Empezó como protestas aisladas de ciudadanos anónimos que se defendían de una actividad que empezaba a ser calificada como “acoso”, llevada a cabo por una industria que generaba más de dos millones de puestos de trabajo y unos cincuenta mil millones en ventas. En su momento álgido, lo normal en muchos hogares norteamericanos llegó a ser recibir alrededor de una llamada de telemarketing diaria, hasta el punto de llegar a asentarse la costumbre de monitorizar las llamadas entrantes mediante el contestador automático.
En el año 2003, al constatar la creciente intensificación de las protestas y la actividad desenfrenada de los telemarketers, el Gobierno de los Estados Unidos creó el National Do Not Call Registry, una página en la que poder dar de alta cualquier teléfono residencial con el fin de excluirlo de las bases de datos empleadas por las empresas de telemarketing.
En los primeros días de su creación, la “Do Not Call list” registró más de diez millones de solicitudes, con picos de más de ciento cincuenta altas por segundo. El lobby de la industria, la American Teleservices Association llegó hasta el punto de denunciar a dos agencias gubernamentales, la Federal Trade Commission (FTC) y la Federal Communications Commission (FCC), porque su “exceso regulatorio” iba a llevar a la ruina a sus empresas y porque estaban protagonizando “un abuso sobre la libertad de expresión de los trabajadores de la industria, una minoría impopular cuyos derechos constitucionales debían ser defendidos”. Tras un mes de funcionamiento, la lista había crecido hasta los veintiocho millones de números, y se esperaba que llegase a los sesenta millones en su primer año de funcionamiento. Ahora, siete años después, la lista acaba de alcanzar los doscientos millones de números inscritos: en los Estados Unidos, con una población de 309 millones de personas, existen unos 150 millones de teléfonos fijos y unos 285 millones de teléfonos móviles (91% de la población).
¿Cuáles han sido los efectos de la enorme popularidad de la Do Not Call list? A pesar de las excepciones a las que está sujeta (llamadas para caridad, comunicaciones de partidos políticos, encuestas, etc.), en torno a un 77% de los apuntados afirman que el registro ha marcado “una gran diferencia en el número de llamadas de telemarketing” que reciben, mientras que un 14% cita una “pequeña reducción”. Como media, se mencionan reducciones que van desde las treinta llamadas mensuales, hasta un promedio de seis: de la molestia y el acoso constante, a una cierta incomodidad ocasional. Algunas empresas sin escrúpulos siguen ignorando la Do Not Call list, pero ahora se trata de algo denunciable, con procedimientos marcados y multas para los infractores.
Y en España… ¿cómo llevamos este tema?
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.