Aquí estoy, con aspecto patibulario, tras el cartelito que proclama mi condición. Soy un criminal del copyright. Así exactamente me siento al ver cómo esa tétrica burla llamada “Coalición de Creadores” que no defiende más que a los fantasmas del pasado en un mundo en el que ahora todos somos creadores aprovecha Agosto para lanzar su globo sonda, en el que anuncian que todos somos criminales y que pagaremos por ello. Que se dispone a aplicar su tremenda fuerza de lobby turbio, la misma que utilizó para imponernos su absurdo canon, para que nuestros proveedores de servicios de Internet pasen a convertirse en policías que vigilan lo que pasa por nuestra línea, que nos advierten cuando lo que pasa por ella no es del gusto de estos siniestros personajes, y que nos desconecta finalmente, pretendiendo condenarnos al ostracismo digital, cuando superamos los tres avisos. Tres avisos de que el futuro, según ellos y su deformada lógica, no será como debería ser ni explotará todas las posibilidades que la tecnología le ofrece. Que deberá regirse por las mismas absurdas normas que tenía en el pasado, cuando esta ilusión, este espejismo de libertad que Internet supuso todavía no estaba ni en la imaginación más calenturienta.
Aquí estoy, con mi cartelito. Me descargo música. Me descargo, en realidad, todo lo que me da la gana. Anuncio mi intención de seguir haciéndolo, de contravenir todo intento de bloqueo, censura o control que me intenten imponer. De divulgar toda cuanta medida tecnológica caiga en mis manos para evitar y saltarse sus esquemas. De violar o ignorar todo esquema restrictivo. Y por supuesto, de animar a otros a que lo hagan también.
Para ellos, en su percepción distorsionada y enfermiza de la realidad, todos somos criminales. Nos odian porque nos bajamos música, porque vemos las series de televisión en el idioma que queremos y a la hora que nos da la gana, porque afirmamos que todos sus caducos esquema son mentira y no sirven para funcionar en el nuevo mundo digital. Y porque animamos, con la fuerza de nuestra lógica, a que otros hagan lo mismo que nosotros. Poco les importa que seamos legión, que no lo hagamos por dinero, que seamos sus clientes, que existan otros modelos de negocio, o que tengamos derechos que hasta hace poco se entendían tan fundamentales como el secreto de las telecomunicaciones. Para ellos, todo es válido con tal de poder seguir aspirando a modelar el futuro con las mismas reglas que el pasado. Si hay que criminalizarnos a todos, si hay que convertirnos en una figurada amenaza para la civilización occidental, se hace. Todo vale. Su esquema nos lleva al más absurdo de los mundos, a policías poniendo contra la pared a adolescentes con auriculares en las orejas para comprobar la procedencia de las canciones que portan en sus reproductores MP3, entrando en nuestras casas para secuestrar discos duros, espiando nuestras acciones en la red… que haya que establecer un estado policial para defender su caduco modelo de negocio es lo de menos. Que todo sea mentira, también lo es.
Porque todo es mentira. No somos criminales. En realidad, al descargarte contenidos para tu propio uso no violas ninguna ley. No amenazas nada ni empobreces a nadie, más que a quienes pretender vivir del aire o del cuento. A quienes aspiran a enriquecerse durante noventa y cinco años porque un día tuvieron un soplo de inspiración que creen que les aúpa a la naturaleza de los dioses. Sus esquemas son tan profundamente incoherentes, tan faltos de lógica, que hasta ellos mismos los violan sin darse cuenta. Simplemente, no tienen sentido, hagan lo que hagan y reescriban las leyes que reescriban. Son absurdos, ridículos e inoperantes. Las nuevas generaciones lo saben, y viven completamente al margen de ellos. Se descargan y comparten las canciones de los cuarenta principales en menos tiempo del que tardan en escuchar la propia canción. Van a conciertos, van al cine, pero también se descargan y todo lo descargable sin el menor atisbo de remordimiento ni culpa. Como debe ser. Y como tarde o temprano acabará siendo.
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.