29 marzo 2012

Pay with Square: desaprendiendo a pagar

 

Esto es llevar la simplicidad y la reinvención hasta el límite: entra en un local, consume o compra algo, y al salir, simplemente dile al encargado que lo ponga en tu cuenta. Y te vas. No, no se trata de que antes hubieses abierto una línea de crédito en el local. La magia, en realidad, se opera a través de una aplicación, Pay with Square: la abres para ver qué sitios cerca de donde estás aceptan el medio de pago, activas tu cuenta en un sitio concreto, y cuando sales y dices que quieres pagar, la persona de la tienda simplemente comprueba tu cara con la ficha que se la ha abierto en su aplicación del iPad. Si quieres llevarlo al límite, puedes activar la autoapertura de cuenta para aquellos locales a los que vayas a menudo mediante geofencing, de manera que simplemente eres detectado cuando estás próximo, se activa tu cuenta, y el pago se produce cuando tú lo dices.

Es la transición de una empresa, Square, que se había caracterizado por proveer un pequeño dispositivo que se conectaba a la salida de audio del iPhone a aquellos que querían aceptar pagos mediante tarjeta de crédito (hablamos de ellos allá por 2009 y después en mayo del año pasado), hacia el mercado masivo, el de las personas que no necesitan aceptar pagos, sino pagar. Aceptar pagos es algo que solo hacen las personas que venden productos o servicios, pagar lo hacemos todos. Y a la hora de plantearse esa extensión vital para definir la naturaleza de la empresa, lo que se han planteado es reinventar la forma en la que pagamos: ni sacar la cartera, ni pasar la tarjeta, ni acercar el teléfono a un terminal para activar el NFC… nada. Simplemente, utilizar las capacidades del terminal para poner de acuerdo a los dos integrantes en el proceso, emisor y receptor del pago, con una clave que es ni más ni menos que tu cara. Es tan extremadamente simple, que necesitarás leer otras páginas para creerlo. A mí me han gustado especialmente las reseñas de GigaOM y de ReadWriteWeb.

¿Problema? Es tan extremadamente fácil, que dicen que a los usuarios se les queda cara de haba, en plan… “vale, ¿y ahora qué?”. Durante toda nuestra vida adulta y parte de la infantil cuando nos mandaban a comprar chuches hemos visto que comprar algo consistía en llegar ante una persona, mostrarle lo que habías consumido o lo que te llevabas, y “hacer algo”: darle dinero, una tarjeta, firmar, meter una clave… “algo”. De repente, un medio de pago nos ofrece simplemente llegar, decir nuestro nombre, que la persona al otro lado del mostrador nos mire a la cara, confirme, y salir por la puerta sin más. Sencillamente impactante. ¿Puede realmente ser así de sencillo?

(Enlace a la entrada original - Licencia)

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