Suelo ser en esta página bastante prudente con las menciones a la empresa en la que trabajo, IE Business School. Este blog es mi página personal, y en ningún caso quiero que se vea como una especie de “visite nuestro bar” de la empresa en la que trabajo. Aunque se cumplan este año ya nada menos que veinte desde que empecé a trabajar en el IE y esté enormemente orgulloso de trabajar ahí, creo que es bueno mantener una cierta separación entre temas.
Pero que The Economist reconozca el International Executive MBA como mejor master online del mundo es una noticia que no podía dejar de comentar. Porque el International Executive MBA es un producto que he vivido a lo largo de sus diez años de historia, porque cuando el IE empezó con él, pocos creían en ese producto, y porque me parece un buen ejemplo de adaptación al escenario tecnológico y de reinvención de un producto, hasta el punto de que ahora, las actividades online suponen una parte muy sustancial de los ingresos de la compañía. Y por lo que puede verse cada vez más, también de su prestigio. Para entenderlo, me ha gustado especialmente este artículo de Gamaliel Martínez, Director del programa, en The Economist, titulado “How a distance-learning MBA works“. O puedes echar un vistazo al blog que los propios alumnos escriben con sus experiencias.
A pesar de toda la presunta negatividad y complejo de inferioridad que conlleva la etiqueta de “a distancia”, el International Executive MBA es el master de IE Business School con perfil de estudiantes más elevado en cuanto a experiencia profesional, y tiene un precio sensiblemente más elevado que los masters presenciales, cuestiones que provocan obviamente un fortísimo nivel de exigencia por parte de unos estudiantes que, a pesar de ello, evalúan sistemáticamente su experiencia con puntuaciones por encima de la media de otros cursos. El participante medio es una persona con una muy fuerte experiencia internacional, que suele viajar mucho y tener un nivel de responsabilidad elevado, circunstancias que hacen muy difícil someterse a la rigidez de horarios y situaciones que conlleva un programa de carácter convencional.
La apuesta por el uso de la tecnología ha conseguido crear, a pesar de los clichés del mercado con respecto a la educación a distancia, un producto mejor. Hablamos de un curso que cuenta con alumnos de un perfil muy elevado y radicalmente diverso en su procedencia, que pasan dos períodos de seis meses interaccionando exclusivamente a través de la red (unidos a dos períodos presenciales de dos semanas en Madrid y otro en Shanghai) y que, a pesar de la lejanía física, se sienten completamente implicados con su grupo, con los profesores y con el grupo con el que interactúan todos los días. Más implicados y con más conciencia de grupo que en un programa presencial convencional, donde se ven todos los días y se sientan horas y horas en la misma habitación. Que usan herramientas tecnológicamente sencillas, pero que se exprimen para extraerles un gran potencial, y para conseguir, como ya he comentado en otras ocasiones, una experiencia de aprendizaje que acaba siendo incluso superior en su alcance y profundidad a la de un master presencial. Discusiones de casos que se prolongan a lo largo de varios días, con comentarios por escrito, sensiblemente más elaborados y profundos que los que pueden hacerse simplemente levantando la mano en clase, con mucho más aporte de datos, de información… con todo lo que en la red puede encontrarse, crearse o compartirse a un solo clic de distancia.
Para mí, un fantástico ejemplo de cómo la tecnología, bien dosificada y utilizada, puede llegar a aportar mucho valor. Y como participante en el programa desde su primera promoción, todo un orgullo que no podía dejar de comentar.
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