Estoy intentando imaginar la cara que se le habrá quedado a un par de ladrones de bolsos cuando de repente, bastantes minutos después de haber robado uno y estando ya en otro punto diferente de la ciudad, aparece la policía y, sin más preguntas, los detiene: la persona a la que habían robado ese bolso recordó de repente que tenía instalado Google Latitude en su teléfono, llamó a uno de los contactos a los que había autorizado a conocer su posición, su hermana, y le pidió que llamase a la policía y les indicase dónde exactamente se encontraba el bolso. A pesar de que el ladrón había huído del lugar del robo en un coche conducido por un cómplice, la policía simplemente tuvo que acudir a las coordenadas indicadas, y detener a los ladrones todavía con la prueba incriminatoria en sus manos.
Lo cuenta TechCrunch a partir de una noticia del telediario de CBS, y la verdad es que es una historia la mar de curiosa, de esas que Howard Rheingold agrupa en su Smart Mobs bajo el epígrafe “The era of sentient things“: no deja de ser un detalle anecdótico, deduzco que a partir de ahora, a la vista de las noticias, los ladrones de bolsos se dedicarán a aprender cómo desconectar rápidamente Google Latitude de cualquier teléfono móvil que encuentren, pero tiene su punto curioso y futurista. Decididamente, robar bolsos ya no es lo que era…
El número de dispositivos con capacidad de indicar su localización está creciendo de manera vertiginosa, al tiempo que descienden su coste y su sencillez. En este momento llevo, como muchas otras personas, un dispositivo en el coche que, en caso de robo, puede indicar a la policía donde se encuentra, y tanto su coste inicial como su instalación fueron financiadas no por mí, sino por la compañía aseguradora, yo únicamente pago la cuota del servicio. De hecho, no sé ni en qué lugar del coche se encuentra, porque el instalador tiene instrucciones de no decírselo ni al propietario. En el maletín de mi ordenador viaja otro pequeño dispositivo que me permite igualmente ver sobre un mash-up de Google Maps dónde se encuentra. Y algunas personas, además, pueden saber dónde me encuentro - o al menos, dónde se encuentra mi teléfono, que lógicamente suele estar en mi bolsillo - mediante similar procedimiento, siempre que yo no le haya pedido al teléfono que lo oculte o que mienta, cosa que también puedo hacer en tres simples clics. Tres empresas diferentes, con tecnologías relativamente distintas (Detector usa la radio, mientras que Navento y Google recurren al GPS o a la triangulación por célula), pero resultados, con sus matices, similares. Curioso mundo este de la geolocalización…
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.