Gonzalo Suárez, de La Razón, me cita brevemente en este artículo, “Spotify: el fin de las descargas musicales“, para cuya preparación cruzamos un par de preguntas por correo electrónico. A continuación, el intercambio completo:
(Enlace a la entrada original - Licencia)P. ¿Crees que el éxito de plataformas como Spotify abre una vía de futuro para la industria musical?
R. Spotify ofrece una vía de consumo de música conveniente, sencillo y desarrollado con sensibilidad, algo que permite ver que quienes lo han diseñado son a su vez usuarios de la red. Sin embargo, hace mal en ir por el mundo diciendo que “retira a los usuarios de la piratería”, porque esa tal “piratería” no existe más que en las costas de Somalia: descargar música de la red o escucharla en sitios de streaming es perfectamente legal y puede hacerse sin problemas, ni legales, ni de conciencia. Lo que hace Spotify es financiar los derechos de la música mediante la emisión de publicidad, y por interesante que parezca el modelo, todavía está por ver que el tipo de atención que la música demanda sea compatible con un aprovechamiento como soporte publicitario que compense a las tres partes implicadas: anunciantes, plataforma y usuarios. El futuro de la industria musical es usar la red para popularizar sus creaciones, intentar ofrecer alternativas que planteen una ventaja al usuario a cambio de unos ingresos, y ser muy creativo en la procedencia de esos ingresos, que podrán venir en algunos casos del usuario (modelo iTunes y similares), de un anunciante (Spotify, YouTube, etc.), de un sponsor, de un subsidio cruzado, de un modelo freemium, etc. Lo único que no se puede hacer es demonizar Internet y decir que está acabando con la música y que debemos restringirlo, como hace el ministro de cultura. Eso solo denota desconocimiento y, valga la paradójica redundancia, una gran incultura a la hora de entender lo que la red significa.
P. Hay gente que dice que si todas las canciones del mundo están disponibles “en las nubes”, el concepto de propiedad de la música deja de tener sentido. ¿Estás de acuerdo?
R. Una canción es como una idea: su propiedad es un concepto complejo. Yo puedo tener una idea, pero en cuanto la cuento, la tienen todos los que me han escuchado. Para protegerla, solo puedo desarrollarla, y aspirar a hacerlo mejor que otros, porque las patentes no protegen simples ideas, protegen modelos más concretos. En la música, una vez que alguien la compone y la interpreta, esa música está sometida a un concepto de propiedad igualmente complejo: nada ni nadie puede evitar que yo guarde una copia en mi cerebro, que la cante en la ducha o que la silbe mientras paseo por el parque. Nada ni nadie podrá evitar que me la baje de Internet, porque el mismísimo protocolo con el que Internet está construido lo permite y anula completamente todo intento de restricción. Sin embargo, sí se puede impedir que otros exploten comercialmente la obra, porque eso deja una huella, tiene una trascendencia económica, y puede ser rastreado. La propiedad en la música se refiere a su comercialización, no a su difusión. Pensar en modelos de ingresos en función del número de copias en una economía en la que todos podemos hacer copias a coste nulo es engañarse a uno mismo.
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.