Hace ya un par de semanas que recibí la Kickstarter edition del smartwatch Pebble, y la experiencia de uso está siendo, cuando menos, interesante.
El reloj llegó a casa, con bastantes semanas de retraso sobre la fecha anticipada (un problema habitual en proyectos de Kickstarter), en un embalaje de cartón enviado por correo convencional que contenía el reloj y un cable de carga, con un conector magnético que se adhiere al reloj y un USB en el otro extremo.
Tras descargar la aplicación desde el smartphone, el reloj se sincronizó sin ningún problema mediante Bluetooth: tras esa simple operación, y tras configurar un sencillo menú, empecé a recibir notificaciones en la muñeca mediante vibración y mensaje en la pantalla que me avisan de cada correo electrónico, mensaje instantáneo, SMS, evento de agenda o llamada. Teniendo en cuenta que mi teléfono pasa habitualmente mucho más tiempo en modo vibración (en clases, conferencias o reuniones – o cuando simplemente se me olvida así), el aviso es verdaderamente cómodo, ya que me permite ver detalles del evento sin necesidad de extraer el móvil del bolsillo – imagino que si eres mujer y llevas el teléfono habitualmente dentro de un bolso, será más cómodo aún.
El problema que le veo, curiosamente, no está relacionado con la tecnología, sino más bien con los usos y costumbres sociales. Estar en una reunión o con un amigo y notar que tu reloj vibra suele hace que le eches un ojo, y eso puede transmitir a la persona con la que estás una cierta sensación incómoda de “tiene prisa” o “está pendiente de la hora”, dado que el uso normal del reloj es sencillamente ver la hora. Ponerte a explicarle a la persona con la que estás reunido que en realidad no es que estés pendiente de la hora, sino que estás viendo las notificaciones que te llegan es algo como mínimo “aparatoso”, aunque si media cierta confianza termina siendo seguramente lo más práctico. Por otro lado, poder ver detalles sobre un correo que te entra cuando estás haciendo deporte o en otras situaciones en las que no resulta adecuado sacar el teléfono es algo verdaderamente cómodo.
Mención aparte para las llamadas watchfaces, los diseños de pantalla para ver la hora, que pueden intercambiarse con una sola pulsación. Por el momento no hay tantos, pero ya se puede escoger entre un clásico analógico, y varios digitales, incluyendo mi favorito, que detalla la hora en palabras, o el fuzzy time, que la especifica en modo “difuso”, aproximando a valores como los que habitualmente manejamos (“menos cuarto”, “y veinte”, etc.) Aparte del detalle, falta aún que muchas aplicaciones se decidan a programar su interfaz para Pebble, como es el caso de la que utilizo para monitorizar mis caminatas, Endomondo, que parece estar en ello. La gestión de la música desde el reloj parece también cómoda, aunque no la he probado porque en muy raras ocasiones escucho música desde el smartphone.
¿Es el Pebble un reloj a considerar? Sinceramente, lo veo más como un paso intermedio. Su acabado es excesivamente plástico, tiende a rayarse con cierta facilidad, y la pantalla de e-paper, aunque posibilita que te pases casi una semana sin cargarlo, tiene algunas irisaciones de color que le confieren una apariencia general de calidad escasa. Estilísticamente, aunque muy minimalista, es un tanto excesivo en su grosor y tamaño. Mi impresión es que el concepto e-watch está aquí para quedarse, que en no mucho tiempo se habrá convertido en un accesorio común, y que Pebble habrá sido en parte el responsable de ello. Para una startup, conseguir pre-vender nada menos que once millones de dólares en relojes de 150 euros y convertirse en el auténtico poster-child de una categoría en la que hay “sospechosos habituales” clásicos de toda la vida es toda una hazaña. De ahí a que consiga consolidarse cuando los grandes apuesten de verdad por esta categoría, va todo un trecho. Hay quien opina que el problema de los smartwatch actuales es que todos son muy malos y que a la categoría le falta todavía su “iPod o iPhone moment”, lo que nos dejaría esperando por algún competidor que apareciese con una propuesta verdaderamente seductora. En cierto sentido, mi impresión es similar: no es que Pebble sea malo, pero tampoco es en modo alguno “el smartwatch definitivo”. Algo que, seguramente, llegará dentro de poco.
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