17 marzo 2014

Marca personal: ¿y por dónde empiezo?

IMAGE: Almagami - 123RFUna muy buena pregunta durante una charla sobre web social y la marca personal esta mañana me ha planteado una cuestión interesante: existen numerosas teorías e ideas sobre cómo apalancar la participación y las herramientas de la web social para conseguir que alimenten esos factores, pero… ¿por dónde se empieza?

Si queremos ser razonablemente metódicos a la hora de mejorar nuestro uso de herramientas sociales – suponiendo que realmente consideremos que queremos usarlas para eso, para mejorar nuestra marca personal, que no es lo que todo el mundo necesariamente busca, – ¿cuáles serían unos razonables “primeros pasos” en esa dirección?

Mi opinión: toda búsqueda de la marca o del desarrollo personal debe seguir una estrategia, y una estrategia necesita, como primer paso, tener un objetivo. ¿Cuál es mi objetivo personal en este sentido? ¿Dónde quiero estar en un tiempo razonable si mi estrategia de posicionamiento personal tiene éxito? ¿Qué términos o campos semánticos quiero que aparezcan asociados con mi nombre en una hipotética búsqueda? ¿En qué ámbito geográfico o lingüístico? ¿En español? ¿En inglés? ¿En catalán? ¿En todos ellos? ¿Qué herramientas estoy dispuesto a utilizar para ello?

En segundo lugar: ¿qué hay ahora mismo ahí? ¿Una amplia variedad de expertos, de personas con elevado prestigio, de referencias con nombre y apellidos? ¿O un páramo sombrío con poca participación? La idea es comparar ese ámbito con los famosos “océanos azules o rojos” de W. Chan Kim y Renee Mauborgne, y deducir el esfuerzo que supondrá desarrollar contenido para lograr situarse en ese entorno en un tiempo razonable. Y si vamos a desarrollar contenidos, pensemos en dónde: un buen comienzo puede ser Twitter, herramienta sencilla donde las haya, con un balance de dedicación frente a resultados interesante, que puede gestionarse desde simplemente un smartphone, y que habitualmente brinda resultados de manera relativamente rápida. Como herramienta para comenzar con algo de motivación y retroalimentación inmediata, pocas me parecen tan sencillas.

Tercero: si en efecto, al buscar en ese ámbito hay personas con una marca y una asociación con el tema reconocida, sigámoslos. Algo estarán haciendo bien, ¿no? Sin llegar al “de mayor quiero ser como ellos”, fijémonos en lo que hacen, en cuáles son sus fuentes, en cuánta presencia mantienen, en su nivel de conversación. Empecemos a utilizar Twitter ya no simplemente para saber qué hacen nuestros amiguetes o para ver la frase filosófica del día, sino también como herramienta de gestión de contenidos.

¿Qué pasa cuando, tras el citado análisis, situamos en nuestro timeline a esas personas y comenzamos a consumir los contenidos que generan? ¿Y si los combinamos con otras fuentes que nos permitan empezar a cubrir ese campo de una manera cada vez más completa? De manera inmediata, empezaremos a tener una cierta abundancia de contenidos con un flujo razonable – dependiendo de la temática, claro – y seguramente, nos resultará en cierto sentido “natural” empezar a rettwittear, a marcar favoritos o incluso a contestar. Cualquiera de las tres acciones lleva no solo a que las herramientas de análisis lo vean, sino también a que nuestros seguidores empiecen a auto-seleccionarse en función del tema de interés. No tenemos que abandonar lo personal o perder nuestras señas básicas de identidad, pero posiblemente sea una buena idea, si queremos apuntar en esa dirección, convertir nuestro Twitter – o la herramienta que queramos utilizar – en algo relacionado con esos campos que hemos definido como de interés.

Con esto, estamos convirtiendo nuestra herramienta en algo interesante en dos sentidos: ahora seguimos a referencias interesantes, y si lo hacemos bien, nos empezarán a seguir aquellos a quienes igualmente les interese esa temática. Únicamente con eso, empezaremos a tener un cierto valor en asociación con ello, aunque solo sea por nuestra capacidad de curación de contenidos, de filtrar lo que hemos visto con nuestro criterio. Si además contribuimos nosotros mismos con contenido original o con opiniones propias, mejor aún – siempre que valgan la pena, claro. Y en tercera derivada, otro beneficio más: podremos utilizar nuestro “timeline” como una forma de recuperar ese contenido que nos pareció interesante, simplemente buscando en él, para evitar ese efecto de “sí, leí algo sobre esto, pero… ¿dónde demonios estaba?”.

El siguiente paso, ya más complicado, consiste en darnos cuenta de que nuestra indexación, nuestro “ego search” y la durabilidad de nuestra estrategia de posicionamiento personal no debería depender del tiempo que dura la información en una red social determinada, que típicamente además se mide en horas: deberíamos plantearnos, como suele comentar Alfonso Alcántara, dejar de ser “un homeless digital que está todo el día tirado en las redes sociales”, y empezar a construirte “tu propia casa”, aunque al principio sea un apartamento pequeño y esté en un barrio periférico. De ahí a cómo pasar a estar en un barrio céntrico o en primera línea de playa, ya van otras cuestiones sobre las que ya se ha escrito mucho… pero para empezar, pensemos en cómo poner en valor esas herramientas sencillas que utilizamos todos los días – o que no utilizamos porque no sabemos exactamente para qué – y que podrían seguramente aportar un valor en nuestra estrategia. Pero de nuevo: si es lo que queremos. No hay una “forma buena” y una “mala” de usar estas herramientas, cada uno les da el uso que le da buenamente la gana. Pero si lo que pretendo es que contribuyan a mi marca personal, a mi asociación con aquellos temas en los que quiero o me gustaría estar… no me parece un mal comienzo.




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