04 octubre 2013

Sobre la caída de Silk Road, la ley y el futuro de la red

EsposasEl pasado miércoles, tras casi tres años de operaciones policiales, el FBI cerró Silk Road, la página más importante de comercio de drogas y todo tipo de bienes y servicios ilegales del mundo, y arrestó a su administrador, Ross Ulbricht, conocido como Dread Pirate Roberts, acusado además de cargos tan poco ejemplares como la contratación de un asesino a sueldo para matar a uno de sus empleados. Todo indica que la detención no se debió a una vulneración del cifrado de la red Tor o del sistema utilizado para las transacciones con bitcoins, sino más bien a descuidos de otro tipo.

La operación viene a poner de manifiesto una evidencia clara: el delito es delito se cometa donde se cometa, sea en la calle o en la red. Del mismo modo que copiar una canción o un disco entero nunca fue delito en la calle, y resulta por tanto prácticamente imposible perseguirlo en la red, el tráfico de drogas sí lo es, y en cuanto alcanza una escala significativa, puede y debe ser perseguido exactamente igual en un entorno y en otro. Si monto un pequeño laboratorio para cocinar metanfetamina en mi casa y venderla entre mis amigos y conocidos, puedo seguramente organizar un pequeño negocio y mantenerme con unas ganancias discretas durante un cierto tiempo, si mi ética y mi estimación del riesgo me lo permiten. Pero si mi taller escala hasta tener escala mundial, genera una inusitada cantidad de dinero o se convierte en el punto de encuentro en el que cientos de vendedores de todo el mundo conectan con sus compradores y realizan transacciones mediante bitcoins, mi destino, sea en la calle o en la red, es acabar en manos de la policía.

Lo que la operación de Silk Road demuestra es que las leyes que deben aplicarse en la red son, básicamente, las mismas que operan fuera de la red. Hiperlegislar es una mala idea que no lleva a ningún sitio. El cierre de Silk Road no significa el cierre de la dark web, del mismo modo que una redada de narcotraficantes no significa que se detenga el tráfico mundial de drogas (y sí que, incluso, se barajen otras alternativas en algunos países), la detención de Ulbricht y el cierre de Silk Road no es más que una evidencia de que, dados los parámetros y la lógica adecuada, nada está – ni debe estar – al margen de la acción de la justicia. Las sociedades humanas a prácticamente todos los niveles siempre han necesitado reglas y vigilancia: de hecho, en este momento, el mayor problema filosófico no radica en la esencia de esa vigilancia, sino más bien a qué mecanismos balance y contrabalances podemos disponer para ver quiénes y de qué manera se vigila a los vigilantes.

La operación policial contra Silk Road provocó una importante caída de alrededor del 20% en la cotización del bitcoin en las primeras horas de la tarde del miércoles, pero una parte significativa de ese shock se recuperó en las horas siguientes. Silk Road viene a suponer en torno a un 4% de las transacciones efectuadas con bitcoins, por lo que resulta razonable que veamos una pronta recuperación. Que vendrá a ser, en realidad, positiva para el ecosistema bitcoin en su conjunto: pocas cosas buenas iban a venir de un sistema económico alternativo en el que la gran mayoría de las transacciones estuviesen vinculadas al comercio ilegal. Ni la red, ni sus usuarios, ni las tecnologías de cifrado o de anonimato tienen nada de siniestros o están al margen de la ley más allá de lo que la calle o los viandantes lo están: son solo ecosistemas en los que las normas de la lógica y el sentido común deben prevalecer.








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