Bernaldo Barrena, de La Voz de Asturias, me llamó para preguntarme por mis hábitos de uso de tecnología y conectividad durante el parón vacacional, y hoy utiliza algunos de mis comentarios como contrapunto a otras opiniones en su artículo titulado “Nunca viajaré sin mi portátil“.
En mi caso, durante las vacaciones mantengo el hábito de la lectura de feeds prácticamente inalterado, tal vez incluso dedicándole algo más de tiempo a la lectura relajada en lugar de la habitual lectura funcional. Mantengo el blog activo, aunque desaparece prácticamente el trabajo de escribir artículos para otros medios, lo que relaja considerablemente la presión de fechas de entrega. Desaparecen también, lógicamente, todas las obligaciones de la vida académica: corregir, mantener las clases online, o actualizar las diversas plataformas de mis cursos. Y con respecto a redes sociales o microblogging, pocos cambios: mantengo mi presencia en Twitter, Facebook o Foursquare, pero no me suponen un drenaje de tiempo, como tampoco lo hacen fuera del período vacacional: suelo actualizarlas desde el móvil, y no me ocupa más que algún minutillo suelto, aunque curiosamente muchas personas con las que hablo piensan que mi presencia ahí supone “estar todo el día colgado del ordenador”… nada más lejos de la realidad.
Mi tesis con respecto a las actitudes de rechazo a la tecnología e el tiempo de ocio es que se deben a la manera en la que los ordenadores se introdujeron en la vida de mucha gente: como una herramienta asociada al trabajo, y que por tanto, rechazan en vacaciones. Conozco muchas personas que mantienen una actitud del tipo “no quiero ordenador en mi casa” o “no me conecto en vacaciones”, cuando en realidad la tecnología y la conectividad sirve para muchísimas más cosas además de trabajar y supone una dedicación perfectamente razonable en tiempo de ocio. Ese reflejo disminuye notablemente en los jóvenes, que por lo general prefieren mantenerse completamente conectados en vacaciones: para ellos, lo normal es estar conectado, y las vacaciones no deben suponer una discontinuidad en ese sentido.
En mi caso, y en el de mi familia, estar desconectados supondría una fuente importante de estrés y de incomodidad. La conectividad es una parte normal de la vida, algo completamente aceptado. Simplemente, no se desconecta nunca, estar desconectado supone una anomalía indeseable, una molestia.
¿Y tú? Si estás leyendo ésto, lógicamente serás de los que tiende a no desconectar, pero… ¿cómo cambia tu uso de tecnología y conectividad durante las vacaciones?
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.