La detención e incomunicación durante más de nueve horas en Heathrow de David Miranda, seguida de la confiscación de todos sus aparatos electrónicos en aplicación de las más rígidas medidas antiterroristas eleva aún más si era posible el clima de psicosis colectiva y la alocada carrera hacia la vida en un estado policial en el Reino Unido y en los Estados Unidos. David Miranda es ciudadano brasileño y pareja de Glenn Greenwald, uno de los periodistas a los que Edward Snowden recurrió para filtrar la documentación extraída de la NSA.
La detención, llevada a cabo bajo la sombra de la administración norteamericana, intenta elevar las barreras psicológicas ante toda posible tentación o inclinación a la rebeldía: si de alguna manera participas, ayudas, colaboras, encubres, auxilias – y presumiblemente dentro de poco, incluso simpatizas – con alguien que denuncie los excesos del gobierno, tu vida pasará a ser un infierno.
Y será un infierno no porque lo que hayas podido hacer sea un delito y caiga sobre ti el peso de la ley, sino porque el gobierno retorcerá todas las medidas posibles para aplicártelas en su máximo nivel de rigor y hacerte la vida imposible. Exactamente igual que cuando te para un policía y recorre uno por uno todas las posibles infracciones, incluidas las más nimias, hasta conseguir multarte por alguna de ellas, solo que aquí no te juegas una multa: te juegas mucho más.
Atrás queda todo atisbo de la protección a los whistleblowers incluida en la legislación norteamericana: aunque lo diga la ley, basta con considerar que el whistleblower realmente no lo era y rebautizarlo como “terrorista” a pesar de todas las palmarias evidencias en sentido contrario, para dejar de aplicar la ley. Si revelas algún atisbo de los muchos asuntos turbios que tienen lugar en las cloacas del poder, tu vida quedará completamente destruida, y tendrás que exiliarte o estar dispuesto a vivirla en la cárcel. Que con tus actos hayas traído a la luz y a la discusión pública uno de los problemas más importantes de cara al futuro de las sociedades y que, en realidad, seas mucho más merecedor del Premio Nobel de la Paz que de una implacable persecución es lo de menos. Pero más allá de tus actos, el estado promete mucho más: que el acoso no te tocará únicamente a ti, sino a todos aquellos que de alguna manera u otra hayan tenido algo que ver contigo.
Puedes ser el proveedor de correo electrónico que utilizó el implicado, el competidor que ofrece de un servicio similar, el periodista con el que habló, la pareja del periodista, o el que investiga desde un punto de vista legal casos similares, tienes que saber que tu vida, a partir de ese momento, va a ser un infierno. Que cada vez que pases una frontera, serás revisado hasta extremos mucho más allá de lo razonable, suponiendo que no decidan directamente aplicarte la legislación anti-terrorista en todo su rigor y decir simplemente después que “fue un lamentable error”. O, ya puestos, ¿por que no… revisar y desmenuzar tus declaraciones de impuestos hasta el límite? ¿Introducir la matrícula de tu vehículo en un registro que haga que te paren sin ningún motivo aparente cada poco tiempo ¿Denegar la admisión a tus hijos en las universidades estatales? ¿Retrasar la devolución de los reembolsos de Hacienda? ¿Confiscar arbitrariamente tus propiedades? ¿O entrar en tu despacho y destruir tus discos duros? Siendo creativos, podemos llegar a tal nivel de acoso de un ciudadano, que haga realmente su vida imposible, simplemente por haber hecho… ¿qué? ¿Ser un whistleblower? ¿Ayudarlo? ¿Hacer periodismo en la mejor y más clara definición del término? ¿Ser familiar de un periodista? ¿Expresar apoyo pública o privadamente – no olvidemos que pueden acceder a todo lo que escribimos en las redes sociales – a una causa determinada? Control total: o haces, dices y piensas de acuerdo con ellos, o estás contra ellos.
David Miranda puede ser muchas cosas, pero ninguna de ellas – y por supuesto, la de “colaborar con un periodista” mucho menos – merece la aplicación de la legislación antiterrorista, por mucho que puedan aparecer irresponsables que lo justifiquen. En modo alguno estaba David Miranda colaborando, ayudando o dando apoyo a ningún tipo de grupo terrorista o enemigo de los Estados Unidos, salvo que definamos como enemigo de los Estados Unidos a todo aquel que no esté de acuerdo con la aparente determinación de su gobierno de reescribir la definición de estado policial. Las leyes, sean antiterroristas o del tipo que sea, no están hechas para retorcerlas y abusar de ellas. No están pensadas para que el estado las utilice como armas de acoso contra aquellos ciudadanos que, según sus criterios, “lo merezcan”. Las leyes no deben ser utilizadas para elevar la percepción de las barreras psicológicas implicadas en la resistencia a determinadas acciones del gobierno, porque la resistencia a determinadas acciones del gobierno, en democracia, es un acto plenamente legítimo.
Dentro de poco, solo nos va a quedar citar a Niemöller. Hasta que lo declaren subversivo. Francamente, cada vez tengo menos claro quienes son los terroristas…
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.