Una entrada en TechCrunch, “We need to kill the business card once and for all“, plantea hasta qué punto están anticuadas las tarjetas de visita, y porqué no ha aparecido un formato verdaderamente estándar vinculado a la ubicuidad de la telefonía móvil que facilite el intercambio de información de contacto de una manera que facilite el que quede directamente archivada en formato digital.
Las tarjetas de visita provienen del siglo XV en China y del XVII en Europa, donde eran usadas por miembros de la aristocracia para anunciar su visita. Aún a día de hoy, su uso se considera rodeado de convencionalismos y rituales notablemente arraigados, que alcanzan su máximo exponente en Japón, con el ritual de intercambio de las meishi. En países como China, el uso de tarjetas de visita resulta fundamental para moverse por la ciudad si no hablas el idioma: es en muchos casos la única manera de indicar al conductor de un taxi el sitio al que quieres ir, dado que no suelen habitualmente hablar otros idiomas ni tampoco entender las indicaciones sobre mapas.
Los inconvenientes de la tarjeta de visita resultan claros y evidentes: en un mundo cada día más digital, seguir confiando en pedazos de papel de alto gramaje que pueden perderse fácilmente, que no se ordenan de manera sencilla y que nos hacen depender de un exiguo almacén situado en un bolsillo parece un contrasentido. En muchas ocasiones, las tarjetas de visita acaban acumuladas en un cajón sin más orden que el gravitatorio, y ante la imposibilidad de ponerse a rebuscar entre tantas tarjetas buscando una específica, pierden toda su utilidad. Sin embargo, la idea de eliminar las tarjetas de visita tiene sus elementos de reflexión: diseñadas como almacén a corto plazo, suponen también un elemento de filtro. Si todas las tarjetas que recibimos fuesen digitales, seguramente acabaríamos teniendo unas libretas de direcciones tan descomunales, que resultarían profundamente incómodas de manejar. El comportamiento habitual, por tanto, es regresar a tu casa o tu despacho con un puñado de tarjetas de visita, y decidir en ese momento cuáles digitalizar, aunque el proceso de introducir los datos manualmente es tan incómodo, que en muchas ocasiones se acumula y se pierde la información (a pesar de haberse diseñado multitud de escáneres especiales para tarjetas de visita que incluso intentan identificar los campos y los pasan a una base de datos).
Por otro lado, la perspectiva de estar en una reunión con cinco o seis personas y dedicarse, en lugar de hacer un rápido “intercambio de cromos”, a dispararse haces de señales electromagnéticas entre dispositivos como si fuera un episodio de “La guerra de las galaxias” no parece un escenario demasiado conveniente. Los procesos utilizados ahora entre dispositivos móviles destacan por su incomodidad e incompatibilidades, y los esfuerzos desarrollados en el desarrollo de estándares como vCard parecen no gozar de demasiada aceptación en su uso. Por el momento, yo lo que sé es que cada vez pido más, no menos, cajas de tarjetas de visita, y que el único esfuerzo que he hecho en su digitalización es la página de contacto de mi blog, muy útil cuando se me acaban las tarjetas que llevo en el bolsillo.
¿Tiene sentido hacer una cruzada contra las tarjetas de visita para sustituirlas por algún tipo de medio electrónico, o la situación está bien como está y la tarjeta de visita es un elemento para quedarse? ¿Usas ahora más tarjetas que antes, o las has reemplazado de alguna manera? ¿Resistirá la vieja tarjeta de visita el paso del tiempo y la progresiva digitalización de su entorno?
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.