15 marzo 2010

Restricciones geográficas en Internet: una herencia del pasado

Te levantas por la mañana en un país extranjero, te vas a leer tu periódico español como todas las mañanas… y te encuentras el contenido restringido: los vídeos no pueden verse desde donde estás, y en su lugar, solo obtienes un incómodo recuadro rojo que te dice que “el vídeo actual está restringido en su localización geográfica” (gracias, Cristóbal).

Sin entrar en si la situación se debe a una cuestión de derechos (los dos vídeos que veo restringidos en la captura de pantalla pertenecen a noticias de deportes, concretamente liga española de fútbol y Fórmula 1) o a algún tipo de decisión tomada desde el propio medio y debida a algún otro criterio, conviene hacer una reflexión acerca del futuro de este tipo de restricciones geográficas en Internet: en un medio definido como global por su propia esencia y naturaleza, las restricciones en función de la geografía aparecen como algo anacrónico, absurdo, que puede ser fácilmente superado utilizando un simple proxy o VPN, y que choca además con la percepción marcadamente universal del medio. Sin embargo, paradójicamente, el uso de este tipo de restricciones no ha hecho más que crecer en los últimos años, a medida que los conglomerados mediáticos internacionales han ido volcando su actividad en Internet.

La razón para este tipo de sistemas de restricción geográfica es simple: son la herencia de los viejos sistemas de ventanas de explotación y de gestión de derechos que existían antes de la llegada de la red, en su último intento por adaptarse al nuevo medio. Pero lógicamente, la pregunta es: ¿qué cabe esperar en un futuro? ¿Una red cada vez más sujeta a este tipo de sistemas, que investiga por medios cada vez más precisos quién está al otro lado del clic y entrega únicamente aquellos contenidos que según la industria, ese usuario “debe” ver, o sistemas cada vez más abiertos y carentes de estas restricciones que respondan de manera natural a la naturaleza de un medio sin fronteras? ¿Iremos hacia una red cada vez más cifrada y anónima en la que estas restricciones carezcan completamente de sentido, o recobrarán estas empresas la cordura y dejarán de intentar imponer reglas y sistemas del pasado sobre los soportes y medios del futuro?

La respuesta sigue el ya conocido patrón de “lo viejo contra lo nuevo” habitual en esta página: prescindir del rentable negocio de “vender lo mismo en muchos sitios” supone a los ojos de la industria una dolorosa renuncia a ingresos a corto. Pero mantener el sistema hace que, en un mundo progresivamente globalizado, un número creciente de personas adopten sistemas tecnológicos para escapar al control y poder operar en cada momento según les interese, enmascarando su procedencia geográfica. La evolución de este tipo de sistemas es bien sabida: una especie de “carrera armamentística” entre los comercializadores de los derechos, que intentan crear mejores restricciones y someter a listas negras a los que utilizan sistemas destinados a saltárselos, y unos hackers que desarrollan sistemas resistentes a la ofuscación, generalmente además a mayor velocidad que la industria.

En el fondo, los intentos por hacer que Internet, un medio en esencia global y neutral, se convierta de alguna manera en lo que era la televisión en su momento, fracasan por una mera cuestión de principios: nunca en la historia de la Humanidad el avance de la tecnología se ha presentado con vueltas atrás que fuesen mínimamente sostenibles. Como ya hemos comentado en muchas ocasiones: si tu negocio consiste en impedir el acceso de los usuarios a tus bits, vete buscándote otro negocio…

(Enlace a la entrada original - Licencia)

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