Leo con profunda decepción la columna de José María Lassalle, secretario nacional de Cultura y diputado por el Partido Popular, en El País de hoy, titulada “Más libertad, propiedad y legalidad“.
Con profunda decepción, porque José María Lassalle fue uno de los asistentes a aquella reunión celebrada al hilo del manifiesto, porque ocupa un cargo de influencia en el partido, y porque no expone su postura a título personal, sino aparentemente como postura de su partido. Y porque con su postura demuestra tener la cabeza blindada a la entrada de toda idea nueva, enrocada en una concepción de propiedad intelectual absolutamente absurda en los tiempos que corren, y lo peor, llena de ideas perversas sobre “robos”, “piratas” y fantasmas por el estilo con los que, decididamente, no vamos a ningún lado. Este tipo de ideas no son las que España necesita, no representan ningún cambio con respecto a lo que hay, y no se convierten en esperanza de nada. Son, simplemente, más de la misma estupidez.
En la triste mentalidad de José María Lassalle, España es un país lleno de malvados piratas que se apropian de las obras de los pobrecitos artistas. Que un político, en pleno siglo XXI, sea capaz de visualizar a su masa de electores como una especie de caterva de ladrones y predadores como incesantemente buscan los lobbies de la propiedad intelectual debería ser motivo suficiente como para que perdiese los favores de dicho electorado. Me está usted insultando, señor Lassalle, y está insultando además a mi sentido común. Mi sentido común de creador, señor Lassalle. Porque en Internet también se crea, un volumen de creación interesantísimo, que no tiene nada que ver con los lobbies de la propiedad intelectual y con las sociedades de gestión con las que usted se reúne como únicos interlocutores de “los creadores”, y que florece al calor de las nuevas reglas que rigen la sociedad de hoy. Reglas que están ahí aunque no hayan sido legisladas, porque contrariamente a lo que ocurre con las antiguas, éstas sí responden a la realidad.
No, señor Lassalle. Por mucho que pretendan los lobbies que representan a la antigua concepción de la propiedad intelectual, aquí nadie está robando nada. Cuando un ciudadano se descarga una obra de la red, no la está robando, ni es necesario proteger a nadie de ello. La propiedad intelectual, en la era de la red, no se protege bloqueando el acceso a ella, ni persiguiendo a los ciudadanos al grito de “más propiedad, más legalidad”. La propiedad intelectual se protege consiguiendo que circule, que florezcan en el nuevo entorno nuevos modelos capaces de generar un importantísimo potencial económico en lugar de perseguir el muerto y caduco negocio de esas copias que ahora todos podemos hacer. Mientras siga usted viendo ladrones y fantasmas, no vamos a ningún lado. Mientras pretenda que todas esas cosas que los jueces han demostrado por activa y por pasiva que NO SON DELITO en España tienen que serlo forzosamente porque eso dice su maltrecho sentido común, no nos entenderemos. Si me insulta antes incluso de que me siente a la mesa, mal vamos. Señor Lassalle, yo me bajo cosas de Internet. Muchas. Básicamente, las que me da la real gana. Medite usted: mientras me considere usted un ladrón, no le aceptaré como interlocutor. Porque aunque me bajo muchas cosas de Internet, muchos artistas y la cultura en general tienen conmigo una ecuación más que positiva. Voy a conciertos, pago la entrada, me compro camisetas para evocar el momento, hablo de lo que viví, genero atención, los recomiendo a otras personas… las copias, señor Lassalle, son lo de menos a día de hoy. El dinero no se gana en las copias, porque una copia carece completamente de valor. Las industrias de contenidos no necesitan “más protección”, porque las leyes actuales son ya protección suficiente. Internet no necesita “más protección”, no necesita que lo convirtamos en un “estado de excepción”. La cultura no necesita eso. Las industrias necesitan darse cuenta de que insultar y perseguir a sus clientes no es un buen modelo de negocio, que no funciona, pero que hay otros muchos que sí lo hacen, y muchos artistas de todo tipo que se encargan de demostrarlo. Los números cantan, señor Lassalle.
Deje de darse cabezazos contra la pared, señor Lassalle: su concepción de propiedad intelectual ligada al número de copias ya no es válida en la era digital, y necesita una drástica redefinición. Hace aguas por todas partes. España no es un “país de piratas”, y la responsabilidad de que figure en esa lista que usted menciona no es de los españoles ni de su comportamiento en la red, sino de unos interesados lobbies que mienten a los organismos internacionales mediante informes falsos, pintando una imagen falsa y torticera de nuestro país, para intentar incrementar la presión favorable a sus intereses. El panorama de las descargas en España no es diferente al de Estados Unidos, el Reino Unido o Francia. Las medidas coercitivas no consiguen ningún efecto, como las cifras pueden atestiguar, fundamentalmente porque la lógica retorcida y agotada del siglo pasado no está de su lado, no funciona en este siglo. Y obsesionarse con que vive usted en un “país de delincuentes” es algo muy poco recomendable para alguien que se sienta todos los días en el Parlamento. Pero muy, muy poco recomendable.
Las descargas, señor Lassalle, no son el problema de este país. Contrariamente a lo que usted piensa, la cultura de este país estaría mucho, muchísimo mejor si sus contenidos fuesen el top absoluto de las redes de P2P a nivel mundial. Eso sería lo mejor que le podría ocurrir a la cultura española. La de los Estados Unidos lidera esa clasificación, y mire que bien les va. Porque cuando algo se descarga mucho, también se consume mucho, aunque usted no lo quiera creer. Internet supone mercados mucho más grandes, y porcentajes más pequeños de esos mercados mayores suponen potencialmente más dinero. Aunque usted prefiera creer a las sociedades de gestión que le reclaman más protección para esos maltrechos modelos de negocio imposibles en nuestros días, y que seguirán siendo imposibles se pongan como se pongan tanto ellas como usted. Con cánones y prebendas, con modificaciones legislativas alambicadas y hechas a su medida, no se protege un modelo de negocio muerto, fundamentalmente por eso, porque está muerto. Podemos hablar durante meses de la manera de montar un caballo muerto: podemos cambiarle la dieta, darle electroshock o todo tipo de charlas motivadoras, pero eso no cambiará el hecho de que el caballo está muerto, y que lo que hay que hacer es cambiar de caballo. Redefinir la propiedad intelectual para adecuarla a nuestros tiempos. La tradición, señor Lassalle, nunca fue un modelo de negocio.
Señor Lassalle, para convertirse en alternativa, hay que proponer alternativas. La red se estremece ante propuestas como las suyas de “más propiedad y más legalidad”, porque son simplemente más de lo mismo. No escuchar a la realidad, no querer ver los cambios, seguir sentándose con los mismos agoreros de siempre, con los que se arrogan falsamente la representación de “los creadores”, con esos que dicen esas estupideces de que “la cultura está en peligro” y “la música se acabará en cinco años”. Así, señor Lassalle, no vamos a ningún sitio. En la reunión con Esteban González Pons del pasado 10 de diciembre algunos hasta creímos vislumbrar alguna esperanza. Con su columna, usted ha conseguido matarla. Una verdadera pena.
(Enlace a la entrada original - Licencia)
Aquí está el chulo y prepotente de Enrique en todo su esplendor. Se lo digo también en su blog, pero lo censurará con seguridad. Nuestro representante, insultando a quien simplemente argumenta. Qué asco de tío.
ResponderEliminarTe agradecería que publicaras el comentario aquí, en el caso de que te lo censure como sospechas, porque evidentemente me interesa tu argumentación.
ResponderEliminarUn saludo.
Pues... el comentario no puedo publicarlo aquí porque no me lo quedé, pero de todas formas en este caso concreto no hay mucho argumento que explicar, ¿no? Simplemente, el comentario de Enrique va contra sus propias reglas de comentarios, pero como es el dueño, puede hacerlo. ¿No es eso chulería y prepotencia?
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