Una denuncia de un grupo de discográficas independientes al Gobierno “por no hacer nada contra las descargas” publicada en El País ha destapado la caja de los truenos: la denuncia proviene únicamente de un grupo de diecisiete sellos independientes que para nada resultan representativos del sentir de estos importantes actores en el terreno de la producción musical de nuestro país (solamente en Promusicae hay ochenta y siete sellos, y en UFI, la Unión Fonográfica Independiente, aparecen cincuenta y dos). Es evidente que el titular escogido por Ramón Muñoz, “Las discográficas independientes se alzan contra el gobierno” resulta cualquier cosa menos riguroso. De hecho, las voces en contra de dicha postura surgieron de manera inmediata tanto entre las discográficas que no figuraban en dicha lista como en las que sí lo hacían. Resulta curioso ver como Ramón hablaba en su artículo de “una veintena de empresas discográficas independientes”, pero citaba únicamente diecisiete, y de esas, se le han desmarcado ya tres. ¿Representativo de algo? Sí, representan a los que no se quieren enterar de que el mundo ha cambiado.
En el diario Público, un artículo titulado “División en los sellos independientes” mostraba como dos de las discográficas firmantes, BCore Disc y Kasba Music, se desmarcaban inmediatamente del mismo con declaraciones que afirmaban que “La primera premisa que puse para firmar el manifiesto fue que no castigara al usuario final. Si la línea es esa, yo me desvinculo del tema” (Jordi Llansamá, BCore Disc), que “para nada queremos que se haga algo como en Francia” (Joni Sahun, Kasba Music), o que “los sellos tenemos que buscar soluciones. Que la música se pueda escuchar de forma universal es un avance para la sociedad y somos nosotros los que tenemos que adaptarnos” (Joan Vich, Primeros Pasitos). Además, algunos propietarios de sellos independientes, como Pedro Vizcaíno, de Grabaciones en el Mar, Daniel Rojas, de Mondongo Canibale Records o Sergio Picón, de Aloud Music, han expresado su opinión en contra de la denuncia en artículos como este de 20 minutos, “Discográficas independientes: el amor al arte por encima de todo“, o en entradas en blogs como esta del propio Sergio, “Sobre el artículo del 20 minutos” o este de Daniel Granados, de Producciones Doradas, titulado explícitamente “Contra el manifiesto de ‘algunas’ discográficas independientes“. Algunas de estas entradas reflejan de verdad el sentido común que debería imperar en la industria musical, y son una verdadera delicia de muy recomendable lectura. Para muestra, este fragmento:
“Nosotros hemos colgado nuestros discos en Emule desde el año 2004. Lo hacíamos porque sabíamos que sino llegaba otro, y lo hacía a mala calidad… y nos gastamos mucho dinero en estudios y los grupos en sonar bien, como para que llegue alguien y cuelgue un disco a 128Kbps. Por eso llegaron las descargas gratuitas. A fin de cuentas, es una forma de evitar que el disco se filtre por otros lados, y es una forma de que el usuario que conoce tu sello, pueda conocer a todas las bandas que llevas.
Si las descargas son algo positivo o negativo para un sello, eso lo debe valorar cada sello. Para Aloud Music, son algo tremendamente positivo, y puedo afirmar sin problema alguno que sin internet no seríamos nadie. Quizá por haber comenzado a adaptarnos desde nuestro nacimiento (recuerdo que desde el primer día, nuestros discos se pueden escuchar en streaming… lo que hoy sería Spotify), no lo vemos como una carga, sino como una ventaja. Pensemos en el año 1995. ¿Qué formas tenía un usuario de escuchar a los grupos independientes? Yo se lo diré: Radio3. El que no salía allí no era nadie. Hoy en día, un usuario puede moverse a sus anchas y decidir por si mismo… ¿no es eso una oportunidad maravillosa para los sellos independientes, incluso para aquellos que denuncian al gobierno? ¿no deberíamos explotar la tecnología a nuestro favor para dar a conocer a nuestros grupos?”
(Sergio Picón, Aloud Music, en su blog personal)
Los sellos discográficos independientes viven una realidad de la música mucho más pegada a los artistas y a los clientes. En muchos casos, quienes los fundan o trabajan en ellos lo hacen siguiendo una afición, una pasión, y la idea de perseguir a los fans de sus artistas les resulta tan repugnante como por puro sentido común debería sonar a cualquiera. Algunos de estos sellos facilitan la descarga de su música, la cuelgan ellos mismos en las redes P2P con buena calidad para evitar la circulación de copias de calidad deficiente, y empiezan a construir su modelo en base a la atención de sus usuarios, intentando una proximidad, casi una complicidad con los fans que les lleve a tener razones para la compra. Como ilustraba Michael Masnick hablando del caso de Trent Reznor (Nine Inch Nails),
CwF + RtB = $$$ (Connect with Fans + Reason to Buy)
Busca cada vez más elementos que consigan una conexión directa con los fans, y proporciónales buenas razones para comparar tu producto, en lugar de dedicarte a perseguirlos absurdamente como si fueras la policía. Una estrategia cada vez más utilizada, pero que las grandes discográficas, las sociedades de gestión de derechos de autor y los políticos prefieren seguir ignorando mientras golpean insistentemente su cabeza contra la pared y contra la realidad.
Mientras algunas discográficas independientes pretenden falsamente arrogarse la representación del resto y gastarse el dinero en despachos de abogados y en denuncias grandilocuentes, otras con mucho más cerebro y capacidad de adaptación están empezando a ver que el mundo va por otro lado, y que el nuevo entorno, además de completamente inevitable, no trae solo amenazas, sino también oportunidades.
Se abre la caja de los truenos.
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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