30 agosto 2008

¿Vuelve el taxímetro a la red?

Es la última tendencia en los proveedores de acceso a Internet norteamericanos: tras el aviso a Comcast acerca de la ilegalidad de sus prácticas de recorte de ancho de banda en función del protocolo empleado o de los patrones de tráfico generados por el usuario, la siguiente táctica de la compañía va a ser la implantación de un bandwidth cap (límite de descarga mensual por usuario), con el fin de controlar a ese porcentaje pequeño de usuarios, los llamados bandwidth hogs, que desarrollan un uso presuntamente abusivo y que son responsables, según la compañía, de la baja calidad del servicio en determinados momentos.

La práctica, en este caso, no supone ninguna afrenta a la neutralidad de la red: cada uno es libre de contratar la cantidad de ancho de banda que desee y pagarla al precio que el mercado le demande. Sin embargo, supone un fortísimo contrasentido que, tras años de haber estado prometiendo anchos de banda que nunca entregaron a los usuarios, las empresas de telecomunicaciones vengan ahora a controlar las cantidades consumidas por éstos y a retrotraer la red, tras años de “sensación de ilimitada abundancia”, a un mundo de escasez y de control para evitar llegar al límite marcado e incurrir en costes más elevados o en descensos de velocidad. Por supuesto, las leyes de mercado pueden actuar aquí: si todas las empresas de telecomunicaciones se organizan para imponer bandwidth caps, será un claro caso de colusión de precios. Si no lo hacen, cabe esperar una fuga de clientes desde los proveedores de acceso que lo hagan hacia los que no lo hagan, a no ser que la magnitud del límite establecido sea verdaderamente elevada y la mayoría de los usuarios no lleguen nunca razonablemente a él.

La discusión acerca de la magnitud del límite y su medición está siendo muy interesante en el mercado norteamericano: el límite presuntamente establecido por Comcast, 250 GB al mes, puede parecer razonablemente prudente con el tipo de uso que hacemos de la red hoy en día (según las declaraciones de la compañía, hablamos de  cincuenta millones de correos electrónicos a 0.05 KB por mensaje, 62.500 canciones a 4 MB cada una, 125 películas en calidad estándar a 2 GB cada una, o 25.000 fotos en alta resolución a razón de 10 MB/foto), pero ¿qué ocurre con las tendencias actuales de consumo, cada vez más exigentes en cuanto al consumo de vídeo y de materiales en alta definición? Cada dos horas de película en HD son 8 GB, un evento deportivo en directo pueden ser 13 GB, y además, no estamos solos en casa, compartimos nuestra conexión con otros miembros de la familia… ¿Cómo se define un uso abusivo?

Del mismo modo que Internet no despegó de verdad hasta que tuvimos tarifas planas, la aplicación de bandwidth caps puede suponer un freno total al desarrollo de la sociedad de la información y a la innovación en su conjunto, algo que cualquier país acabará pagando en términos de generación de PIB si se acaba convirtiendo en norma. Y tristemente, se trata de una discusión que sin lugar a dudas tendremos aquí más pronto que tarde y que, dada la peculiar estructura del mercado español, resultará como mínimo de delicado manejo. ¿Estamos preparados como clientes para afrontar ese cambio en el mercado? ¿Aceptaríais ese cambio? ¿Os cambiaríais de proveedor si el vuestro implantase un límite de descarga? ¿Qué patrones de vuestro consumo de Internet modificaríais si vuestro contrato tuviera un techo determinado?

(Enlace a la entrada original - Licencia)

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