27 noviembre 2012

Telecinco vs. Pablo Herreros: ¿bien está lo que bien acaba?

Finalmente, Telecinco retira la querella contra Pablo Herreros a cambio de una breve declaración cosmética del segundo en una nota de prensa conjunta emitida desde Mediaset España en la que dice que Pablo:

“reconoce la libertad de los anunciantes para gestionar sus acciones de publicidad independientemente de los contenidos de cualquier medio de comunicación y, en definitiva, que los anunciantes no pueden ser responsabilizados de los actos de los medios de comunicación en los que publicitan sus productos.”

La frase es, a todas luces, banal, un mero “sácame de aquí”: por supuesto que tanto Pablo como cualquiera en su sano juicio reconoce la libertad de los anunciantes para hacer de su capa un sayo… al mismo nivel que está la libertad de los consumidores para dejar de comprarlas. La frase, como tal, no quiere decir nada ni garantiza absolutamente nada. Si Telecinco quiere comprobarlo, lo tiene fácil: que vuelva a pagar a un delincuente por ser entrevistado en un programa, y ya verá lo que pasa.

Las firmas de casi ciento setenta mil personas (y creciendo a ritmo todavía elevado), unidas a la evidencia de acciones cada vez más acentuadas en las redes sociales, han sido suficientes como para que la cadena, presionada por las marcas y por la opinión pública, dé marcha atrás en su absurda querella contra una persona que no había hecho más que encabezar una acción popular con un gran apoyo. Queda en el aire la cuestión fundamental, qué  ocurre con las entrevistas pagadas a delincuentes, pero no puede culparse a Pablo por ello: bastante tiempo ha pasado ya en plena línea de fuego. Ahora, analicemos la jugada y veamos hasta qué punto, desde mi humilde punto de vista, bien está lo que bien acaba:

Por un lado, la cuestión principal, la de las entrevistas a delincuentes: Telecinco se negaba a aceptar el condicionante de dejar de hacerlas, porque lo consideraba un ataque a su libertad para escoger sus contenidos, y porque temía sentar un peligroso precedente que llevase a que, a partir de ahora, apareciesen plataformas presionando a los anunciantes para que no se emitiesen contenidos de cualquier otro tema que concitase suficiente nivel de rechazo popular. Bien, no han firmado. Pero dudo mucho que ellos o cualquier otra cadena, a volver a pagar a un delincuente para ser entrevistado en un programa. Si alguien es tan iluso como para creer que esta simple nota de prensa iba a evitar que el tema volviese a suceder, es que su optimismo raya en lo patológico. No, las cosas no funcionan así. Se ha establecido una línea roja en torno a este tema, y si Telecinco o cualquier otra cadena vuelve a incidir en el tema, la cosa volverá a saltar, aunque seguramente con un Pablo diferente. De hecho, mi recomendación a Telecinco para una salida digna es que presione a otras cadenas buscando una autorregulación muy necesaria en este tema.

Por otro, lo que para mí resultaba también extremadamente importante, por razones que a todos los que me seguís habitualmente no se os escapan: el uso de instrumentos jurídicos para callar la boca de quienes critican a una compañía, los llamados  SLAPP, Strategic Lawsuit Against Public Participation, o "pleitos estratégicos contra la participación pública". La querella contra Pablo Herreros era a todas luces demencial, porque afirmaba que una acción popular en la que se invita a los consumidores a no consumir productos de una serie de marcas podía constituir un delito de “amenazas”. Una querella así nunca podría haberse ganado, porque supondría un recorte salvaje a la libertad de las personas de consumir lo que quieran, de votar con su bolsillo, o de tomar opciones personales a la hora de escoger la marca que consumen. Los boicots son una respuesta colectiva completamente lícita, e invitar a los mismos no es en ningún caso una amenaza, responde a la libertad inalienable de las personas.

La conducta de Telecinco en todo esto puede ser calificada con una palabra: irresponsable. Es irresponsable volver a poner a las marcas en el disparadero de una acción popular legítima. Y es ilusorio pensar que por haber llegado a un acuerdo en un tema que jamás debieron reabrir, esto no va a volver a suceder. Habrá peticiones a marcas para que retiren su publicidad de un medio de comunicación siempre que haya una persona con suficiente tirón para encabezarlas y una causa que un número suficiente de personas considere justificada. La vida es dura, Telecinco: si tu negocio consiste en congregar pares de ojos, segmentarlos someramente y venderlos a unas marcas, tendrás que entender que esos pares de ojos tienen, desde que internet lo permite, capacidad de organizarse y de pensar por sí mismos. A las personas corresponderá, en cada momento, decidir qué causas cuentan con su apoyo y justifican que se dirijan a las marcas, o no lo hacen. El debido reconocimiento a una cadena que, aunque haya sido muy tarde y bajo una fuerte presión, ha terminado por verlo así y por ser lo suficientemente flexible como para actuar en consecuencia.

La acción popular es, cada día más, un factor a tener en cuenta. Las marcas no pueden ignorarlo, porque hacerlo vulnera su credibilidad y, en muchos casos, se convierte en un incumplimiento flagrante de su compromiso de responsabilidad social corporativa. Para las marcas, lo que empezó con peticiones de firmas y páginas de boicot, continuó con peticiones a través de Facebook y Twitter, y empezaba ya ayer por la noche a convertirse en viñetas y descalificaciones a cada cual más ingeniosa y trabajada, con gran capacidad para convertirse en virales, y con posibilidad de dañar seriamente su reputación. La capacidad de organización es intrínseca al desarrollo de la web social y de iniciativas como Change.org y afines, y se ha convertido en una realidad con la que todas las empresas, sean anunciantes o medios, tienen que aprender a vivir. Si trabajas en una marca, tendrás que estar pendiente de en qué momento puedes estar, aunque sea sin saberlo, financiando algo que irrite a tus consumidores, y estar dispuesto a dejar de hacerlo si un número de éstos que te parezca suficientemente significativo te pide que lo hagas. No, no es un mundo tranquilo, ni sencillo. Antes lo era más, sin duda. Pero es lo que hay. Un triunfo para la fuerza de las personas cuando algo les lleva a actuar conjuntamente. Y una última apreciación: esto no va a quedarse en las relaciones entre anunciantes y medios: va a afectar a toda la economía, y a lo que no lo es. Es, sencillamente, un entorno diferente, con reglas diferentes.



(Enlace a la entrada original - Licencia)

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