02 octubre 2013

Impresión tridimensional e innovación corporativa

MakerBot Replicator en el folleto de MediaMarktEl folleto de MediaMarkt de la semana pasada (pdf), el que se distribuye en domicilios particulares y centros comerciales, traía una interesante novedad: su contraportada, un lugar claramente destacado, estaba dedicada a la MakerBot Replicator 2, una de las impresoras 3D más destacadas dentro de la categoría de mercado de consumo, el segmento en el que se especializa la cadena de distribución alemana. El artículo está también disponible a través de su página web.

En los Estados Unidos, varias cadenas de distribución tienen productos de este tipo en sus lineales desde que Staples abrió la veda el mayo pasado. En el caso de WalMart, por ejemplo, no solo tiene una sección dedicada a la impresión tridimensional, sus suministros y recambios, sino también servicios de impresión bajo demanda como los que pueden encontrarse en las tiendas Microsoft o en otros sitios. La apertura de tiendas especializadas dedicadas al tema, sea en Londres o en Pamplona, ya es un fenómeno en clara escalada ascendente.

Dejando aparte el evidente potencial de la impresión tridimensional en el mercado de consumo, que avanza imparable con un buen número de proyectos – muchos de ellos lanzados a través de crowdsourcing - destinados a crear impresoras mejores, más rápidas y más baratas, me parece interesante utilizar la cuestión para volver a discutir el tema de la innovación corporativa. ¿Cuántas empresas han dedicado algún esfuerzo a analizar con un cierto rigor el posible impacto y posibilidades de la creciente adopción de la impresión tridimensional?

El análisis de una tecnología de este tipo resulta indudablemente complejo: estamos presenciando los inicios de algo que nos va a llevar, de un modo práctico, a que se puedan hacer con los átomos muchas de las posibilidades que a lo largo de los últimos años hemos podido ver cómo se abrían para el mundo de los bits. Hablamos de implicaciones de todo tipo: desde clientes que hacen cosas que antes no estaban a su alcance, hasta posibilidades de cara a distribución de determinadas piezas o componentes, o cuestiones relacionadas con la propiedad intelectual. La impresión 3D va a afectar al futuro de muchísimas industrias, pero en la mayoría de las empresas la siguen viendo como una curiosidad, un juguete, algo irrelevante, como si algunas de sus limitaciones fuesen a permanecer inamovibles con el mismo nivel que tienen hoy.

Pero la siguiente pregunta es: ¿cómo debería enfocarse un tema como este en una empresa? ¿Debería nombrarse un comité de estudio dedicado al tema (ya sabes… “si quieres que algo no funcione, crea un comité”)? ¿Deberíamos llamar a un especialista para que nos pusiese al día y discutir sobre ello al más alto nivel? ¿Cuál es el conocimiento medio del tema entre quienes tienen que tomar decisiones relacionadas con ello? ¿En qué área cae la responsabilidad de pensar sobre algo así? ¿No se beneficiaría la compañía de contar con personas en diversas áreas que, como mínimo, estuviesen informadas sobre la evolución de la tecnología, como mínimo a nivel de lectura de noticias relevantes? ¿Especialización o generalización?

Cuando la tecnología de los bits empezó a suponer una amenaza para compañías que vivían de vender acceso exclusivo a esos bits o soportes que los contenían, esas compañías, a pesar de que la cuestión venía largamente anunciada, se lo encontraron como una auténtica sorpresa. Pasaron muchos meses, incluso años en algunos casos, en completa negación de la realidad, en modo “esto no va a ocurrirnos a nosotros”. Nadie en esas empresas se preocupó por probar esa tecnología, por convertirse en usuario, por intentar entender la modificación de la propuesta de valor que conllevaba. ¿Cómo funcionaba la innovación en esas compañías? ¿Centralizada o distribuida? En muchas compañías con reputación de innovadoras o con departamentos dedicados específicamente a la innovación tengo un problema de base: el empleado medio está tan lejos de tener una cultura de innovación, que cosas que cualquier joven o cualquier usuario mínimamente inquieto conoce perfectamente, a ellos les resultan como recién salidas de un platillo volante. Mi impresión, cada día más, es que las verdaderas compañías innovadoras son aquellas que consiguen desarrollar una cultura de innovación en todos sus estamentos, desde los más altos directivos hasta los recepcionistas. Compañías en las que, si no tienes esa inquietud por la innovación, simplemente no te sentirías cómodo.

La impresión tridimensional es solo un ejemplo. Hoy en día, las empresas en las que encontramos ese tipo de cultura innovadora ya no distribuida, sino casi “desparramada”, la tienen porque se la encontraron así, porque factores como la temática a la que se dedicaban, la dinámica de incorporación de empleados o la personalidad de los fundadores ha llevado, casi casualmente, a que así sea. Factores que, con el tiempo, tienden a diluirse. La innovación corporativa requiere esquemas que en la mayoría de las empresas hoy, simplemente no existen. ¿Qué esquemas plantearíamos en nuestra compañía si quisiésemos de verdad estar preparados y entender las implicaciones de una tecnología nueva, como la impresión tridimensional? ¿Estamos seguros de que esas son las metodologías que de verdad nos llevarían a estar preparados para posibles cambios, o incluso a liderar las eventuales oportunidades que surgiesen?








(Enlace a la entrada original - Licencia)

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