La adquisición de The Washington Post, uno de los periódicos históricos norteamericanos – en el contexto norteamericano, ochenta años son prácticamente historia antigua – por parte de Jeff Bezos, sin duda uno de los más reconocidos protagonistas de lo que se ha dado en llamar innovación disruptiva, es una muy mala noticia para quienes no son capaces de ver el periodismo como algo que necesita adaptarse a los tiempos, pero una fantástica noticia para el periodismo como tal.
Como muchas otras industrias basadas en el contenido, el periodismo ha sufrido de manera muy fuerte la llegada del cambio que supuso el desarrollo y popularización de la red. Y como casi todas esas industrias, ha experimentado el mismo problema: como dar pasos hacia “lo nuevo”, cuando todavía es “lo viejo” lo que sostiene tu actividad. La gran mayoría de los medios se han dedicado a hacer algunas incursiones en lo digital, pero intentando proteger su negocio de toda la vida. Y progresivamente, han ido viendo como el cambio de hábitos de los clientes les iba dejando sin negocio en los dos epígrafes fundamentales: la venta de ejemplares en el quiosco y la comercialización de publicidad.
No es que sean tontos, no es que no sepan, que no lean o que no entiendan: es, sencillamente, que es muy difícil. Verdaderamente difícil. Es mucho más sencillo cuando partes de cero (aunque entonces, claro, tus problemas son otros). The Washington Post es un ejemplo palmario de lo que supone hacer buen periodismo, pero no ser económicamente viable: en su último año, perdió más de cincuenta millones de dólares, y sus fundadores no tenían ninguna perspectiva ni idea clara de qué hacer para salir de esa espiral.
La mayor parte de los que se quejan del impacto de la tecnología en el periodismo tienen un problema: no hacen periodismo, sino mal periodismo. Elaboran un producto que no estaba a la altura de lo que el público demanda, pero que sobrevivía gracias a la fricción que existía antes de la red. The Washington Post no es así: hablamos de un histórico del periodismo, del medio que ha publicado algunas de las portadas más relevantes grabadas en la memoria colectiva norteamericana, del único medio que fue capaz de provocar la dimisión de todo un presidente de los Estados Unidos. Un monumento al periodismo paciente, a la comprobación exhaustiva de fuentes, y al compromiso con la investigación. Pero también una compañía tradicional, una empresa familiar cuyos propietarios carecían de las habilidades necesarias para entender el nuevo entorno.
De Jeff Bezos, poco que decir que no haya sido dicho ya: el innovador que fue capaz de construir un imperio en una industria tan tradicional como la venta de libros, la persona que en plena locura puntocom dijo claramente que no le importaba perder dinero en cada libro que vendía, porque con ello estaba comprando un aprendizaje muy valioso y diferencial para el futuro. La adquisición del Washington Post no la hace Amazon, la hace personalmente Jeff Bezos: eso no quiere decir que las abundantes sinergias posibles que pueda haber entre ambas compañías no se vayan a poner en práctica, pero las dos serán dirigidas de manera independiente. Jeff valora claramente las características diferenciales que han llevado al Washington Post a donde está, y se muestra inequívocamente dispuesto a seguir apostando por ellas con una vocación de “capital paciente”, que puede sacrificar beneficios actuales a cambio de sostenibilidad futura. Cuando haces una compra con una simbología implícita tan potente como esta, no la haces para mantener el negocio ni para ganar dinero: la haces para dejar huella. Ganar dinero es esencial para la sostenibilidad, pero no es el fin principal, sino la consecuencia de hacer otra serie de cosas bien.
Para la industria, consecuencias de todo tipo. En principio, la gestión de Jeff Bezos tiende a la discreción, a no generar titulares grandilocuentes, pero va a estar totalmente bajo la lupa. Veremos innovación, sin duda, seguramente muy en la línea de aquel artículo de hace muchos años que hablaba de la necesidad de “amazonear las noticias“, veremos muchos cambios, veremos especulación sobre lo que otros medios importantes podrán hacer, y veremos abundantes ensayos y errores, que son al fin y al cabo, la manera de aprender, porque no existe un plan predefinido ni una receta garantizada para hacer las cosas. De todas las explicaciones que he leído sobre por qué Jeff Bezos compra el Washington Post, me quedo con la más simple: porque puede. Y además de poder hacerlo, crees que puedes marcar la diferencia, es razón más que suficiente para hacerlo.
La llegada de Jeff Bezos al Washington Post es un momento importantísimo en la historia del periodismo. Con el tiempo, mostrará que el periodismo no está en crisis, lo que está en crisis es el mal periodismo. Que la crisis se debe a no haber sido capaces de entender un medio que Jeff Bezos ha demostrado gestionar mejor que casi ningún otro, no a que el periodismo no sea com tal un negocio sostenible. Jeff Bezos tiene sus puntos negros y sus problemas: la prosperidad y la visión idílica de Amazon como un lugar maravilloso para trabajar no es compartida por todos los que trabajan en ella, y la perspectiva de que un medio con la independencia de The Washington Post sea propiedad de la misma persona que posee la empresa cuya nube es utilizada por la NSA o que expulsó a WikiLeaks de sus servidores no deja de resultar en cierto sentido inquietante, pero también tiene unas impresionantes credenciales como innovador. Y eso es lo más importante que el periodismo necesita en nuestros días.
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.