Mi columna en Expansión de esta semana se titula “Paranoias digitales” (pdf), e intenta poner un poco de sentido común en esos comentarios tan habituales sobre que “tal o cual aplicación o empresa venden tus datos”. En muchos sentidos, y en gran medida por falta de claridad y transparencia, hemos alumbrado una generación de paranoicos digitales que creen que todas las empresas se dedican a “robar” sus datos y a “traficar” con ellos, cuando la realidad es que eso de “vender” tus datos ocurre en contadísimas excepciones.
Las empresas no “venden” tus datos, fundamentalmente por una limitación legal, pero también por una aplicación del instinto de conservación. Lo que se suele vender, en el caso de las empresas que administran publicidad, es el acceso a la base de clientes con una serie de condiciones: tú me das tu anuncio, y yo lo expongo a los clientes que me definas en tu segmentación, pero bajo ningún concepto voy a entregarte un listado con datos de qué clientes lo ven. Lo contrario sería absurdo, además de generalmente ilegal.
La famosa supuesta cláusula de algunas redes sociales según la cual le otorgas derechos a hacer “cualquier cosa” con tus materiales es otro lugar común: como ya he comentado en múltiples ocasiones, tú nunca pierdes tus derechos sobre tu material, sino que simplemente otorgas una licencia para que la red pueda gestionar y mostrar tus materiales a terceros según las condiciones que tú establezcas. No, no van a dedicarse a vender tus fotos para que sean portada de un folleto de ropa en algún lugar del mundo, pero fundamentalmente, además, por una cuestión sentido común: el impacto que eso tendría en sus usuarios sería tan inmanejable, que provocaría un verdadero problema de sostenibilidad, además de una más que posible demanda por uso indebido.
También está la cuestión del uso de datos agregados, que a mí me parece no solo adecuado, sino en muchas ocasiones incluso recomendable. Si la empresa gana dinero tratando los datos agregados de sus usuarios, es capaz de mejorar sus servicios, y no revela información que amenace la privacidad de ninguna persona en concreto, me parece perfecto. Hay mucho, mucho más valor que extraer de la estadística y de las tendencias reflejadas en el uso.
Y finalmente, lo que me parece más grave: que personas que se escandalizan porque creen que las empresas, que después de todo le otorgan la libertad de usar o no sus productos, utilizan sus datos, se queden tan tranquilas cuando los gobiernos reclamen un poder omnímodo sobre esos mismos datos, y puedan forzar a las empresas a entregar esos datos de sus usuarios sin mediar requerimiento judicial alguno. Esa tendencia sí me preocupa, porque a una empresa puedo decidir si le compro o no, pero con un gobierno esa libertad está bastante más comprometida. Lo mejor que podemos hacer con nuestras paranoias digitales no es eliminarlas, sino reconducirlas: el enemigo no está donde creemos que está. Está en otro sitio.
A continuación, el texto completo de la columna:
Paranoias digitales
Es uno de los mitos más arraigados en tecnología: que las empresas con las que compartes tus datos los "venden" a terceros. En realidad, es un caso de paranoia digital: cuando confías tus datos a una aplicación, esa aplicación no puede "venderlos" a un tercero si no te ha pedido autorización expresa en sus términos de servicio.
Algunos servicios incluyen en sus términos la posibilidad de asociar publicidad al momento en que visualizo tus datos. Pero eso no supone "vender tus datos": supone recibir de un tercero un anuncio con una segmentación determinada, cruzarlo con una base de datos, y mostrarlo a quienes cumplan un perfil determinado. No se "venden tus datos", sino el acceso a tus ojos en un momento determinado, sin traspaso de información.
Otra posibilidad: datos agregados. Una empresa, 23andMe, tiene mis datos genéticos, y si los vende a un tercero, se las tendrá que ver conmigo en un tribunal. Pero que los use de manera agregada y anónima para la investigación de enfermedades transmitidas genéticamente, por ejemplo, me parece una muy buena opción con la que todos ganamos, y me presto encantado a ello.
En general, las empresas no "venden" nuestros datos, sino que los explotan ellas mismas de maneras razonablemente respetuosas. Por puro instinto de conservación, porque siempre podríamos irnos a otra empresa. Otra cuestión son los gobiernos: si tu gobierno decide exigir tus datos a una empresa, tu capacidad de elección y la de la empresa van a ser nulas. ¿Está la amenaza en empresas de las que nos podemos ir, o en gobiernos cada día más entrometidos, obsesionados con el control hasta el punto de violar la separación de poderes, y a quienes no podemos renunciar? Quiero tecnología para controlar a mi gobierno y exigirle transparencia, pero si mi gobierno quiere controlarme a mí, debería poder hacerlo únicamente bajo el control de un juez. ¿No sería buena idea replantear nuestras paranoias?
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.