20 febrero 2014

No tiene ningún sentido

WhatsApp & FacebookNo es habitual encontrarme en el lado del escepticismo. Soy consciente – y ávido defensor – del papel de la tecnología a la hora de cambiar hábitos, usos, costumbre, de afectar a la manera en que vivimos. En bastantes ocasiones he saludado con comentarios positivos operaciones de adquisición que parecían desmesuradas, aplicando ese prisma tan criticado del crecimiento o de las expectativas que otros analistas se negaban a creer.

Pero esta vez no puedo. Por más que intento encontrar la lógica de la operación de adquisición de WhatsApp por Facebook, no lo consigo. Vaya por delante que conozco WhatsApp razonablemente bien: aunque no lo uso ni lo instalo en mis dispositivos desde hace tiempo, aconsejo a una startup española, Spotbros, que entre sus funciones tiene una que algunos han dado en llamar, en lo que desde mi punto de vista es una definición limitada, “el WhatsApp español“. Pero no, no es ese papel el que me influye o “me ciega”, en absoluto (más allá de lo que me aporta haber tenido gracias a él la oportunidad de estudiar a WhatsApp con cierta profundidad). Son otras cuestiones.

El precio de la adquisición me parece completamente desmesurado. No desmesurado, sino directamente demencial. Sí, muchos usuarios y mucho crecimiento. ¿Y? ¿Realmente alguien piensa que un usuario de WhatsApp se parece lo más mínimo al de otras aplicaciones que generen un mínimo de fidelidad? ¿En base a qué vale uno de los 450 millones de usuarios de WhatsApp unos $42? ¿Es porque pagan alrededor de un dólar por año de uso – aquellos que lo han llegado a pagar? ¿Es porque la app funcione de manera enormemente fiable, sin caerse ni dar problemas nunca? ¿Es porque tenga una propuesta de valor única que nadie puede igualar? ¿Tal vez porque se les asume una fidelidad a prueba de bomba, un fervor religioso que hace que se les vea dispuestos a no abandonar jamás esa plataforma cuyo logotipo probablemente se han tatuado en la piel? ¿O es que son usuarios muy especiales a los que era muy difícil que Facebook llegase?

La respuesta a todas esas preguntas es negativa. La propuesta de valor de WhatsApp es floja y palidece con respecto a muchas otras mensajerías instantáneas. No es especialmente estable – ¿cuántas caídas estrepitosas van últimamente? – ni segura, no tiene una estrategia especialmente brillante, no tiene ninguna estrategia para evitar el spam a sus usuarios, y comunicativamente ha sido históricamente un desastre. Forma parte de una dinámica de adopción que me parece completamente reversible: con la misma rapidez y facilidad que sus usuarios la adoptan, la pueden dejar. Sus usuarios, en un porcentaje elevadísimo, se solapan con los de Facebook, y no está completamente claro que quieran uni el funcionamiento de ambas redes.

Es posible que veinte años de análisis del día a día de internet solo sirvan para darte cuenta de que, en realidad, no entiendes nada. Pero por más que lo miro, no lo entiendo. Transacciones exageradas hemos visto muchas. Pero situar el valor de WhatsApp a un nivel que permite sumar tres veces WhatsApp para comprarse Ford me parece sencillamente de locos. No puedo entender una adquisición que sitúa el precio de la empresa adquirida en un multiplicador de alrededor de dos veces la facturación de la empresa que la compra. Si fuese inversor, la perspectiva de una empresa que compromete semejante cantidad de dinero en la compra de algo como WhatsApp me llevaría a vender mis acciones a toda velocidad. Pero los mercados sabrán, y dentro de unas horas lo veremos.

Sencillamente, porque mi opinión es que esa compañía no vale ni mucho menos ese dinero. Por más que leo explicaciones de reputados analistas, como las de Sequoia Capital, las de BuzzFeed o las de Business Insider, sigo sin verlo. Habría asegurado, de hecho, que la empresa y su producto estaban destinadas a ser sustituidas por una segunda generación de herramientas de mensajería mejoradas y con planteamientos correctos en cuanto a su seguridad.

Así que, ante una disparidad de criterios como esta, lo mejor es ponerlo por escrito, como llevo haciendo ya casi once años todos los días. Eso me permitirá volver dentro de un cierto tiempo… a comprobar hasta qué punto estaba equivocado…

O no.

 

(This post is also available in English in my Medium page, "I just don’t get it“)




(Enlace a la entrada original - Licencia)

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