24 febrero 2014

La batalla por las llamadas de voz

IMAGE: Bruno Passigatti - 123RFHubo un tiempo, no hace tanto, en el que la comunicación dependía de un número. Poder llamar a alguien era prácticamente la única manera síncrona de comunicarse con alguien a distancia, superando la asincronía de una carta o un telegrama. El número de teléfono era tan central e importante, que determinaba con quién podíamos o no comunicarnos, y necesitábamos dedicar un ratito a buscarlo en una agenda y teclearlo en el teléfono (o antes, a hacer girar un disco de esos cuyo funcionamiento un adolescente actual es casi incapaz de entender).

Con el tiempo, la telefonía se hizo móvil, y las agendas se convirtieron en un suplemento a nuestra memoria. Nuestro cerebro se acostumbró a no memorizar más números que el nuestro para poder dárselo a otra persona – o ni eso. El número como clave en una base de datos empezó a perder protagonismo, y a convertirse en algo secundario, restringido al momento de su indexación: “dame tu teléfono”, como forma de abrir un canal de comunicación que, una vez inaugurado, ya no precisaba de la memorística ni de ningún papelito o agenda física.

Como ya comenté en varios medios a raíz del anuncio de la operación, la desmesurada adquisición de WhatsApp por parte de Facebook solo puede entenderse, y de manera limitada, si la planteamos como la ofensiva final al reinado de las operadoras sobre las llamadas de voz, algo que se evidencia en el anuncio realizado hoy mismo por Jan Koum en el Mobile World Congress de Barcelona: la compañía ofrecerá llamadas de voz a partir del segundo trimestre de este año, ya a la vuelta de la esquina.

Las llamadas de voz son un reducto interesante: en su momento, la irrupción de Skype provocó que las operadoras se lanzasen a una estrategia de tarifas planas en todos aquellos países en los que no las tenían ya, con el fin de evitar que el momentum y la propuesta de valor de aquella startup provocativa y de rápido crecimiento alcanzase la totalidad de su línea de productos. Tras la llegada de las tarifas planas a nivel nacional, Skype ya no tenia tanto sentido como medio para sustituir a unas llamadas de voz nacionales que suponían entonces el grueso de la facturación de las compañías telefónicas, pero sí mantuvo su atractivo para las carísimas llamadas internacionales: en enero de 2010, Skype ya suponía el 12% de todos los minutos de llamadas internacionales, una cifra que pasó a ser del 25% un año después, y que se ha mantenido en crecimiento desde entonces. Casi todos los usuarios los que eran suficientemente versados en tecnología y tenían una necesidad sistemática de comunicarse con alguien en el extranjero optaron por llamar a través de Skype.

Las operadoras, que ya vieron cómo WhatsApp convertía en humo a toda velocidad los ingresos derivados del fenómeno SMS, podrían ver ahora cómo la idea de cobrar por las llamadas de voz se convierte también en algo ilusorio a la misma velocidad: no importa que la tecnología sea ya muy antigua, que técnicamente esté disponible desde hace muchos años o que haya un buen número de competidores ofreciéndola; lo que importa es la velocidad de implantación y popularización, la gestión del proceso de sustitución.

La otra gran duda es, claro, hasta qué punto es la voz un negocio tan importante: nuestros teléfonos ya tienen de teléfonos únicamente el nombre, ya no son dispositivos para transmitir sonido, sino datos, y pasan muchísimo más tiempo en nuestras manos que en nuestras orejas. Cuanto más descendemos en edad, el efecto es aún más acusado: muchos jóvenes podrían prescindir completamente de su tarifa de voz, porque sencillamente no la usan para prácticamente nada que no sea llamar a sus padres o abuelos. Si el plan de Facebook con WhatsApp es provocar la disrupción definitiva del mercado de la comunicación por voz, es posible que esté llegando tarde a una tarta cada vez más pequeña y menos significativa. Además de encontrarse con Microsoft y su Skype, con Google y sus hangouts, y con infinidad de competidores como Line, Viber y otros, se encontraría en un mercado de rendimientos claramente decrecientes, con competidores que ofrecen el servicio de manera gratuita o a precios ridículamente bajos, con unas operadoras resignadas a perder o ver enormemente reducida la que fue su fuente de ingresos histórica durante décadas, y con unos hábitos sociales que cada vez optan en más situaciones por esquemas no basados en la comunicación verbal.

Adiós al número de teléfono: comunicación cuando quieras, en el formato que quieras – texto, voz o incluso vídeo – con cualquier persona que esté en tu red social. Redes sociales convertidas en la nueva agenda de contactos – algo que ya vivimos todos los que la sincronizamos la agenda de nuestro smartphone con Gmail, con Facebook, con LinkedIn o con los todos a la vez – y comunicación establecida en base a la persona, no a un dispositivo ni a un número. El escenario del futuro está más que anticipado. Pero… ¿valía la pena para posicionarse en él llevar a cabo una adquisición de… 19.000 millones de dólares?

 

(This post is also available in English in my Medium page, "The battle for the voice call market“)




(Enlace a la entrada original - Licencia)

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