La actual discusión acerca de las descargas está escondiendo, en realidad, un dilema mucho, muchísimo más complejo, que vale la pena explorar. En primer lugar, se fundamenta en una dialéctica completamente falaz, como bien comenta Julio Alonso, en la que se pretende oponer de manera burda a “los creadores de contenidos que generan cultura, puestos de trabajo y bienestar” con un “bando opuesto que son unos piratas que roban contenidos de terceros, destruyen la cultura y no generan nada bueno”. Hablamos, por tanto, de la lucha de “lo viejo contra lo nuevo”, de los “neoluditas rentistas de la propiedad intelectual del siglo pasado” que quieren seguir explotando ésta ad infinitum mediante los mismos modelos de siempre, contra los nuevos creadores: una batalla que, para su pesar, se desarrolla en un entorno en el que todos somos autores y podemos generar contenidos.
¿Quienes son los verdaderos protagonistas de esta guerra? Por un lado, los usuarios de Internet, el primer medio verdaderamente bidireccional y libre. Ni los periódicos, ni la radio, ni la televisión, ni nigún otro medio fue nunca bidireccional: se limitaba a ser un canal unidireccional en manos de una serie de personas que, apoyadas en el mismo, obtenían grandes beneficios y “controlaban” todo, desde el entretenimiento hasta la opinión de los demás. La verdadera guerra es, como dijo la ministra González-Sinde, por “controlar Internet”. Por convertirlo en un medio inofensivo, mucho más parecido a los anteriores, un medio en el que haya que tener una licencia para emitir, un control para publicar, un permiso para opinar. Y en esto juegan un papel fundamental tres poderosísimos grupos de interés íntimamente relacionados:
- El lobby de las telecomunicaciones: una de las industrias más poderosas del mundo, y con el detalle de ser quienes poseen las infraestructuras sobre las que se desarrolla la sociedad de la información. Su lucha es meramente económica: pretenden no ser únicamente “infraestructuras”, sino apropiarse de parte del valor de lo que circula por ellas. Para ello, pretenden eliminar una de las características más importantes de Internet, la llamada neutralidad de la red, para así poder hacer llegar sus contenidos o los de aquellas empresas que paguen por ello con mejor calidad de servicio que los de aquellos que no lo pagan. Una Internet sin neutralidad de la red dejaría de ser Internet, y pasaría a ser algo mucho más parecido a la televisión o la radio: unos cuantos canales de empresas que pagan, y un canal libre de baja calidad en el que se desarrollarían contenidos fuera del alcance del público general. Es, sin duda, la amenaza más importante para la red, muchos llevamos mucho tiempo avisándolo, y ahora la tenemos completamente encima de nuestras cabezas. Tanto, que se vota este próximo 5 de Mayo. Además, eliminar la neutralidad de la red permitiría a las empresas de telecomunicaciones convertirse en “guardianes” de la misma: bloquear sitios web sin la intervención de ningún tipo de autoridad judicial, imponer sanciones o expulsar de la red a quienes consideren que incumplen sus condiciones.
- El lobby de los derechos de autor: tras más de cien años controlando los canales por los que se podía acceder a sus creaciones y decidiendo qué circula por elos y qué no, la industria comercializadora de derechos de autor (ojo, no confundir con “los creadores”) pretende seguir haciendo esto mismo. Una idustria fundamentada en torno al pago por copia, que acostumbrada a la propiedad de los medios necesarios para crear estas copias, pretende ignorar el hecho de que en la sociedad de la información, todos podemos generar copias sin ninguna limitación. El problema no es que descarguemos o que copiemos, el verdadero problema es que dejan de controlar nuestros gustos y nuestras preferencias, dejan de ser quienes seleccionan y deciden. En realidad, los creadores están mejor en un entorno en el que pueden llegar más fácilmente a su público, pero se ven presos de una paradoja: si ya eres un creador consagrado, prefieres un mundo en el que otros, para llegar a donde tú estás, tengan que pasar por filtros parecidos a los que tú pasaste en su momento. Y si estás aún por consagrar, crees que la única manera es pasando por firmar sus contratos, porque como en todas las revoluciones, el modelo alternativo aún no está presente cuando el anterior cae. Por supuesto, apoyan todo lo que el lobby de las telecomunicaciones quiera hacer, porque eso les proporciona un mayor nivel de control. Y además, entran en abierta connivencia con el tercer lobby, el político, participando en campañas y tomando abiertamente partido por aquellos que defienden su modelo de negocio. El hecho de que los derechos de autor sean uno de los principales productos de exportación de países como los Estados Unidos hace que su gobierno lo defienda como solo se defiende a una de las principales industrias de un país.
- El lobby político: juega un importantísimo papel a la hora de otorgar y mantener las prebendas de los otros dos y las suyas propias. Hablamos de políticos acostumbrados a manejar un entorno conocido, en el que la opinión se canalizaba a través de unos pocos medios de comunicación. Ahora, ven la red con recelo, como un lugar en el que el control resulta imposible, en el que cualquiera puede hablar al volumen que sus contertulios le otorgan. Los intentos por implantar un control o una licencia para publicar en la red, como en Francia o Italia, no son en absoluto casuales: la red es un entorno en el que pocos políticos se mueven a gusto, y por eso añoran los tiempos en los que podían ejercer control simplemente levantando un teléfono y hablando con el director de periódico de turno, cuya complicidad podían además pagar mediante publicidad institucional. El partido en el poder controlaba los medios porque controlaba el presupuesto de publicidad institucional, y podía tener poder de decisión sobre la comunicación mediante los adecuados esquemas de filtraciones, entrevistas, etc. Por otro lado, el lobby político norteamericano se ve en la obligación de defender a una de sus industrias más importantes, y pretende que el resto de los países hagan lo mismo, aunque no tengan exportaciones que defender en su balanza comercial o estas sean, como en el caso de España, completamente insignificantes.
Estos son los tres poderes detrás de la oposición a algo tan natural, tan vinculad a Internet, como la posibilidad de descargar lo que a uno le venga en gana. No se trata de que nadie robe nada, ni de que unos sean “piratas” y otros “creadores”… En la sociedad en red, creadores somos todos los que tenemos acceso a la red: creamos textos, vídeos, fotos o lo que queremos crear en cada momento, para audiencias grandes o pequeñas, con total manejo de unos medios de producción antes reservados a unos pocos. Lo que estamos viviendo es, como decíamos, la lucha de “lo viejo contra lo nuevo”, y sobre todo, una fortísima ofensiva de los Estados Unidos por defender una de sus industrias principales, la exportación de propiedad intelectual. Aquí vale todo, así haya que nombrar cargos públicos en abierta connivencia con los intereses de una sola de las partes, condicionar la entrada de un país en la World Trade Organization al cierre de una página web, o manipular un juicio poniendo a un juez de parcialidad abierta y demostrada. Todo vale.
Como claramente lo comentó este artículo de Expansión, el gobierno español tiene la necesidad imperiosa de mostrar que puede “controlar el problema de las descargas” antes de la visita de Joe Biden a Europa a mediados de este año. Y la pregunta es: ¿defiende el gobierno español a la cultura española o los intereses de la industria del copyrigh norteamericana? Que Estados Unidos defienda un modelo cultural determinado que claramente le favorece no quiere decir que todos los países tengamos necesariamente que apoyarlo, y menos si a nosotros no nos va tan bien porque nuestra cultura no se exporta prácticamente nada. Posiblemente, la cultura española estaría mejor defendida mediante modelos basados en fórmulas mucho más abiertas de miras, más centradas en los mecanismos que utiliza, por ejemplo, el que es cuantitativamente nuestro mejor producto de exportación, una serie de animación como Pocoyó, que nunca ha manifestado ningún problema con el hecho de que su propiedad intelectual sea utilizada por terceros para crear obras derivadas. Modelos menos restrictivos, basados en el conocimiento de la red, la viralidad y sus mecanismos, y que bien podrían aplicarse a muchos más creadores españoles si el gobierno, en vez de obcecarse con modelos caducos, intentase desarrollar un pensamiento propio en ese sentido y protagonizar un modelo revisionista de los derechos de autor más adecuado a los tiempos que corren. Pero no, es más facil insultar, calificar de “piratas” a los que hacemos cosas nuevas, y buscar culpables donde no los hay. Total, el activismo de Internet no sale de Internet, jamás llega a la calle, y sus protestas solo les llevan como mucho a romper el ratón a fuerza de darle clics cuando están muy enfadados…
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.