22 agosto 2013

El anonimato como derecho

Image: Marcin Sadlowski - 123RFArianna Huffington anuncia en una entrevista el fin de los comentarios anónimos en The Huffington Post, debido según ella a una escalada progresiva de agresividad, insultos y amenazas. A partir de mediados de septiembre, todos los comentarios en la publicación, que actualmente emplea más de cuarenta moderadores y varios algoritmos automáticos para su control, deberán aparecer vinculados a una identidad real.

El derecho al anonimato es una de las discusiones más habituales en la gestión de las comunidades humanas. Con la popularización de internet, que permite la obtención y el uso del anonimato de una manera en principio mucho más sencilla, la polémica se ha exacerbado todavía más, y no son pocos los que consideran probado el vínculo entre la posibilidad de hacer comentarios anónimos y el desarrollo de dinámicas violentas. La realidad es, sin embargo, que esa correlación, aunque pueda en ocasiones aparecer como tal, no implica ningún tipo de nexo causal: la creencia de que toda correlación implica causalidad es una de las falacias más habituales en investigación.

Además de estar amenazado por este tipo de políticas erróneas, el anonimato como derecho está en peligro por el frente del control, donde está pasando de ser considerado una amenaza habitual objeto de prohibición en regímenes no democráticos o autoritarios, a ser perseguido en estados teóricamente democráticos con el supuesto fin de intentar erradicar amenazas capaces de generar un consenso amplio, como el terrorismo o la pornografía infantil.

¿Por qué es un error eliminar el derecho al anonimato en un foro o publicación? Sencillamente, porque la decisión proviene habitualmente de la acumulación de varios errores de concepto. El primero, considerar el anonimato como una supuesta carta blanca que permite una total impunidad, una especie de “capa de invisibilidad” que ofrece cobertura ante todo tipo de abusos. Este error,cometido habitualmente tanto por los gestores del foro como por sus usuarios, se combate con una adecuada política de moderación establecida de forma clara y rígida: no hay como dejar claro a quien abusa que ese abuso va a impedir que el comentario aparezca y va, por tanto, a privarlo de toda la visibilidad que pretende obtener para poner fin a ese comportamiento.

El uso de listas negras asociadas a pseudónimos, a direcciones IP o a determinados términos, unido a una supervisión manual eficiente, permite el control de dinámicas violentas que, en caso de no ser atajadas, desembocan invariablemente en más violencia, siguiendo la tantas veces citada teoría de las ventanas rotas. Implicar a la comunidad ofrece resultados todavía mejores en términos de implicación y compromiso. Y hablamos de un esfuerzo que, en realidad, solo suele ser necesario sostener a un nivel elevado durante un breve espacio de tiempo: la dinámica de la comunidad evoluciona rápidamente cuando la violencia es atajada, los estímulos a ese comportamiento desaparecen, y la tarea de moderación pasa a afectar únicamente a algunos recién llegados, a momentos puntuales vinculados a algunos temas, o a despistados. La existencia de dinámicas violentas en los comentarios de un foro del tipo que sea no es un problema derivado de una tolerancia al anonimato, sino de una tarea de moderación mal hecha, con criterios inadecuados, inconsistente, excesivamente tolerante o mal entendida.

El segundo error es creer que el anonimato en la red existe. Como tal, el anonimato solo está en disposición de ser utilizado por personas que realmente tengan una necesidad importante de recurrir al mismo y estén dispuestos a recorrer el tortuoso camino tecnológico requerido para obtenerlo. De verdad, ser anónimo en la red no resulta nada sencillo, y no es algo que el común de los comentaristas que insultan o amenazan en un foro sepa hacer. Creer que en la red, por estar parapetados detrás de una pantalla, somos más anónimos es un error: la realidad es que todo lo que hacemos en la red queda recogido en un fichero log, es generalmente trazable y atribuible con más facilidad y posibilidades de éxito que en la vida offline, y puede y debe ser perseguido cuando lo que esté encima de la mesa sea la comisión de un delito de amenazas, injurias, difamación, u otros delitos definidos como tales. Sin caer en la judicialización de la conversación, pero con mano firme, con un propósito ejemplificador, con ánimo de dejar claros los criterios y las normas, y para contribuir al desarrollo de los correspondientes protocolos sociales necesarios en toda actividad humana. El gestor de un foro no debe, por tanto, limitarse a evitar que aparezca un comentario que incurre en amenazas o insultos, sino que debe, además, ponerlo en conocimiento de las autoridades junto con todos los metadatos asociados para que sea adecuadamente perseguido.

El tercer error es no entender el valor del anonimato como vehículo bajo el cual pueden realizarse muchas contribuciones importantes en un foro. Existen muchísimas justificaciones para contribuir anónimamente a un foro, y muchos foros, particularmente en el ámbito empresarial, que es en el que más me muevo, pero también en muchos otros, se enriquecen habitualmente mucho gracias a contribuciones realizadas de manera anónima o bajo seudónimo. Restringirlo es perder riqueza, diversidad y cercenar una parte importante de la legítima libertad de expresión que un directivo puede precisar para, por ejemplo, criticar a su propia compañía o a otra sin que su comentario provoque de manera automática un escándalo o traiga consecuencias indeseadas, o para denunciar una situación de vulnerabilidad o de abuso sin ser sometido a más abuso, acoso o discriminación. Restringir el anonimato puede parecer una manera de proteger a los más vulnerables, pero puede en la práctica convertirse en una condena al silencio de quienes no pueden intervenir con su identidad real por miedo a posibles represalias. El derecho al anonimato, mucho más que calificarse como ciber-idealista o ciber-libertario, posibilita muchos efectos positivos que es fundamental preservar. Una red sin posibilidad de anonimato no es una red más evolucionada o más madura, sino una red que ha perdido muchísimo en libertad de expresión.

Ver a Arianna Huffington convertir The Huffington Post en un territorio sometido al mismo control agobiante que ejercen China o la NSA para intentar supuestamente evitar unos insultos o amenazas que se podrían eliminar con una moderación bien entendida me parece una verdadera desgracia. Restringir el derecho al anonimato no va a solucionar el problema de la violencia en los comentarios, nos empobrece como comunidad mucho más que enriquecernos, y nos aboca a una senda que, francamente, no me apetece absolutamente nada seguir.








(Enlace a la entrada original - Licencia)

0 comentarios:

Publicar un comentario

ATENCIÓN: Google ha metido en Blogger un sistema antispam automático que clasifica como spam casi lo que le da la gana y que no se puede desactivar.

Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.