13 diciembre 2013

?Cuestión de tamaño?, mi columna de esta semana en Expansión

Cuestión de tamaño - Expansión (pdf, haz clic para leer con comodidad)Mi columna de esta semana en el diario Expansión se titula “Cuestión de tamaño”, y se refiere a la evolución histórica de los terminales de eso que llamamos todavía “teléfono móvil” pero que ya hace mucho tiempo que dejó de ser un teléfono y se aproxima mucho más al concepto de “ordenador de bolsillo”.

En la columna recuerdo los primeros tiempos de la la popularización de la telefonía móvil, a mediados de los ’90, cuando los terminales debían diseñarse para tratar de ser lo más pequeños posibles, y los comparo con el momento actual, en donde el cambio progresivo de funciones nos va abocando cada vez más al uso de los descomunales phablets. Una evolución del factor forma en menos de una década que resulta cuando menos sorprendente.

A continuación, el texto completo de la columna:

 

Cuestión de tamaño

El teléfono móvil comenzó a popularizarse en España en torno a 1996. De aquella época, podremos seguramente recordar la impresionante velocidad de adopción, y la evolución de los terminales: desde los primeros, grandes y pesados, hasta los modelos de principios del siglo XXI, cada vez más reducidos. El comentario jocoso de la época era que "el teléfono móvil era lo único que un hombre presumía de tener pequeño".

Poco podíamos imaginar entonces la evolución que iban a tener esos terminales. En pocos años, el teléfono móvil disparó su potencia de computación, y empezamos a utilizarlo alejado de nuestra cara para acceder a datos, en lugar de pegado a la oreja para hablar por teléfono. Hoy, al término "teléfono móvil" o al más moderno y anglosajón "smartphone" le queda poco sentido: hablamos de ordenadores de bolsillo que, eventualmente, utilizamos para hablar.

En consecuencia, la fisonomía de los terminales ha cambiado. El primer iPhone, que para muchos define ese cambio evolutivo, tenía una pantalla que muchos veían grande. Si coloco aquel iPhone sobre el terminal que llevo ahora en el bolsillo, caben casi tres como él.

Los phablet, a caballo entre teléfono y tablet, son monstruos con pantallas de más de seis pulgadas. Llevarlos en un pantalón hace que evoquemos aquella frase de Mae West, "¿Tienes una pistola en el bolsillo o es que te alegras de verme?" Ponérselos en la oreja queda pintoresco. Pero no importa, porque sus funciones se duplican en otros dispositivos: ves quien te llama en el smartwatch, y descuelgas con el auricular inalámbrico. Y para otros usos, mejor una pantalla grande.

Cuestión de tamaño: en menos de una década pasamos de presumir de terminal pequeño, a presumir de terminal grande. Impresionante. ¿Alguien da más?




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