30 noviembre 2012

?No tengo tiempo?, mi columna en Expansión

Mi columna de esta semana en el diario Expansión se titula “No tengo tiempo” (pdf), y se refiere a la respuesta más habitual que obtengo de los directivos de empresas preocupadas por la necesidad de, como suelen decir, “estar en las redes sociales” (más sobre esto la semana que viene), pero no están dispuestos a invertir nada de tiempo en ello.

Mientras ellos se niegan a hacer nada alegando estar “muy ocupados con tareas realmente importantes”, van empezando a ver cómo la presencia y el desarrollo de determinados competidores en este terreno les produce rendimientos cuantificables y positivos, e incluso como en determinados procesos de selección, la influenciareputation capital en la red del directivo se convierte en uno de los criterios más importantes a la hora de contratarlo.

No soy un fanático del uso de métricas como Klout en procesos de selección, me parece que puede ser sumamente simplista en muchos casos. Pero sí puedo entender lo que buscan las compañías al introducirlo entre los factores a valorar en un candidato a según qué puestos, y decididamente, puede constatarse que la práctica de utilizarlo está creciendo rápidamente. Cada día encuentro más ejemplos de directivos con presencia relevante en la web social, y que son capaces además de apalancar dicha presencia como un factor importante y un valor añadido tanto para su currículum como para sus empresas. La idea de “estar bien conectado” está empezando a tener otros matices.

A continuación, el texto completo de la columna:

 

No tengo tiempo

El título de esta columna es la contestación que escucho de manera reiterada cada vez que hablo con un directivo acerca de la web social.

Cada día podemos considerar más normal que los directivos vayan empezando a entender que tener presencia en la web social es algo susceptible de aportar valor a una empresa. Estar en el entorno donde muchos de tus clientes pasan tiempo suena razonablemente lógico, aunque ello conlleve necesariamente cambios en el estilo comunicativo que no todos entienden. Pero en general, hablamos de conclusiones ya relativamente conocidas. Es a la hora de apuntar la importancia del papel de la alta dirección en el proceso de adopción cuando habitualmente se desmarcan – o, como se decía en la mili, se escaquean – con un “sí, pero no tengo tiempo”.

¿Qué significa exactamente “no tengo tiempo”? El día, seas o no directivo, tiene veinticuatro horas: si alguien encuentra más horas, por favor, que me cuente dónde. En realidad, el “no tengo tiempo” de un directivo es una manera de decir “no le otorgo la prioridad suficiente como para tener la voluntad de dedicarle ese tiempo”. Es un “muy interesante lo que me cuentas, pero no me lo creo, y por tanto, seguiré dedicando mi recurso escaso, el tiempo, a otras tareas que considero más importantes”.

¿Y si lo que un directivo puede aportar a su compañía en las redes sociales se tradujese directamente en dinero? ¿Cuánto vale un canal de comunicación? ¿Una herramienta de gestión de crisis? ¿Un escaparate para las novedades de la compañía? ¿Cuánto vale la influencia? Cada vez más directivos caen en la evidencia, a veces de manera forzada: no solo la web social tiene un potencial aporte de valor económico que justifica dedicarle su tiempo, sino que incluso aparecen empresas que seleccionan a sus directivos en función de su influencia en la misma.

¿No tengo tiempo? Lo que no tienes son claras tus prioridades.



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La batalla de los gigantes de internet, en la portada de The Economist

The Economist dedica esta semana su portada a la batalla de los gigantes de internet, y analiza la lucha por el dominio de la red entre Amazon, Apple, Facebook y Google en un artículo titulado Battle of the internet giants: survival of the biggest, de lectura bastante recomendable. Cuatro compañías impresionantes, con tentáculos que abarcan muchísimos aspectos de nuestra actividad, y que por su tamaño y velocidad de movimientos, están atrayendo la atención de los reguladores de medio mundo.

Pero como muy bien observa MG Siegler, lo más interesante del gráfico de la portada no es la visualización de la lucha entre las compañías que aparecen… sino constatar qué compañía NO aparece en él. Para The Economist, la compañía tecnológica más importante de la última década del siglo pasado ya no es lo suficientemente relevante como para ponerla en su portada.



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29 noviembre 2012

¿En pleno 2012 y aún con estas tonterías?

Hay cosas que, de verdad, hacen que me sienta como si me levantase de la cama y de repente hubiese vuelto a aparecer a finales del siglo pasado. Este correo es verídico, lo acabo de recibir, y viene de una empresa que se llama a sí misma “agencia”, que se supone que hace estas cosas seriamente para sus clientes.

Toma nivel: tú escribe un post de lo que te dé la gana, pon en él dos o tres enlaces a nuestro cliente, disimula engañando a tus lectores para que no se note y “quede natural”, y nosotros te pagamos, en un esquema que te incentiva cuantas más veces lo hagas. Y si crees que le interesa a tus amigos, coméntanoslo o reenvíales el mensaje. Así, entre todos engañamos también al motor de búsqueda, fingimos para una página una relevancia de la que carece, y nos lo pasamos todos fenomenal.

Alucino con que haya todavía, en pleno 2012, empresas que paguen por semejante esquema. Que haya agencias que pretendan venderlo como un servicio serio en lugar de como un burdo engaño. Y que haya páginas que colaboren en este tipo de mecanismos. Pero este correo es una prueba clarísima: los hay. Si eres una empresa y tu agencia te propone este tipo de prácticas y te cuenta que son “lo normal” y que “todo el mundo lo hace”, ya lo sabes: cambia de agencia, porque además de irresponsables, son un fraude. Hablamos de prácticas que Google penaliza. Y sobre todo, que tu empresa, se dedique a lo que se dedique, participe en este tipo de esquemas supone arrastrar su reputación por el fango.

¿Debería quitar los recuadros blancos y exponer el nombre de la persona que me lo envía y el de la agencia? No lo sé. Por ahora, reenviaré el mensaje a Google, a ver si hay suerte y caen al abismo del PageRank cero tanto la agencia como todos sus clientes conocidos.



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28 noviembre 2012

La neutralidad? del dinero

Es sin duda una de las discusiones más relevantes del momento a la que podríamos dar el nombre de “neutralidad del dinero”: hasta qué punto es lícito que una serie de compañías que utilizamos de manera generalizada para hacer nuestros pagos no solo en la red, sino también fuera de ella, puedan decidir, en función de los criterios de un gobierno determinado, no procesar pagos en favor de una empresa determinada. Una empresa contra la que además, en el caso de Wikileaks que ejemplifica esta cuestión, no existía ninguna acusación o condena formulada.

Pues a pesar de la evidente relevancia de la discusión, la Comisión Europea ha rechazado discutir la queja presentada por Wikileaks con respecto a la posible infracción de legislación antimonopolio y vulneración de la libre competencia que supuso el bloqueo bancario extrajudicial impuesto por Visa, Mastercard, PayPal y otras a esta organización, y que conllevó la paralización de fondos por un importe superior a los cincuenta millones de dólares.

Que un gobierno, en virtud de sus intereses, pueda bloquear la actividad de una compañía no radicada en su jurisdicción recurriendo a la asfixia económica es algo que evoca claramente cuestiones como la justicia universal o el policía del mundo. Resulta absolutamente fundamental que este tipo de acciones sean reguladas para poner freno a actuaciones como esta. El estrangulamiento de las donaciones a Wikileaks puede ser importante en sí mismo por lo que significa de freno a un proyecto cuyas actividades son consideradas por muchos como una importantísima contribución a la transparencia, pero lo es más si consideramos lo que supone, de cara al futuro, que la amplia mayoría de los medios de pago estén bajo el control de empresas que pueden responder así ante las presiones de un solo gobierno.

La prueba es clara: para Wikileaks ha resultado prácticamente imposible financiarse una vez que el bloqueo, llevado a cabo al margen de toda ley, se hizo efectivo. Actualmente existen formas de hacerlo, pero fue preciso dar muchas vueltas y buscar muchos subterfugios para hacer dichas donaciones posibles. Mientras no se obligue a aquellas empresas aceptadas como medios de pago a procesar todos aquellos flujos económicos que no respondan a actividades perseguidas judicialmente, la situación será susceptible de ser utilizada para cualquier fin que al gobierno de los Estados Unidos le interese, con todo lo que ello conlleva en términos de transnacionalidad de la justicia o de amenazas a la libre competencia. En el mundo, aparentemente, hay que aceptar una premisa a todas luces inaceptable: que solo se puede competir y llevar a cabo actividades económicas si el gobierno de los Estados Unidos está de acuerdo con ello.

Una situación que coloca a empresas como Visa, Mastercard o PayPal en la posición de ser los supuestos “guardianes morales” de nuestras transacciones; “a este le puedes dar dinero, a este no”, pero en funcion no de nuestras hipotéticas convicciones morales, sino únicamente de las que ellos decidan abrazar en cada momento.La doble moral es evidente: puedes utilizar tu tarjeta de crédito para financiar a sectas, a grupos que fomentan el odio interracial, a cualquier actividad de explotación de las personas como la prostitución, a lo que buenamente quieras… pero no a Wikileaks. Y además, el que no puedas hacerlo no proviene de un fallo judicial, sino simplemente de “presiones”. Presiones que pueden, de un día para otro y como pudimos ver en el caso Wikileaks, dejarte sin presencia en la red y sin acceso a fuentes de financiación.

Prescindir de los servicios de este tipo de empresas en la sociedad actual resulta prácticamente imposible. Yo di de baja, no sin dificultades, mi cuenta de PayPal tras comprobar que no podía utilizarla para hacer donaciones a Wikileaks, y no tener una cuenta de PayPal ya supone, de por sí, una incomodidad en muchos casos. Incomodidad que, a pesar de todo, estoy dispuesto a aceptar. Pero imaginarnos en un mundo prácticamente retrotraído a transacciones en metálico para evitar el uso de tarjetas de crédito resulta, como tal, mucho más complejo. Y eso es, precisamente, lo que debemos plantearnos como sociedad: que una parte fundamental de los instrumentos de pago necesarios para el desarrollo de la actividad económica habitual están, por el hecho de depender de empresas radicadas en los Estados Unidos, sometidas a posibles situaciones de desequilibrio en virtud de criterios arbitrarios. El desarrollo de un marco legislativo que obligue a estas compañías a operar en otros países con arreglo a la legislación de los mismos y no a este tipo de criterios resulta, sin duda, cada día más necesario.



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27 noviembre 2012

Telecinco vs. Pablo Herreros: ¿bien está lo que bien acaba?

Finalmente, Telecinco retira la querella contra Pablo Herreros a cambio de una breve declaración cosmética del segundo en una nota de prensa conjunta emitida desde Mediaset España en la que dice que Pablo:

“reconoce la libertad de los anunciantes para gestionar sus acciones de publicidad independientemente de los contenidos de cualquier medio de comunicación y, en definitiva, que los anunciantes no pueden ser responsabilizados de los actos de los medios de comunicación en los que publicitan sus productos.”

La frase es, a todas luces, banal, un mero “sácame de aquí”: por supuesto que tanto Pablo como cualquiera en su sano juicio reconoce la libertad de los anunciantes para hacer de su capa un sayo… al mismo nivel que está la libertad de los consumidores para dejar de comprarlas. La frase, como tal, no quiere decir nada ni garantiza absolutamente nada. Si Telecinco quiere comprobarlo, lo tiene fácil: que vuelva a pagar a un delincuente por ser entrevistado en un programa, y ya verá lo que pasa.

Las firmas de casi ciento setenta mil personas (y creciendo a ritmo todavía elevado), unidas a la evidencia de acciones cada vez más acentuadas en las redes sociales, han sido suficientes como para que la cadena, presionada por las marcas y por la opinión pública, dé marcha atrás en su absurda querella contra una persona que no había hecho más que encabezar una acción popular con un gran apoyo. Queda en el aire la cuestión fundamental, qué  ocurre con las entrevistas pagadas a delincuentes, pero no puede culparse a Pablo por ello: bastante tiempo ha pasado ya en plena línea de fuego. Ahora, analicemos la jugada y veamos hasta qué punto, desde mi humilde punto de vista, bien está lo que bien acaba:

Por un lado, la cuestión principal, la de las entrevistas a delincuentes: Telecinco se negaba a aceptar el condicionante de dejar de hacerlas, porque lo consideraba un ataque a su libertad para escoger sus contenidos, y porque temía sentar un peligroso precedente que llevase a que, a partir de ahora, apareciesen plataformas presionando a los anunciantes para que no se emitiesen contenidos de cualquier otro tema que concitase suficiente nivel de rechazo popular. Bien, no han firmado. Pero dudo mucho que ellos o cualquier otra cadena, a volver a pagar a un delincuente para ser entrevistado en un programa. Si alguien es tan iluso como para creer que esta simple nota de prensa iba a evitar que el tema volviese a suceder, es que su optimismo raya en lo patológico. No, las cosas no funcionan así. Se ha establecido una línea roja en torno a este tema, y si Telecinco o cualquier otra cadena vuelve a incidir en el tema, la cosa volverá a saltar, aunque seguramente con un Pablo diferente. De hecho, mi recomendación a Telecinco para una salida digna es que presione a otras cadenas buscando una autorregulación muy necesaria en este tema.

Por otro, lo que para mí resultaba también extremadamente importante, por razones que a todos los que me seguís habitualmente no se os escapan: el uso de instrumentos jurídicos para callar la boca de quienes critican a una compañía, los llamados  SLAPP, Strategic Lawsuit Against Public Participation, o "pleitos estratégicos contra la participación pública". La querella contra Pablo Herreros era a todas luces demencial, porque afirmaba que una acción popular en la que se invita a los consumidores a no consumir productos de una serie de marcas podía constituir un delito de “amenazas”. Una querella así nunca podría haberse ganado, porque supondría un recorte salvaje a la libertad de las personas de consumir lo que quieran, de votar con su bolsillo, o de tomar opciones personales a la hora de escoger la marca que consumen. Los boicots son una respuesta colectiva completamente lícita, e invitar a los mismos no es en ningún caso una amenaza, responde a la libertad inalienable de las personas.

La conducta de Telecinco en todo esto puede ser calificada con una palabra: irresponsable. Es irresponsable volver a poner a las marcas en el disparadero de una acción popular legítima. Y es ilusorio pensar que por haber llegado a un acuerdo en un tema que jamás debieron reabrir, esto no va a volver a suceder. Habrá peticiones a marcas para que retiren su publicidad de un medio de comunicación siempre que haya una persona con suficiente tirón para encabezarlas y una causa que un número suficiente de personas considere justificada. La vida es dura, Telecinco: si tu negocio consiste en congregar pares de ojos, segmentarlos someramente y venderlos a unas marcas, tendrás que entender que esos pares de ojos tienen, desde que internet lo permite, capacidad de organizarse y de pensar por sí mismos. A las personas corresponderá, en cada momento, decidir qué causas cuentan con su apoyo y justifican que se dirijan a las marcas, o no lo hacen. El debido reconocimiento a una cadena que, aunque haya sido muy tarde y bajo una fuerte presión, ha terminado por verlo así y por ser lo suficientemente flexible como para actuar en consecuencia.

La acción popular es, cada día más, un factor a tener en cuenta. Las marcas no pueden ignorarlo, porque hacerlo vulnera su credibilidad y, en muchos casos, se convierte en un incumplimiento flagrante de su compromiso de responsabilidad social corporativa. Para las marcas, lo que empezó con peticiones de firmas y páginas de boicot, continuó con peticiones a través de Facebook y Twitter, y empezaba ya ayer por la noche a convertirse en viñetas y descalificaciones a cada cual más ingeniosa y trabajada, con gran capacidad para convertirse en virales, y con posibilidad de dañar seriamente su reputación. La capacidad de organización es intrínseca al desarrollo de la web social y de iniciativas como Change.org y afines, y se ha convertido en una realidad con la que todas las empresas, sean anunciantes o medios, tienen que aprender a vivir. Si trabajas en una marca, tendrás que estar pendiente de en qué momento puedes estar, aunque sea sin saberlo, financiando algo que irrite a tus consumidores, y estar dispuesto a dejar de hacerlo si un número de éstos que te parezca suficientemente significativo te pide que lo hagas. No, no es un mundo tranquilo, ni sencillo. Antes lo era más, sin duda. Pero es lo que hay. Un triunfo para la fuerza de las personas cuando algo les lleva a actuar conjuntamente. Y una última apreciación: esto no va a quedarse en las relaciones entre anunciantes y medios: va a afectar a toda la economía, y a lo que no lo es. Es, sencillamente, un entorno diferente, con reglas diferentes.



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Sobre hackers, hoteles y puertas

Seguro que has visto una cerradura como la de la foto en la puerta de tu hotel un montón de veces: es el modelo HT24 fabricado por Onity, y está instalado en más de cuatro millones de habitaciones en hoteles de todo el mundo. Además de por su forma, la reconocerás porque en la parte inferior tiene un pequeño orificio para un jack de los que suelen usarse para corriente eléctrica, pero que en este caso se utiliza para datos.

El pasado 24 de julio, en la conferencia de seguridad Black Hat, Cody Brocious, investigador de seguridad e ingeniero de software en Mozilla, presentó un paper con una importante vulnerabilidad asociada con esa cerradura. El llamado lock picking es una tradición en las comunidades hacker desde el inicio de los tiempos, cuando se utilizaba en las universidades para abrir despachos de profesores. El paper de Brocious detalla cómo construir y operar un dispositivo relativamente sencillo basado en una plataforma Arduino que permite, al ser enchufado al conector inferior de la cerradura Onity HT24, abrirla de manera tan inmediata como vemos en este vídeo:

 

 

¿Reacción del fabricante de las cerraduras al enterarse de la publicación del paper? Precisamente lo que jamás hay que hacer ante una comunidad hackerquitarle importancia proclamando que el método era poco fiable y de desarrollo muy complejo. La ética hacker habitual suele ofrecer primero las vulnerabilidades descubiertas para propiciar que sean arregladas, pero si encuentran al otro lado reacciones como desprecio o amenazas, las hacen públicas. En la adecuada comprensión de esta ética hacker está el que para tu empresa, los hackers funcionen como un sistema de alerta temprana o como una auténtica pesadilla.

En este caso, la elección fue clara: tras la publicación de la nota y la poco satisfactoria propuesta de solución ofrecida por al compañía, que pretende además que el necesario arreglo sea costeado por los propietarios de los hoteles, aparecieron en YouTube varios vídeos mostrando cómo construir y operar el dispositivo, y personas que refinaron el mismo hasta ser capaces de empaquetarlo en una carcasa de iPhone o incluso en un rotulador de pizarra. Y, lógicamente, en poco tiempo, lo que tenía que ocurrir: los primeros casos de robos en habitaciones de hotel llevados presuntamente a cabo según este método.

¿Lecciones? La primera y evidente, que en un mundo basado en bits, la circulación de los mismos resulta muy difícil o imposible de detener. Una cerradura que se abre con bits, y una vulnerabilidad de la misma esparcida a través de la red, con un alcance ilimitado y que tampoco puede ser frenado. Hace años, cuando un nuevo modelo de automóvil salía al mercado y aparecía un método para abrirlo, la información circulaba por “los bajos fondos” de manera discreta entre “iniciados”, mientras algunos se iban aprovechando de ella. Hoy, aparece en un vídeo en YouTube, al alcance de todo el mundo: como usuario, ¿qué opción prefieres?. La segunda derivada, la importancia de la relación con las comunidades hacker que rodean a tu producto. En este caso, nada como trabajar directamente con quien descubre la vulnerabilidad para intentar poner coto a la misma, otorgando al tema la adecuada importancia, sin ser desafiante o arrogante, y sin provocar reacciones adversas. Y la tercera, que si llegas a tu hotel y ves que la cerradura es como esta… no dejes según qué cosas en la habitación (ni siquiera en la caja fuerte, o al menos, ya por terminar de fastidiar, comprueba antes si no se abre con una contraseña obvia por defecto como ocurre en muchos casos)…



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26 noviembre 2012

Deconstruyendo el smartphone

Nos ha llevado muchos años llegar a un desarrollo como el smartphone: pequeño, ligero, potente, con una interfaz de usuario razonablemente buena… para muchos, el smartphone forma ya casi una parte inseparable de sí mismos, una prolongación prácticamente natural de su cuerpo y de sus sentidos que viaja de manera permanente en su bolsillo, duerme en su mesilla de noche, hace de despertador, de radio, de reproductor de música, de mapa, de monitor de ejercicio, etc.

Y sin embargo, algunos desarrollos recientes parecen indicar que podríamos estar avanzando hacia el fin del concepto smartphone entendido como tal. No pasado mañana, y no sucedido por otro tipo de dispositivos, sino víctima de un proceso gradual de deconstrucción de sus funciones, de fragmentación.

El smartphone, después de todo, puede dividirse, como hacíamos con los ordenadores de sobremesa convencionales, en una CPU y una serie de periféricos. En el caso de los ordenadores de sobremesa clásicos, la división era clara: la CPU estaba dentro de una caja y contenía procesador, memoria, placa base, tarjeta gráfica, etc. Los periféricos eran, por ejemplo, de entrada (teclado, ratón, escáner…), de salida (pantalla, impresora…) o mixtos (pantalla táctil y otros). Cada uno, por lo general, separado y diferenciado en un dispositivo diferente.

En el smartphone, todo está metido en una misma caja con tamaño de bolsillo. Un hecho que, unido al tamaño y eficiencia de las baterías, condiciona en gran medida sus posibilidades de diseño. Pero recientemente, estamos viendo una serie de desarrollo que parecen destinados a mover una parte de los dispositivos del smartphone hacia fuera de su diminuta caja, y a convertirlos en dispositivos separados, aunque no independientes: las ya muy comentadas Google Glass, por ejemplo, o la reciente patente solicitada por Microsoft para un dispositivo parecido no son, en realidad, más que formas de tomar la información producida por un smartphone o dispositivo similar (si se quiere dotar a las propias gafas de capacidad de proceso, el peso aumenta sensiblemente y los compromisos en el diseño se hacen muy complejos)  y mostrarla al usuario en una interfaz alternativa, con menores limitaciones de tamaño, y nuevos problemas derivados de una atención superpuesta a la realidad. Si añadimos interfaces de voz, proyectos como SiriSherpa o afines – ante los que, tras mi experiencia de uso, me sigo mostrando sumamente escéptico – hablamos de maneras de llevarse la interacción desde un teclado o pantalla táctil, a un interfaz mucho más libre de condicionantes de diseño. O el llamado smartwatch, reloj de muñeca convertido en realidad en pantalla interactiva que, además de mostrar la hora, hace de interfaz para funciones como la interacción con apps, la reproducción de música o la gestión de llamadas.

Llega un momento en que parece que podríamos plantearnos separar el smartphone en componentes: una “caja” con procesador, memoria, batería, GPS, acelerómetros y componentes afines, que se comunica a través de una Personal Area Network o PAN con una pantalla remota ubicada en el reloj o en las gafas, con un auricular, y con dispositivos que van desde un teclado plegable de bolsillo hasta simplemente con la voz para plantear la interacción de usuario. O lo que pueda ir surgiendo a partir de esa idea. Cada vez que salgo a hacer ejercicio, pienso en lo conveniente que sería, en lugar de tener que consultar la pantalla del smartphone para ver los parámetros del mismo (kilómetros recorridos, calorías quemadas, ritmo, mapa, etc.), poder verlos en una capa que se superpone a la realidad. Y ese es solo uno de infinitos posibles ejemplos.

¿Fin de la era smartphone? ¿Lógica evolutiva? ¿O simplemente ciencia-ficción?



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25 noviembre 2012

Responsabilidad social corporativa y web social, artículo en Ser Responsable

Sandra Sevillano me pidió, a mediados del pasado verano, un artículo sobre la relación entre la responsabilidad social empresarial o corporativa y la web social, para la revista Ser Responsable.

Lo titulé simplemente “RSE y web social” (pdf), y me llegó en versión papel al despacho el pasado viernes, muy a tiempo para poner encima de la mesa la discusión sobre lo incoherente e incompatible que resulta para las grandes empresas hacer gala en sus memorias de pomposas políticas de responsabilidad social, pero no inmutarse cuando más de ciento cincuenta mil personas a través de las redes sociales les solicitan que eliminen su publicidad de Telecinco porque esa cadena se dedica a pagar a criminales o a atentar contra la libertad de expresión llevando a los tribunales a quienes les afean esa práctica.

Por el momento, únicamente Trivago ha anunciado en su página de Facebook que retira su publicidad de Telecinco. Una empresa online, acostumbrada por el contexto en que se mueve a escuchar a la red, y que demuestra con su gesto ser sensible a las preocupaciones de sus usuarios, como debe ser. Muchos otros anunciantes aún no han dicho ni pío, a pesar de los numerosos mensajes y evidencias que están recibiendo. Empresas que están demostrando que eso de la responsabilidad social era simplemente una chorrada para hacer bonito y rellenar páginas en la memoria corporativa. Que entre los consumidores y un trasnochado matón de barrio, optan por estar a bien con el segundo. Que las páginas de Facebook no las tienen para escuchar a sus clientes, sino simplemente porque “se lleva mucho”. Si eres consumidor de esas marcas, ya sabes a qué criterios atenerte cuando consumas.

A continuación, el texto completo del artículo:

 

RSE y web social

La web social ha supuesto, sin duda, un cambio enorme en la forma en que las empresas se relacionan con su entorno. Aunque algunos directivos, llevados de un inmovilismo que empieza a resultar ya casi un “síndrome del hombre desactualizado”, insistan en seguir viendo las redes sociales como algo frívolo o peor, como una “pérdida de tiempo”, contamos ya con abundantes pruebas que indican que una empresa no puede llevar a cabo su labor adecuadamente, sea cual sea ésta, si ignora uno de los cambios más importantes que el entorno ha sufrido en los últimos tiempos: el paso de canales de comunicación unidireccionales a bidireccionales.

Varias frases anunciaban ya el cambio en ese libro visionario y recomendable publicado en 1999 y titulado The Cluetrain Manifesto: desde lo más genérico formulado en su primera tesis, “los mercados son conversaciones”, hasta algunas otras ya más directas y enfocadas a la comunicación: “en sólo unos pocos años, la actual ‘voz’ homogenizada del mundo de los negocios – el sonido de misiones corporativas y folletos oficiales – parecerá tan rebuscada y artificial como el lenguaje de la corte francesa en el siglo XVIII”, o “queremos tener acceso a tu información corporativa, a tus planes y estrategias, a tus mejores ideas y a tu conocimiento genuino. No nos vamos a conformar con tus folletos a cuatro colores, o con tu Web sobrecargado de chucherías visuales pero con muy poca sustancia”. Quien no quiera ver el mensaje, que lo haga a su propio riesgo, pero no al de sus accionistas: las empresas que no se adapten, sufrirán y perderán valor. Y no hablamos de adaptaciones cosméticas, de poner “un blog corporativo por aquí” o “una página en Facebook por allá”: falsos, alambicados y subcontratados a la agencia de turno. Hablamos de cambios profundos en la percepción de la misión de la empresa y en su forma de relacionarse con todo lo que la rodea, desde clientes hasta proveedores, trabajadores, periodistas, analistas o la sociedad en su conjunto.

En un entorno así, la responsabilidad social empresarial o corporativa (RSE) se inscribe de una manera completamente natural, mucho más natural, de hecho, que en sus inicios, cuando era en muchos casos una manera casi cosmética de “cubrir el expediente” o de intentar ocultar carencias en planteamientos básicos y fundamentales en la manera de entender el papel de lo corporativo. Es bien sabido que la contribución activa y voluntaria de las empresas a la mejora de su entorno social, económico y ambiental está pasando de ser un conjunto de acciones destinadas a aparecer en un folleto o memoria corporativa, a ser una genuina expresión de valores y creencias que determinan en gran medida la relación entre dicha empresa y todos los estamentos que la rodean. La capacidad de atraer talento, el atractivo ante los mercados o la imagen ante medios y analistas están cada día más condicionadas por este tipo de iniciativas, y la frontera que antes se situaba entre el tenerlas y el no tenerlas se sitúa ahora mucho más allá: a la empresa no se le exige solo tener un departamento o un programa de RSE, sino que, además, ese departamento o ese programa respondan a una actitud genuina, real y coherente con todas las actuaciones de la empresa en su conjunto.

La comunicación juega una parte importante en toda agenda de RSE, y es en este sentido donde es cada día más importante tener en cuenta a la web social. No por “ponerlo bonito”, sino por comunicar bidireccionalmente y en las condiciones adecuadas. Hablamos de una revolución en la forma de comunicar que trasciende con mucho el ámbito de la RSE y se mete de cabeza en cuestiones como el marketing en su conjunto: una empresa que únicamente lleve a cabo comunicación unidireccional con sus clientes actuales y prospectivos mal podrá caer en brazos de las herramientas de la web social a la hora de comunicar sus acciones de RSE, porque, sencillamente, pecará de falta de coherencia. Si para venderme productos o servicios te dedicas a bombardearme con mensajes unidireccionales, a interrumpirme a gritos, a llamarme a casa a la hora de la cena o a molestarme sin piedad, no vengas después a contarme con palabras dulces en un blog o en una página en Facebook lo bonitas que son tus acciones de RSE, porque no me las voy a creer. Solo si demuestras por la vía de los hechos tu voluntad de hablarme como se habla a las personas entenderé que haya cosas sobre las que quieras mantener una conversación.

Y en realidad, esa es la palabra clave: conversación. La RSE se ha convertido, en muchos casos, en un púlpito al cual se sube la empresa para vocear lo buena y lo responsable que es. Una actitud así es, de nuevo, completamente incompatible con el concepto de la web social. Los mejores bloggers afirman que, incluso cuando se trata de académicos prominentes, expertos reconocidos o personas que han dedicado miles de horas a estudiar un tema, nunca escriben desde la erudición o desde una posición de “soy el que más sé de esto”, porque siempre hay alguien ahí fuera que sabe más que tú de un tema determinado. En RSE ocurre exactamente lo mismo: toda acción de RSE, por nobles que sean o parezcan sus propósitos, es susceptible de dobles interpretaciones, comentarios, críticas o, simplemente, de servir de canal de traslado de otras quejas relacionadas con la empresa. En este sentido, la comunicación debe ser transparente y bidireccional: borrar las críticas o no contestar a quien se interesa o comenta, dejando aparte actitudes marcadamente antisociales o carentes de una mínima educación, revela claramente una actitud equivocada. No es “contar en la web lo buenos que somos y lo bien que lo hacemos”, sino exponernos en la web al pensamiento colectivo, que puede incluir reproches, precisar de explicaciones adicionales, o simplemente estar ahí para responder.

La RSE necesita de la web social para terminar de darle sentido, y no solo en su comunicación, sino en cuestiones que van mucho más allá, y que trascienden con mucho su propia función. Prepárese para un cambio profundo.

 



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24 noviembre 2012

Entrevistado en Lacaffe.es

Daniel Lisbona y Álvaro Estallo vinieron a entrevistarme al despacho para Lacaffe.es, pero buscando localizaciones más inspiradoras acabamos en Area 31, el espacio multifuncional que IE Business School estrena este año en los bajos del edificio de María de Molina 31, dedicado a temas relacionados con emprendedores, presentaciones de proyectos, networking, inversores, mentores y eventos relacionados. Yo creo que fue algo más de una hora de entrevista, y tanto la selección de cortes como el cuidado montaje me parecen verdaderamente bien hechos, de esas (pocas) veces que como entrevistado te quedas contento con el resultado.

Son siete minutos y medio, y la han titulado “Enrique Dans: hay posts que escribo y posts que disparo“. Hay algunos extractos más en el texto que acompaña a la entrevista en la página de Lacaffe.es.

 



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23 noviembre 2012

Telecinco y la paranoia, mi columna de esta semana en Expansión

Mi columna de hoy en el diario Expansión se titula “Telecinco y la paranoia” (pdf), y  resume el estupor que me generó leer la nota de prensa difundida por la cadena como intento de justificar la querella que han interpuesto contra Pablo Herreros por el asunto “La Noria”. En ella, la cadena pretende que un derecho absolutamente inalienable de los ciudadanos, como el de consumir o no consumir una marca determinada en función del criterio que estimen oportuno, constituye de alguna manera una “amenaza”. Podría explicar de mil maneras cómo una convocatoria púbica a no consumir una marca o a solicitar a unas empresas que no se anuncien en una cadena no puede bajo ningún concepto constituir un delito de amenazas, pero después de leer ayer a Bosco Algarra en su entrada titulada “A Telecinco se le han fundido los cables con Pablo Herreros. Cuatro pruebas irrefutables” creo que lo mejor que puedo hacer es directamente entrecomillarle:

Telecinco parece olvidar que el boicot es una herramienta de protesta en una sociedad democrática. ¿Acaso creen son los únicos? Un boicot se hace por cualquier cosa, con mayor o menor razón. Hay gente que no compra cava catalán. Otros no acuden a restaurantes que se niegan a celebrar bodas de homosexuales. Otros no quieren ver Cuatro TV porque en unos de sus programas cocinaron a un cristo. Hay ecologistas boicotean a las empresas que venden pieles; hay chinos que se niegan a entrar en negocios japoneses, incluso norteamericanos que han llegado a boicotear a las patatas fritas francesas… Señores de Telecinco: ¿en qué mundo viven? La gente hace lo que le da la gana, y está en su perfecto derecho. Incluso aunque no tenga razón. La misma sociedad que conecta con Terelu o que compra los productos que anuncian en sus programas, es la que se molestó por aquella entrevista tan repugnante de La Noria. No hay conspiraciones. ¿Tan difícil es de entender? Quizá les convenga reflexionar que detrás de su audiencia no sólo hay consumidores. También hay personas, con inteligencia y voluntad. Y libertad.”

Ayer por la tarde, con mi columna ya escrita y entregada a Expansión la noche anterior, acudí a Telecinco, convocado a una reunión por su director general corporativo y su directora de comunicación. En la reunión, la palabra “amenazas” estuve presente todo el tiempo, y mis intentos por hacerles ver que ahí no había amenazas de ningún tipo fueron completamente inútiles: exigían que de alguna manera, Pablo Herreros “se disculpase” por presionar a sus anunciantes. Me vi con Pablo nada más salir de la reunión, pero como esperaba, su voluntad se mantiene completamente firme: no solo sabe que no ha hecho nada malo, sino que mantiene el mismo inquebrantable fin: que Telecinco se comprometa a no volver a pagar a delincuentes por acudir a un programa a contar sus delitos. Un extremo al que Telecinco, aparentemente, se niega.

La actitud de Telecinco es, según comentaron ayer, una defensa de su independencia y línea editorial. Mi opinión es que eso es tan solo una excusa para poder seguir haciendo lo que quieran con el fin de generar audiencia. En ningún caso se pretende atacar la línea editorial de Telecinco, ni abrir una vía para influenciar sus contenidos: se busca evitar un fenómeno repugnante con fortísimas connotaciones morales: que los delincuentes se dediquen a “hacer el paseíllo” tras sus fechorías para pagarse la indemnización o incluso enriquecerse si el postor sube la puja lo suficiente. Lo dicho: repugnante. E inaceptable.

Telecinco pretende comparar las presiones de “las redes sociales” con las que recibió por parte del poder político cuando sostuvo posturas polémicas contra el gobierno de turno, por ejemplo, en contra de la guerra de Irak o durante la catástrofe del Prestige. Pretenden que si hoy transigen con el caso de Pablo Herreros, mañana deberían transigir cuando una protesta similar les exija que cambien su línea editorial o se inclinen ideológicamente en un sentido determinado. Poco parecen observar el panorama mediático español, en el que cadenas completamente radicales en su tratamiento de la información no han sido nunca objeto de peticiones similares. No, las treinta mil firmas del caso “La Noria” y las más de ciento treinta mil que ahora defienden a Pablo Herreros no tienen NADA que ver con un ataque a la libertad de expresión. Son algo completamente distinto. La libertad de expresión no incluye, o no debería incluir, que los delincuentes se lucren dando cuenta de sus delitos ante una audiencia convocada en modo de buitres carroñeros. Aunque esa audiencia, de hecho, pueda existir como tal (que no toda la culpa la tiene quien la emite, también quien la consume).

La solución no es, como muchos maximalistas comentan, dejar de ver Telecinco. A la cadena le trae completamente sin cuidado que dejes de ver sus contenidos, siempre y cuando no seas uno de los pocos que tienen instalado un audímetro. En su miopía, las cadenas de televisión se han acostumbrado a gestionarse según métricas incompletas, características del mundo unidireccional del siglo pasado: mientras el muestreo de los audímetros siga diciendo que el contenido funcionó y fueron líderes en una franja determinada, todo vale. Dejar de ver Telecinco no genera ningún tipo de presión palpable, ni contribuye a nada más que a consolarse con un gesto tan inútil como dar un puñetazo a una pared.

Perdón por decir obviedades, pero… los espectadores no somos clientes de las cadenas de televisión. Los espectadores somos simples pares de ojos que constituyen la materia prima que las cadenas comercializan a sus anunciantes. Por tanto, lo lógico es que las protestas se estructuren ante aquellos con los que puedes ejercer algún tipo de presión, en este caso las empresas de las que eres cliente, cuyos productos consumes. Eres completamente libre, por mucho que proteste y se querelle Telecinco, de consumir lo que te dé la gana, o de dejar de consumir en función de cualquier criterio que se te pase por la imaginación, válido o no. Es perfectamente lícito y democrático convocar a otros consumidores a que no consuman por las razones que quieras. Y si un juez va y dice que eso constituye de alguna manera un delito, se equivocará y tendrá que ser rectificado por instancias superiores. Tal posibilidad es sencillamente impensable.

Pero vayamos más allá: ¿realmente tenía Telecinco algo que ganar con su querella a Pablo Herreros? La respuesta evidente es no. Ni ganándola, ni perdiéndola. Y lo que sí ha hecho Telecinco, de manera completamente previsible por cualquiera con dos dedos de frente es, de manera totalmente frívola, perjudicar a sus anunciantes, a esos a los que debería proteger por encima de todo, poniéndolos en la incómoda situación de volver a ser objeto de peticiones de sus clientes. Los clientes no amenazan a las marcas: simplemente les solicitan, y por lo general con corrección, que dejen de anunciarse en una cadena que va por el mundo ejerciendo de matón de barrio. Los clientes pedimos a las marcas que no se anuncien en Telecinco o que, sin persisten en hacerlo, dirigiremos nuestro consumo a marcas que no lo hagan. Es una opción completamente lícita, que las marcas deben valorar. Deben estimar si es adecuado mostrar una sensibilidad de cara a sus clientes finales, a los que se rascan el bolsillo para adquirir sus productos o servicios, o prefieren ponerse del lado del matón que frívolamente ha arrojado la pelota a su tejado. Para las marcas, Telecinco, con toda su indudable audiencia y su llegada al target, es, a día de hoy, una opción con la que solo pueden perder. Una alternativa perdedora. Para marcas como L’Oreal, Trivago, Ferrero, P&G, García Carrión, Carrefour, Orange, El Corte Inglés, Mattel, Nestlé España, Danone, Bimbo, Peugeot, Sony, Mutua Madrileña o Vodafone, la alternativa de llegar a su audiencia a través de Telecinco en este momento y mientras Telecinco no dé su brazo a torcer, es una propuesta envenenada, una forma de enfrentarse y despreciar a unos clientes que respetuosamente les piden que actúen como sus aliados. Y despreciar e ignorar a tus clientes nunca ha sido una estrategia competitiva sostenible, como por otro lado demuestra claramente la propia Telecinco. Las marcas no deberían sentirse atacadas, porque lo que se está haciendo es, lisa y llanamente, pedirles que ejerzan su compromiso con la responsabilidad social. Sí, esa que hay que llevar más allá de los gestos puntuales y los folletos corporativos.

Mi columna de hoy no defiende a Pablo Herreros, por mucho que me parezca que es una persona cabal, que ha hecho muy bien, y que ojalá hubiese más ciudadanos como él. Mi columna defiende a la sociedad civil, defiende la libertad de los ciudadanos para manifestar su voluntad y para expresarla con sus actos. Defiende que pueda haber un Change.org que dé vehículo a esas expresiones.

A continuación, el texto completo de la columna:

 

Telecinco y la paranoia

Telecinco se querella por un importe millonario contra Pablo Herreros, un blogger que el año pasado solicitó a las empresas que se anunciaban en La Noria que dejasen de hacerlo, porque ese programa había pagado a la madre de un criminal. La petición, con el apoyo de más de treinta mil personas, desencadenó una tormenta que culminó, debido a la pésima gestión de la cadena, con la suspensión del programa.

¿Que alega Telecinco en su querella? En una nota de prensa, viene a decir que no está dispuesta a tolerar “amenazas a sus clientes”. ¿Amenazas? ¿Qué entiende Telecinco por “amenazas”? ¿A qué nivel de paranoia corporativa se puede llegar para entender que una petición mayoritariamente respetuosa de una serie de consumidores a unas marcas que habitualmente consumen y a las que piden que no se anuncien en una cadena es algún tipo de “amenaza”? ¿Es que no entra en la libertad individual de un consumidor pedir a una marca que no se anuncie en una cadena? ¿Dónde está la “amenaza”?

Según la paranoica lógica de Telecinco, los clientes “amenazan” cuando dicen que van a dejar de comprar una marca. A ver: no comprar algo es un derecho inalienable de todo cliente, como lo es el manifestarlo públicamente. Las únicas “amenazas” y “conspiraciones” que existen en un movimiento ciudadano ampliamente respaldado y generado no por Pablo Herreros, sino por  las acciones de la propia Telecinco, están en la calenturienta imaginación de los ejecutivos de la cadena.

La querella contra Herreros generó en un solo día cien mil adhesiones a un grupo de rechazo creado en Change.org, una plataforma en la que la identidad se gestiona de una manera bastante robusta. Cien mil personas en veinticuatro horas, dispuestas a pedir a los anunciantes que abandonen Telecinco. No “amenazas”, sino peticiones educadas y respetuosas. El problema de Telecinco no son las “amenazas”, sino entender que la sociedad se ha convertido en bidireccional.



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22 noviembre 2012

Un mundo libre y sin restricciones depende de una red libre y sin límites

Google crea una página invitando a tomar acción frente a la peligrosísima reunión de la World Conference on International Telecommunications (WCIT) del 3 al 14 de diciembre en Dubai, en la que los gobiernos pretenden nada menos que sentarse a negociar las bases de lo que quieren que sea la red del futuro. Lo has oído bien: los gobiernos, entre los que están los de los cuarenta y dos países que se dedican a filtrar y censurar la red a la que pueden tener acceso sus ciudadanos o los que coartan su libertad de expresión, pretenden sentarse en una reunión a puerta cerrada y con actas confidenciales para tomar decisiones que condicionarán la futura regulación de la red que utilizamos todos. Solo los gobiernos, sin escuchar ni dar papel alguno, ni voz, ni voto a los ciudadanos, a los ingenieros, a los expertos o a las empresas que construyen los productos y servicios que utilizamos todos los días.

La Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU), una agencia dependiente de Naciones Unidas, no es el sitio adecuado para tomar decisiones sobre la red. La red no es de los gobiernos, es de todos, y exige foros globales en los que todos podamos tener voz y voto, en el que la voz de un usuario pueda escucharse al mismo nivel que la del gobierno que pretende censurarla. Pretender que sean únicamente los gobiernos quienes regulen la red es apostar por la censura, por las trabas a la innovación, por las fronteras artificiales, por las tarifas y por el control, porque la gran mayoría de los gobiernos ven la red como una amenaza a su estabilidad, un mayor poder para los ciudadanos, algo que en varias ocasiones ya se les ha escapado de las manos y no han sido capaces de controlar. La reunión de la ITU es precisamente eso: un desesperado intento de la clase política por tomar las riendas de la red.

La red ha provocado la disrupción de muchas industrias. Ahora queda la disrupción de la más importante de todas ellas, la que tiene mayor influencia sobre nuestras vidas: la política. La conferencia de la ITU es el último gran intento de “lo viejo” para tomar el control sobre “lo nuevo”: una auténtica aberración. Infórmate.

 

 



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A free and open world depends on a free and open web

Una página creada por Google al hilo de



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21 noviembre 2012

Con Pablo Herreros: pide a los anunciantes que retiren su publicidad de Telecinco

Telecinco filtra a El País la presentación de una querella por supuestos delitos de amenazas y coacciones contra Pablo Herreros por los sucesos que tuvieron lugar a finales del año pasado y que, tras el que posiblemente pueda calificarse como uno de los peores ejemplos de gestión de crisis de la historia, terminaron con la cancelación de La Noria. Si quieres un relato completo de la historia narrado por el propio Pablo, tienes esta presentación que publicó en su blog al cumplirse un año del caso.

La decisión de encausar a Pablo es lo peor que Telecinco podía haber hecho. Soy completamente incapaz de entender las absurdas razones de la cadena para reactivar un caso que ya estaba prácticamente cerrado en la memoria colectiva de los espectadores. Me encantaría conocer al iluminado que tomó la decisión de presentar una querella alucinante y mal planteada, en la que se reclaman penas económicas y de cárcel completamente demenciales, y que supone tan solo una manera de arremeter contra una persona que está representando a muchísimas más. Pablo es simplemente el mensajero, la persona que tomó la decisión de moverse primero, de tomarse el trabajo de apuntar las marcas que se habían anunciado en el desgraciado episodio de La Noria, y de escribir la petición que dio lugar al movimiento. Lo único que pretende Telecinco con su querella es elevar las barreras de entrada a quien quiera plantear una protesta o actuación contra ellos: una querella de este tipo obliga a quien la recibe a gastarse dinero en abogados y procuradores, y a perder tranquilidad mental. Las pérdidas económicas en las que Telecinco incurrió son tan solo responsabilidad de Telecinco, por renunciar a entender las razones que había detrás del movimiento y empeñarse en turbias conspiraciones instigadas por supuestos competidores que existían únicamente en su imaginación.

Conozco bien a Pablo Herreros, desde hace ya bastante tiempo: es una persona de principios, recto y cabal, incapaz de plantear ningún tipo de conspiración tan rocambolesca como la que planteaba Telecinco, y que ya había reaccionado anteriormente ante temas similares que también nos indignaron a muchos. Sin embargo, he utilizado en muchas ocasiones ya en mis clases el caso La Noria documentado a partir de los hechos, y en varias ocasiones me he encontrado en el aula con alumnos procedentes de Telecinco: todos ellos parecían haberse tragado la absurda “teoría de la conspiración”, y aseguraban sin conocer a Pablo de nada que estaba en la nómina de Antena 3 y que la cadena rival estaba detrás de los hechos. Esa conspiración, además de completamente absurda, es FALSA. Solo existe en la imaginación de Telecinco, y es además un insulto a la inteligencia de todos los que apoyamos la petición de Pablo: para Telecinco, somos una panda de idiotas manipulados. Desconocen completamente el principio que afirma que se puede engañar a unos pocos durante mucho tiempo, o a muchos durante poco tiempo, pero nunca a todos, todo el tiempo. La absurda conspiración no aparece porque sencillamente NO EXISTE.

La demanda de Telecinco tiene un nombre en la legislación anglosajona, nombre que me suena mucho en lo personal: es claramente un caso de SLAPP, Strategic Lawsuit Against Public Participation, o "pleito estratégico contra la participación pública", denominado por algunos "Spurious Litigation Against Public Participation",  y muy parecido al que Promusicae intentó utilizar contra mí y que perdió en primera instancia. Lo único que se pretende es elevar las barreras de entrada percibidas para quienes protestan, que a partir del pleito se plantean qué pasa si, por el hecho de protestar, se encuentran con una acción similar. Son acciones largas, destinadas a agotar al denunciado, que suelen ser apeladas, y que se prueban claramente con hechos como el que me ocurrió en mi juicio: tras haberme citado a declarar y, por tanto, obligarme a aparecer ante el juez (en mi caso pensaba acudir de todas maneras… era la primera vez que alguien me denunciaba y tenía curiosidad por ver cómo se desarrollaba aquello), renunciaron directamente a hacerme preguntas. Tras perder, y no solo perder, sino hacerlo con un alegato del ministerio fiscal mucho más duro con ellos que el de mi propio abogado, apelan a la siguiente instancia, lo que te lleva a tener que gastarte más dinero en abogados y procuradores. And so on, and so forth, que diría un angloparlante… Sin ninguna duda, Pablo tendrá que prepararse, aunque gane, para un tratamiento similar. Entiendo perfectamente cómo se siente.

Lo que nos jugamos aquí es importante. Ya no se trata de lo que una cadena decida hacer con sus contenidos o de cómo muestre su escasa catadura moral pagando a delincuentes convictos para que acudan a un programa… se trata de defender a un Pablo Herreros que protestó contra aquello y que, por haberlo hecho, se encuentra ahora en una situación que francamente, no le deseo a nadie. Ahora es el momento de pedir a los anunciantes que abandonen en bloque Telecinco hasta que la compañía retire su querella contra Pablo. Es el momento de firmar la petición en Change.org, de mostrar la fuerza que podemos llegar a tener como colectivo, de presionar a los anunciantes en Twitter y en sus muros de Facebook. Haz lo mismo que Pablo hizo en su momento: pon Telecinco con tu ordenador o teléfono móvil cerca, y por cada anuncio que veas, envía una protesta al anunciante correspondiente. Que cada anuncio que veas en Telecinco se convierta en el compromiso de no comprar productos de ese anunciante hasta que apoye la petición retirando su publicidad. Es una batalla complicada, pero debemos estar ahí.



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