La lucha por conseguir un buscador que entregue resultados relevantes y adecuados a lo que el usuario intenta encontrar en su búsqueda es compleja, y requiere de una gran dosis de investigación para obtener resultados cada vez más ajustados, más fiables, más próximos al ideal de relevancia que define el interés del usuario.
En dicha competencia, puedes obviamente basarte en lo que hacen terceros. Hace años, Google revolucionó la búsqueda adelantándose prácticamente una década a la explosión de los mecanismos sociales y convirtiendo su algoritmo en algo determinado fundamentalmente por lo que los usuarios hacían, por los vínculos que éstos disparaban desde sus páginas. La idea de que un vínculo, por contener la dirección de una página y un texto que la define, podía ser un elemento estructural básico en la arquitectura de la relevancia es sencillamente brillante, y vale en sí el imperio que Google ha sido capaz de construir a su alrededor. Un imperio sin duda impresionante, aunque adolezca de una carencia preocupante de diversificación en cuanto a fuentes de ingresos doce años después de tan genial idea. Pero resulta evidente que, a día de hoy, los principales buscadores han asumido esa innovación: todos “se parecen” a Google y utilizan, más o menos depurados, similares mecanismos.
Que en esa carrera de innovación “te pillen copiando” es algo decididamente malo. Es previsible que aquel al que le acusen de hacerlo se levante indignado y diga eso de “¿Copiando? ¿Yo?”, y niegue la mayor. Por eso, Google, antes de levantar la liebre, planteó un experimento, con todo el rigor que una empresa construida alrededor de la ingeniería como ingrediente fundamental es capaz de hacer. El experimento es claro: antes de lanzar la piedra, se pasaron más de medio año insertando resultados irregulares en el buscador, concretamente en los resultados a palabras mal escritas que aparecían de manera infrecuente. ¿Para qué? Simplemente para comprobar su hipótesis: que Microsoft, en su buscador Bing, estaba utilizando los resultados de Google para devolver esos mismos resultados. Es decir: que estaban copiando. Ya no copiando innovación o “inspirándose”, que sería algo incluso natural… no, algo mucho más grave: haciendo funcionar por detrás el propio buscador de la competencia para incorporar sus resultados. El tema, descrito hoy en el blog oficial de Google, no deja lugar a ninguna duda: Microsoft alimenta Bing con los resultados de búsqueda de Google. Dichos resultados, usados como trampa, eran asociaciones de búsqueda y resultado que solo existían en Google – y al ser acusado, niega la mayor.
El problema de copiar es que te pillen, y además, que te pillen de manera rigurosamente demostrable. Que no tengas posibilidad de negarlo. Que te pongan la cara colorada. Y eso es, ni más ni menos, lo que ha ocurrido aquí. Bing podrá ser un esfuerzo digno de Microsoft por convertirse en un jugador relevante en el campo de la búsqueda, y personalmente, creo que es muy bueno que así sea: cuanta más competencia, mejor para el usuario. Pero a día de hoy, copia a Google, y lo copia de manera indefendible. La investigación que necesitamos es la que mira menos a la mesa de al lado, y más a sus propios desarrollos, que es lo que hay que hacer y lo que el mercado termina por reconocerte. Lo demás son malas prácticas que deben ser erradicadas.
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Lo malo de decir idioteces es cuando te pillan.
ResponderEliminarEn cuanto Enrique sale de la Ley Sinde y se mete de nuevo en el mundo tecnológico, regresa el gran iletrado papagayo que se limita a repetir lo que lee por ahí sin el más mínimo sentido crítico, le vale con que concuerde con sus prejuicios, en este caso "MS es malo".
En fin, con leer el comentario #007 y siguientes de su entrada, y leer algún enlace de los que proporcionan, está todo dicho.
¡¡Cuánto te hemos echado de menos, campeón!!