Este libro de Michael Heller, “The gridlock economy“, me encantó nada más verlo, pero después de leer la crítica del mismo que ha hecho James Surowiecki en The New Yorker y el recibimiento de Cory Doctorow en Boing Boing, ha hecho que me fuese inmediatamente a Amazon a pedirlo para convertirlo en lectura vacacional. La tesis del libro es cómo los excesos en la propiedad intelectual y en las patentes perjudican el desarrollo de los mercados, detienen de manera grave la innovación y acaban incluso costando vidas humanas, algo de lo que hablamos con mucha frecuencia en esta página. Hemos pasado de una sociedad en la que los derechos de propiedad intelectual eran la única manera de proteger la innovación, a otra en la que la información fluye de manera completamente libre e incontrolable, y en la que esos mismos derechos se han convertido en un freno salvaje. No hablamos de nacionalizar nada, ni de robar a los innovadores el producto de sus esfuerzos, sino de armonizar de la mejor manera posible los privilegios que un creador o innovador obtiene de su creación con las posibilidades que la sociedad tiene de hacer uso de ellas, de construir sobre ellas, de generar negocios alrededor de ellas.
El libro define “la tragedia de los anticomunes” en contraposición a la conocida “tragedia de los comunes“: mientras la tragedia de los comunes provoca sobreexplotación y destrucción de los recursos, la de los anticomunes lleva a la subutilización, al desperdicio y a la pérdida de valiosas oportunidades. Hasta el momento, se ha optado por el camino fácil: dado que las prebendas otorgadas a quienes supuestamente querían proteger la innovación posibilitaron el desarrollo de enormes emporios económicos con gran proximidad y llegada a los poderes legislativo, administrativo y judicial, éstos tres poderes han optado por mantenimiento del status-quo. Mantener la corriente de pensamiento acorde con la educación que recibiste cuando eras joven es siempre una decisión más sencilla, y más aún si quienes te asesoran tienen además intereses en que ésto sea precisamente así. Pero como ya hemnos comentado en otras ocasiones, reforzar en exceso los derechos de unos redunda siempre en un perjuicio de los derechos de otros, y no cabe duda que en virtud de la magnitud de los cambios que ha vivido nuestra sociedad, la ecuación precisa de muchos, muchos ajustes: hoy en día, sistemas como la propiedad intelectual o las patentes son mucho más conocidas por us excesos, sus abusos y el daño que provocan a la innovación que por los supuestos beneficios de éstas.
En cuanto lo lea, le dedicaré otra entrada…
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.