuenta que quienes me denuncian son los mismos que manipulan estudios para difamar a España, que piden a Estados Unidos que presione para obtener leyes más severas, para que incluyan a nuestro país en listas negras internacionales, para que se retiren circulares de la Fiscalía, para que se dicten leyes liberticidas o para que se persiga a los usuarios. Esos son los que me han denunciado y los que me piden treinta o cincuenta mil euros. Por ofender a su honor.

Sobre si RitmoNet infringe o no la legislación antimonopolio, no lo dudéis: hablaremos largo y tendido. Por el momento, pido a aquellas discográficas pequeñas o artistas que hayan tenido problemas para conseguir que su música suene en las radios comerciales por no estar incluida en RitmoNet que, por favor, contacten conmigo o con mis abogados para ayudarme a documentar el caso y cimentar mi opinión. Si trabajáis en una radio y habéis tenido problemas para poner música no incluida en RitmoNet, también me interesa mucho. Ignoro si la Comisión Nacional de la Competencia tendrá algo que decir al respecto de RitmoNet, de Promusicae y de sus prácticas, pero es para mí el órgano perfecto y autorizado para pronunciarse sobre ello. Sobre si puede de alguna manera resultar una ofensa al honor opinar que RitmoNet atenta contra la legislación antimonopolio, cosa que al menos a mí me parece harto dudosa, ya se pronunciará el juez.

Seguiremos informando.

 

ACTUALIZACIÓN: Algunas páginas y medios están recogiendo la noticia.

 

ACTUALIZACIÓN: Promusicae publica una nota intentando explicarse. Según ellos, “la afirmación es falsa”, algo que ya discutiremos. Lo que me parece demencial es que siendo la mía una opinión fundada, basada en información comprobada, verificada con expertos en derecho de la competencia y en modo alguno insultante, sea demandado simplemente por exponerla. De nuevo: Promusicae pretende, obviamente, con su exquisito sentido del honor, que no se pueda escribir nada sobre ellos que a ellos no les guste o les parezca bien.

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Promusicae me denuncia por infracción a su honor

Hace un par de semanas, recibí un telegrama en mi despacho de IE Business School que me emplazaba a personarme en un juzgado para recoger una notificación, que resultó ser nada menos que una demanda por infracción al honor de Promusicae en la que me piden veinte mil euros (o cincuenta mil, en la manera en que está redactada la demanda, es difícil saberlo). La demanda ha sido contestada hoy, tema bastante desagradable que me ha tenido, como os imaginaréis, muy ocupado estas últimas semanas.

El motivo, según el texto de la demanda, es esta entrada, “Siete motivos por los que el caso SGAE es mucho más que la propia SGAE“, publicada el pasado día cinco de julio de 2011 con motivo de la intervención judicial de la SGAE, y concretamente el punto sexto de la misma, en el que opinaba que Promusicae vulneraba las leyes antimonopolio con su sistema RitmoNet. En mi opinión, expuesta como tal en la entrada, RitmoNet es un sistema que no solo restringe la competencia entre las discográficas asociadas a Promusicae, sino que, además, dificulta el acceso a las radios comerciales de las discográficas no asociadas a Promusicae. Para cimentar mi opinión, expresada en todo momento como tal en una página que, además, lleva como subtítulo “Investigación y opinión sobre los sistemas y tecnologías de la información”, consulté con expertos en derecho de la competencia, y recibí información directa del propietario de una pequeña discográfica que me contaba su caso, caso que expuse en esta entrada de febrero de 2011, “Lo que la ley Sinde esconde“.

En resumen: lo que expuse en esa entrada era mi opinión, protegida como tal por la libertad de expresión y, dado que me documenté adecuada y profesionalmente, por la libertad de información. Opinión que mantengo y que, por supuesto, puede ser discutible, pero que incluso si no estuviera adecuadamente fundamentada y fuese errónea, no se me ocurre de qué manera puede resultar atentatoria contra el honor de una sociedad como Promusicae. A ver: el honor de las sociedades mercantiles existe, de acuerdo, pero ni es exactamente lo mismo que el de las personas, ni me parece que se amenace en modo alguno dicho honor por el hecho de acusar a alguien de ejercer un monopolio. Ser un monopolio, hasta donde yo sé, no constituye un insulto ni un deshonor, aunque lógicamente las leyes de defensa de la competencia nos protejan de sus posibles abusos. La interacción entre el derecho al honor y la libertad de expresión o la de información están ampliamente documentadas y poseen abundante jurisprudencia.

¿La realidad? Promusicae está utilizando el derecho al honor para restringir la libertad de expresión e información. Simplemente, Promusicae quiere que me calle. Tras muchos años de enfrentamiento directo y de humillarlos en repetidas ocasiones en numerosos foros de debate públicos, ahora quieren callarme mediante demandas. Quieren que no les mencione, que no hable de ellos. Que por la presión de una posible demanda, me abstenga de opinar sobre ellos. Que hable de otras cosas. Que les deje en paz. Es así de sencillo. Para Promusicae, esta demanda es completamente insignificante: tan solo los honorarios de sus abogados superan seguramente el importe que me piden en concepto de daños a su honor. Para mí, en cambio, es una barbaridad. No solo por el dinero que supone dicho importe y el impacto en mi economía personal, sino por las molestias, preocupaciones y problemas que origina ser demandado. Hay que pagar abogados, procurador, notario… es un proceso complejo, largo y caro. Es la primera vez en mi vida que soy demandado, y os aseguro que no resulta nada agradable. Ellos lo saben perfectamente, saben que esta es una página personal, y abusan de ello. No existe daño alguno al honor de Promusicae en lo que yo escribí. Estoy seguro de encontrarme perfectamente amparado como ciudadano, como blogger y como profesor por derechos como la libertad de expresión, la libertad de información y la libertad de cátedra, derechos en los que confío, y lo único que pretende Promusicae con esto es intimidarme, censurar mi página, evitar que hable de ellos.

Tras leer esto, no os quedéis indiferentes. Tampoco me apoyéis por simpatía, porque me conozcáis de años de blog, de clase, de conferencias o de otras cosas. No optéis por el “apoyo al débil”, sin más, aunque en este caso indudablemente lo sea. En lugar de eso, os pido que hagáis lo que hacéis siempre que leéis algo en esta página: que busquéis una postura informada. Primero, que os leais con cierto nivel de detalle la entrada que Promusicae afirma que resulta “ofensiva para su honor”, en particular su punto seis, único en el que se les menciona, y penséis si en ella de verdad insulto o falto de alguna manera al honor de alguien. Después, que penséis cómo se siente uno cuando una asociación de empresas discográficas le reclama veinte mil o cincuenta mil euros por opinar en un blog personal, en el que utilizo para hacer mi trabajo como profesor. Cuando tiene que recoger su denuncia, organizar su defensa, plantearse en cuánto le puede salir el tema. Y finalmente, que tengáis en cuenta que quienes me denuncian son los mismos que manipulan estudios para difamar a España, que piden a Estados Unidos que presione para obtener leyes más severas, para que incluyan a nuestro país en listas negras internacionales, para que se retiren circulares de la Fiscalía, para que se dicten leyes liberticidas o para que se persiga a los usuarios. Esos son los que me han denunciado y los que me piden treinta o cincuenta mil euros. Por ofender a su honor.

Sobre si RitmoNet infringe o no la legislación antimonopolio, no lo dudéis: hablaremos largo y tendido. Por el momento, pido a aquellas discográficas pequeñas o artistas que hayan tenido problemas para conseguir que su música suene en las radios comerciales por no estar incluida en RitmoNet que, por favor, contacten conmigo o con mis abogados para ayudarme a documentar el caso y cimentar mi opinión. Ignoro si la Comisión Nacional de la Competencia tendrá algo que decir al respecto de RitmoNet, de Promusicae y de sus prácticas, pero es para mí el órgano perfecto y autorizado para pronunciarse sobre ello. Sobre si puede de alguna manera resultar una ofensa al honor opinar que RitmoNet atenta contra la legislación antimonopolio, cosa que al menos a mí me parece harto dudosa, ya se pronunciará el juez.

Seguiremos informando.

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25 marzo 2012

La coevolución de la relevancia y lo social

Muy pocos discuten, a día de hoy, que la aparición de Google en 1998 y su rápido ascenso al número uno de los motores de búsqueda produjo un cambio sustancial en la manera en la que se plantea la web en su conjunto.

Con Google aprendimos la importancia de lo social: el destello de brillantez que hizo a Larry Page y Sergey Brin abandonar su doctorado en Stanford para emprender Google fue el darse cuenta de que nada puede evaluar la relevancia mejor que un algoritmo social, reflejado fundamentalmente por el número de enlaces entrantes a una página con un texto determinado. Desde que Larry y Sergey tuvieron esta revelación, todo ha girado en torno al mismo tema: ser los mejores cualificando, refinando y ajustando un algoritmo social. Por un lado, esto permitía ir mejorando progresivamente los resultados obtenidos por el usuario, introduciendo múltiples modificadores para cualificar, refinar y ajustar el algoritmo. Por otro, posibilitaba competir con aquellos que se empeñaban en falsear sus resultados para poder situar falsamente como más relevante aquello que no necesariamente lo era. Porque si algo caracterizaba al algoritmo con respecto a los buscadores anteriores era la posibilidad de alejar el control de las manos del propietario de la página, y entregárselo a un entorno social más difícilmente manipulable. Desde la aparición y popularización de Google, toda la web funciona como una red social: nuestra visibilidad y posicionamiento dependen de lo que hace el entorno que nos rodea. Solo quienes entienden bien este axioma son capaces de moverse con éxito en la web de hoy.

Ante una realidad así, todos los esfuerzos de Google se centraron en eso: en mejorar el algoritmo, en investigar más que nadie en ese sentido. La frase de Sergey Brin en IE Business School cuando él y Larry vinieron a recoger su MBA Honoris Causa en el año 2003 es claramente sintomática: sabemos que en algún sitio, en algún garaje, alguien está investigando mejores maneras de evaluar la relevancia, y si surge un cambio, sabemos también que los usuarios carecen completamente de fidelidad (no entrecomillo, porque recurro a mi memoria, que no siempre es completamente fiel). Y durante muchos años, Google ha permanecido relativamente tranquila sentada en su trono: todos sus competidores relevantes jugaban al mismo juego que ella, todos contaban enlaces entrantes mediante algoritmos que, por lo general, iban varios pasos por detrás del suyo. Por supuesto, había más factores: tamaño de catálogo, eficiencia en las operaciones de base de datos, incluso eficiencia energética, y también en ellos Google iba jugando y ganando. Una década intensa, pero de una gran hegemonía, y básicamente, medida en todo momento con las mismas reglas.

Hacia julio de 2008, las cosas se empezaron a complicar. La compra de Summize por parte de Twitter hizo que desde Mountain View empezasen a ver a la inofensiva empresa de los ciento cuarenta caracteres como algo diferente, como un competidor posiblemente peligroso en un entorno que estaba tomando una importancia cada vez mayor: la búsqueda en tiempo real. Un algoritmo basado en los enlaces entrantes podía ser muy bueno a la hora de evaluar la relevancia de un listado de páginas, pero no necesariamente tan bueno cuando eso se medía a gran velocidad. Los enlaces podían tardar varias horas en aparecer y en ser indexados, lo que convertía a Google en un jugador lento: los temas relevantes en un momento dado ya no aparecían en el buscador, sino en los trending topics de Twitter, clasificados y categorizados mediante la integración de Summize en Twitter Search.

Fue precisamente la integración de Summize lo que llevó a Twitter a convertirse brevemente en una empresa rentable, cuando tanto Microsoft como Google cerraron acuerdos con la empresa el mismo día, el 21 de octubre de 2009, para asegurarse el poder integrar el timeline de Twitter en sus resultados de búsqueda. La jugada tenía mucho, mucho más calado del que parecía, se estaba moviendo mucho más de lo que inicialmente daba la impresión, y Bing estaba empezando a mostrarse como mucho más que un simple competidor me-too. De hecho, una gran parte del fallido movimiento de Google con Buzz puede explicarse por el intento de la compañía de construir rápidamente un sistema propio que le permitiese mejorar la relevancia del buscador y competir con Twitter de cara a la búsqueda en tiempo real. Curioso mundo en el que una empresa casi recién constituida y sin modelo de negocio puede poner patas arriba los planes de un gigante.

Pero, en realidad, las posiciones de Microsoft habían empezado a construirse bastante antes, cuando a mediados de 2006 decidió pujar una cantidad absolutamente desproporcionada por hacerse con un contrato de publicidad con Facebook (más bien, para que no fuese Google quien se hiciese con él), que duró unos tres años y que se cerró con importantes pérdidas económicas. Durante tres años, Microsoft hizo poco más que perder dinero poniendo anuncios completamente irrelevantes en las páginas de Facebook, hasta que Zuckerberg se hartó y decidió que sus prioridades cambiaban e iba a hacerse cargo directamente del tema. Pero esas pérdidas de la compañía de Redmond, en realidad, no eran importantes: lo sustancial, lo que más adelante probaría su verdadero valor, era la otra parte del acuerdo, la que había llevado a Microsoft a invertir $240 millones por una participación del 1.6% en la red social.

¿Que convertía a Facebook en un actor importante en la búsqueda? El lanzamiento del botón “Like” y, sobre todo, su extensión hacia fuera de la red social, su universalización como herramienta en toda la web. Con la rápida popularización del “Like” en toda la web, Google vio cómo, en muy poco tiempo, surgía un sistema que podía eventualmente convertirse en un indicador mejor que los enlaces entrantes de la relevancia de algo en la web. Con la posibilidad, además, de servir mucho mejores resultados en las búsquedas en tiempo real (se tarda mucho menos en hacer un “Like” que en establecer un enlace). Simplemente analizando las series temporales, el número total y las pautas generadas por los “Like”, Facebook podía convertirse en un actor importante en la búsqueda. Pero ese, en realidad, no era el negocio de Facebook. Así que Google se fue a hablar con ellos para estudiar la posibilidad de utilizar los datos de los “Like” como parte de su algoritmo. ¿Respuesta? No. Y lo malo no era el no, sino lo que lo acompañaba: la constatación de que era algo que ya estaban trabajando con otra empresa, ni más ni menos que con Microsoft, bien posicionada con una participación en Facebook.

La posibilidad de un Bing compitiendo con Google en base a una ventaja real en algo tan determinante como los resultados en tiempo real es lo que permite entender de verdad el lanzamiento de algo como Google+. Un desarrollo rapidísimo de un sistema de +1 para competir con los “Like” de Facebook, y toda una red social, desarrollada intentando corregir aquello de lo que los usuarios más se quejaban en Facebook, para intentar competir en ese terreno. Google+ se convirtió en una prioridad total y cambió muchos esquemas en la compañía. Según algunos, demasiado.

Independientemente de lo que llegue o no llegue a ser Google+ con el tiempo – hablamos de toda una compañía indudablemente potente empeñada en convertirlo en un éxito y, en mi caso, es ya la red social en la que más seguidores tengo y en la que más actividad recibo – no cabe duda que ha significado un fortísimo cambio en la compañía: el de pasar de ser quien lidera en un área, a ser quien sigue. En el caso de Google, que siempre se ha preciado de desarrollar su estrategia sin mirar demasiado a lo que hacían los demás, un cambio extremadamente fuerte. Tanto con Twitter como con Facebook, Google ha tenido que forzar una reacción, que desarrollar sistemas en modo reactivo, algo a lo que la compañía no estaba decididamente acostumbrada.

¿Lecciones? Todo indica que, por más que busquemos, no hay ninguna manera de encontrar un mejor criterio de evaluar la relevancia que el criterio social. El peso de la frase “el hombre es un ser social” y la evidencia de que nada mejor que lo que hacen lo que nos rodea para evaluar la relevancia lleva a que nadie parezca estar explorando vías que no vayan en ese sentido. La única discusión parece ser las variables que usamos para medir esa actividad social: los enlaces entrantes (en el caso de Google), las menciones en mensajes breves (Twitter) o el uso del botón “Like” (Facebook). El peso de lo social en la búsqueda, lejos de reducirse, ha aumentado notablemente en los últimos años. ¿Seguirá siendo así? ¿Seguirá lo social y la medición del comportamiento colectivo siendo el mejor indicador de relevancia que conocemos y manejamos? La pregunta es compleja, porque el comportamiento y las reacciones de la colectividad no están necesariamente a salvo de problemas y complicaciones. El efecto del amarillismo y el sensacionalismo, por ejemplo, la capacidad de manipulación, o la evidencia de que la relevancia y la importancia de algo no es algo que necesariamente deba decidirse por consenso social (“la verdad no emerge necesariamente del consenso”) son elementos que llevarían a cualquiera a plantearse otros mecanismos de evaluación diferentes, más basados en hechos intrínsecos y menos en su interpretación por las personas.

Google vivió muy tranquila mientras el mejor indicador de relevancia fueron los enlaces entrantes y todos sus competidores jugaban a su juego. La aparición de Twitter y Facebook con posibles indicadores alternativos o complementarios ha interrumpido esa tranquilidad. Pero seguimos hablando de lo mismo: de relevancia evaluada en función de indicadores sociales, de lo que hacen los que nos rodean. ¿Seguirá ese siendo el caso dentro de otros diez años?

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La coevolución de la relevancia y lo social

Muy pocos discuten, a día de hoy, que la aparición de Google en 1998 y su rápido ascenso al número uno de los motores de búsqueda produjo un cambio sustancial en la manera en la que se plantea la web en su conjunto.

Con Google aprendimos la importancia de lo social: el destello de brillantez que hizo a Larry Page y Sergey Brin abandonar su doctorado en Stanford para emprender Google fue el darse cuenta de que nada puede evaluar la relevancia mejor que un algoritmo social, reflejado fundamentalmente por el número de enlaces entrantes a una página con un texto determinado. Desde que Larry y Sergey tuvieron esta revelación, todo ha girado en torno al mismo tema: ser los mejores cualificando, refinando y ajustando un algoritmo social. Por un lado, esto permitía ir mejorando progresivamente los resultados obtenidos por el usuario, introduciendo múltiples modificadores para cualificar, refinar y ajustar el algoritmo. Por otro, posibilitaba competir con aquellos que se empeñaban en falsear sus resultados para poder situar falsamente como más relevante aquello que no necesariamente lo era. Porque si algo caracterizaba al algoritmo con respecto a los buscadores anteriores era la posibilidad de alejar el control de las manos del propietario de la página, y entregárselo a un entorno social más difícilmente manipulable. Desde la aparición y popularización de Google, toda la web funciona como una red social: nuestra visibilidad y posicionamiento dependen de lo que hace el entorno que nos rodea. Solo quienes entienden bien este axioma son capaces de moverse con éxito en la web de hoy.

Ante una realidad así, todos los esfuerzos de Google se centraron en eso: en mejorar el algoritmo, en investigar más que nadie en ese sentido. La frase de Sergey Brin en IE Business School cuando él y Larry vinieron a recoger su MBA Honoris Causa en el año 2003 es claramente sintomática: sabemos que en algún sitio, en algún garaje, alguien está investigando mejores maneras de evaluar la relevancia, y si surge un cambio, sabemos también que los usuarios carecen completamente de fidelidad (no entrecomillo, porque recurro a mi memoria, que no siempre es completamente fiel). Y durante muchos años, Google ha permanecido relativamente tranquila sentada en su trono: todos sus competidores relevantes jugaban al mismo juego que ella, todos contaban enlaces entrantes mediante algoritmos que, por lo general, iban varios pasos por detrás del suyo. Por supuesto, había más factores: tamaño de catálogo, eficiencia en las operaciones de base de datos, incluso eficiencia energética, y también en ellos Google iba jugando y ganando. Una década intensa, pero de una gran hegemonía, y básicamente, medida en todo momento con las mismas reglas.

Hacia julio de 2008, las cosas se empezaron a complicar. La compra de Summize por parte de Twitter hizo que desde Mountain View empezasen a ver a la inofensiva empresa de los ciento cuarenta caracteres como algo diferente, como un competidor posiblemente peligroso en un entorno que estaba tomando una importancia cada vez mayor: la búsqueda en tiempo real. Un algoritmo basado en los enlaces entrantes podía ser muy bueno a la hora de evaluar la relevancia de un listado de páginas, pero no necesariamente tan bueno cuando eso se medía a gran velocidad. Los enlaces podían tardar varias horas en aparecer y en ser indexados, lo que convertía a Google en un jugador lento: los temas relevantes en un momento dado ya no aparecían en el buscador, sino en los trending topics de Twitter, clasificados y categorizados mediante la integración de Summize en Twitter Search.

Fue precisamente la integración de Summize lo que llevó a Twitter a convertirse brevemente en una empresa rentable, cuando tanto Microsoft como Google cerraron acuerdos con la empresa el mismo día, el 21 de octubre de 2009, para asegurarse el poder integrar el timeline de Twitter en sus resultados de búsqueda. La jugada tenía mucho, mucho más calado del que parecía, se estaba moviendo mucho más de lo que inicialmente daba la impresión, y Bing estaba empezando a mostrarse como mucho más que un simple competidor me-too. De hecho, una gran parte del fallido movimiento de Google con Buzz puede explicarse por el intento de la compañía de construir rápidamente un sistema propio que le permitiese mejorar la relevancia del buscador y competir con Twitter de cara a la búsqueda en tiempo real. Curioso mundo en el que una empresa casi recién constituida y sin modelo de negocio puede poner patas arriba los planes de un gigante.

Pero, en realidad, las posiciones de Microsoft habían empezado a construirse bastante antes, cuando a mediados de 2006 decidió pujar una cantidad absolutamente desproporcionada por hacerse con un contrato de publicidad con Facebook (más bien, para que no fuese Google quien se hiciese con él), que duró unos tres años y que se cerró con importantes pérdidas económicas. Durante tres años, Microsoft hizo poco más que perder dinero poniendo anuncios completamente irrelevantes en las páginas de Facebook, hasta que Zuckerberg se hartó y decidió que sus prioridades cambiaban e iba a hacerse cargo directamente del tema. Pero esas pérdidas de la compañía de Redmond, en realidad, no eran importantes: lo sustancial, lo que más adelante probaría su verdadero valor, era la otra parte del acuerdo, la que había llevado a Microsoft a invertir $240 millones por una participación del 1.6% en la red social.

¿Que convertía a Facebook en un actor importante en la búsqueda? El lanzamiento del botón “Like” y, sobre todo, su extensión hacia fuera de la red social, su universalización como herramienta en toda la web. Con la rápida popularización del “Like” en toda la web, Google vio cómo, en muy poco tiempo, surgía un sistema que podía eventualmente convertirse en un indicador mejor que los enlaces entrantes de la relevancia de algo en la web. Con la posibilidad, además, de servir mucho mejores resultados en las búsquedas en tiempo real (se tarda mucho menos en hacer un “Like” que en establecer un enlace). Simplemente analizando las series temporales, el número total y las pautas generadas por los “Like”, Facebook podía convertirse en un actor importante en la búsqueda. Pero ese, en realidad, no era el negocio de Facebook. Así que Google se fue a hablar con ellos para estudiar la posibilidad de utilizar los datos de los “Like” como parte de su algoritmo. ¿Respuesta? No. Y lo malo no era el no, sino lo que lo acompañaba: la constatación de que era algo que ya estaban trabajando con otra empresa, ni más ni menos que con Microsoft, bien posicionada con una participación en Facebook.

La posibilidad de un Bing compitiendo con Google en base a una ventaja real en algo tan determinante como los resultados en tiempo real es lo que permite entender de verdad el lanzamiento de algo como Google+. Un desarrollo rapidísimo de un sistema de +1 para competir con los “Like” de Facebook, y toda una red social, desarrollada intentando corregir aquello de lo que los usuarios más se quejaban en Facebook, para intentar competir en ese terreno. Google+ se convirtió en una prioridad total y cambió muchos esquemas en la compañía. Según algunos, demasiado.

Independientemente de lo que llegue o no llegue a ser Google+ con el tiempo – hablamos de toda una compañía indudablemente potente empeñada en convertirlo en un éxito y, en mi caso, es ya la red social en la que más seguidores tengo y en la que más actividad recibo – no cabe duda que ha significado un fortísimo cambio en la compañía: el de pasar de ser quien lidera en un área, a ser quien sigue. En el caso de Google, que siempre se ha preciado de desarrollar su estrategia sin mirar demasiado a lo que hacían los demás, un cambio extremadamente fuerte. Tanto con Twitter como con Facebook, Google ha tenido que forzar una reacción, que desarrollar sistemas en modo reactivo, algo a lo que la compañía no estaba decididamente acostumbrada.

¿Lecciones? Todo indica que, por más que busquemos, no hay ninguna manera de encontrar un mejor criterio de evaluar la relevancia que el criterio social. El peso de la frase “el hombre es un ser social” y la evidencia de que nada mejor que lo que hacen lo que nos rodea para evaluar la relevancia lleva a que nadie parezca estar explorando vías que no vayan en ese sentido. La única discusión parece ser las variables que usamos para medir esa actividad social: los enlaces entrantes (en el caso de Google), las menciones en mensajes breves (Twitter) o el uso del botón “Like” (Facebook). El peso de lo social en la búsqueda, lejos de reducirse, ha aumentado notablemente en los últimos años. ¿Seguirá siendo así? ¿Seguirá lo social y la medición del comportamiento colectivo siendo el mejor indicador de relevancia que conocemos y manejamos? La pregunta es compleja, porque el comportamiento y las reacciones de la colectividad no están necesariamente a salvo de problemas y complicaciones. El efecto del amarillismo y el sensacionalismo, por ejemplo, la capacidad de manipulación, o la evidencia de que la relevancia y la importancia de algo no es algo que necesariamente deba decidirse por consenso social (“la verdad no emerge necesariamente del consenso”) son elementos que llevarían a cualquiera a plantearse otros mecanismos de evaluación diferentes, más basados en hechos intrínsecos y menos en su interpretación por las personas.

Google vivió muy tranquila mientras el mejor indicador de relevancia fueron los enlaces entrantes y todos sus competidores jugaban a su juego. La aparición de Twitter y Facebook con posibles indicadores alternativos o complementarios ha interrumpido esa tranquilidad. Pero seguimos hablando de lo mismo: de relevancia evaluada en función de indicadores sociales, de lo que hacen los que nos rodean. ¿Seguirá ese siendo el caso dentro de otros diez años?

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24 marzo 2012

Sobre comentarios, ortografía y el valor para la marca

Al hilo de la entrevista en First Financial Daily que publiqué ayer, mi amigo y compañero en IE Business School Kiron Ravindran me envía referencias a un par de papers recientes, uno de Anindya Ghose y Panagiotis G. Ipeirotis, titulado Estimating the helpfulness and economic impact of product reviews: mining text and reviewer characteristics, y otro previo de los dos autores anteriores junto con Beibei Li, titulado Towards a theory model for product search, que avalan la importancia de los comentarios a la hora de escoger un producto o servicio determinado y, en particular, de la corrección a la hora de valorar cómo están escritos esos comentarios.

La idea resulta sumamente provocativa: la corrección, legibilidad y ortografía de los comentarios recibidos por un producto o servicio en la web son factores que influencian claramente la calidad percibida por los posibles compradores de dicho producto o servicio, y la demanda recibida por el mismo. En el caso de un hotel, su demanda se ve incrementada cuando las críticas que recibe en sitios como TripAdvisor o Travelocity están bien escritas y sin errores ortográficos, independientemente de que dichos comentarios sean positivos o negativos. El segundo paper, además extiende el estudio a productos publicados en Amazon.com: utilizando el Amazon Mechanical Turk, los autores corrigieron la gramática y la ortografía de varios millones de entradas en la página de Zappos.com, y demostraron que la acción redundaba en un incremento sustancial de la demanda.

Básicamente, el valor de escribir bien, como dice la ilustración de la entrada (cuyo origen he sido incapaz de trazar, si alguien lo conoce, por favor que me lo diga para dar el crédito correspondiente). Pero ahora vamos con las confesiones: desde el principio de los tiempos, en numerosas ocasiones corrijo los errores ortográficos de los comentarios que los usuarios escriben en mi blog, particularmente los más evidentes. Lo hago simplemente porque los errores ortográficos me resultan molestos a la hora de leer, y dado que entiendo mi blog personal como “mi casa en la red”, intento que esté, dentro de lo razonable, “bien decorada”. Nunca nadie hasta el momento se ha quejado por mi práctica, corrijo únicamente ortografía sin cambiar jamás el sentido de lo escrito, y si no lo había comentado antes era, únicamente, porque el hacerlo puede interpretarse, en cierto modo, como una actitud un tanto “paternalista”. Además, no lo hago de una manera sistemática, únicamente cuando al moderar el comentario estoy delante de un ordenador (es muy normal que modere comentarios desde el móvil) y tengo tiempo para ello, de manera que, a pesar de mi celo, es perfectamente posible, entre los más de ciento veintitrés mil comentarios realizados en las casi cinco mil cuatrocientas entradas de la página, encontrar errores de todos los colores.

En general, muchas personas me comentan que aprecian esta página por la calidad de sus comentaristas y comentarios, algo que yo he comentado en infinidad de ocasiones y que sin duda es una de las principales razones por las que la mantengo, por la calidad de la retroalimentación que me proporciona. Según las dos referencias que cito en el primer párrafo, mi práctica de hacer de corrector ortográfico manual es una medida razonable y con un efecto positivo, algo que yo únicamente había percibido de forma completamente intuitiva, aunque posiblemente mis amigos de Fundéu valoren por lo que tiene, si se extiende, de modesta contribución a la mejora del uso del idioma. En fin, que ya me diréis qué os parece. ¿Hacéis algo parecido en vuestras páginas aquellos que las tenéis?

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Sobre comentarios, ortografía y el valor para la marca

Al hilo de la entrevista en First Financial Daily que publiqué ayer, mi amigo y compañero en IE Business School Kiron Ravindran me envía referencias a un par de papers recientes, uno de Anindya Ghose y Panagiotis G. Ipeirotis, titulado Estimating the helpfulness and economic impact of product reviews: mining text and reviewer characteristics, y otro previo de los dos autores anteriores junto con Beibei Li, titulado Towards a theory model for product search, que avalan la importancia de los comentarios a la hora de escoger un producto o servicio determinado y, en particular, de la corrección a la hora de valorar cómo están escritos esos comentarios.

La idea resulta sumamente provocativa: la corrección, legibilidad y ortografía de los comentarios recibidos por un producto o servicio en la web es un factor que influencian claramente la calidad percibida por los posibles compradores de dicho producto o servicio, y la demanda recibida por el mismo. En el caso de un hotel, su demanda se ve incrementada cuando las críticas que recibe en sitios como TripAdvisor o Travelocity están bien escritas y sin errores ortográficos, independientemente de que dichos comentarios sean positivos o negativos. El segundo paper, además extiende el estudio a productos publicados en Amazon.com: utilizando el Amazon Mechanical Turk, los autores corrigieron la gramática y la ortografía de varios millones de entradas en la página de Zappos.com, y demostraron que la acción redundaba en un incremento sustancial de la demanda.

Básicamente, el valor de escribir bien, como dice la ilustración de la entrada (cuyo origen he sido incapaz de trazar, si alguien lo conoce, por favor que me lo diga para dar el crédito correspondiente). Pero ahora vamos con las confesiones: desde el principio de los tiempos, en numerosas ocasiones corrijo los errores ortográficos de los comentarios que los usuarios escriben en mi blog, particularmente los más evidentes. Lo hago simplemente porque los errores ortográficos me resultan molestos a la hora de leer, y dado que entiendo mi blog personal como “mi casa en la red”, intento que esté, dentro de lo razonable, “bien decorada”. Nunca nadie hasta el momento se ha quejado por mi práctica, corrijo únicamente ortografía sin cambiar jamás el sentido de lo escrito, y si no lo había comentado antes era, únicamente, porque el hacerlo puede interpretarse, en cierto modo, como una actitud un tanto “paternalista”. Además, no lo hago de una manera sistemática, únicamente cuando al moderar el comentario estoy delante de un ordenador (es muy normal que modere comentarios desde el móvil) y tengo tiempo para ello, de manera que, a pesar de mi celo, es perfectamente posible, entre los más de ciento veintitrés mil comentarios realizados en las casi cinco mil cuatrocientas entradas de la página, encontrar errores de todos los colores.

En general, muchas personas me comentan que aprecian esta página por la calidad de sus comentaristas y comentarios, algo que yo he comentado en infinidad de ocasiones y que sin duda es una de las principales razones por las que la mantengo, por la calidad de la retroalimentación que me proporciona. Según las dos referencias que cito en el primer párrafo, mi práctica de hacer de corrector ortográfico manual es una medida razonable y con un efecto positivo, algo que yo únicamente había percibido de forma completamente intuitiva, aunque posiblemente mis amigos de Fundéu valoren por lo que tiene, si se extiende, de modesta contribución a la mejora del uso del idioma. En fin, que ya me diréis qué os parece. ¿Hacéis algo parecido en vuestras páginas aquellos que las tenéis?

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