19 marzo 2011

Abierto o cerrado: el dilema de los medios

El New York Times cambia su política de suscripciones, y pasa del sistema de registro gratuito que venía utilizando desde hace muchos años a otro que permite la lectura de veinte artículos al mes, a partir de los cuales exige la suscripción, de entre $15 y $35 en función del dispositivo utilizado. Además, permite la lectura totalmente libre a los suscriptores de la versión papel del periódico o del International Herald Tribune, a cualquiera que acceda desde sus aplicaciones en smartphones o tablets, y a quienes lo hagan desde buscadores y medios sociales como blogs, Facebook, Twitter, etc., en algunos casos con un límite determinado. Por último, tanto la portada del periódico como la portada de cada sección seguirán siendo de acceso libre.

El esquema utilizado revela claramente las duras tensiones existentes entre los modelos de apertura y cierre para periódicos en la red. El modelo es sencillamente ridículo: si eres suscriptor de la versión papel, si entras desde algunos dispositivos, si lees solo las portadas, si te portas bien o si te has cepillado los dientes, te dejamos entrar. Si no, copia el titular de la noticia que quieres leer, pégalo en tu buscador favorito, y podrás entrar igual. Realmente, si alguien llega a pagar por un esquema así es porque simplemente le sobra el dinero, porque el proceso alternativo no llega siquiera a poder calificarse como de incómodo. Por otro lado, la idea de tratar peor al consumidor mejor o más frecuente que al lector ocasional resulta, como mínimo, una extraña política.

Mantener una edición abierta implica vivir de la publicidad, de una publicidad que los medios online, en la mayoría de los casos, no saben hacer bien. Que venden mal, con escasos márgenes, con poca atención, con fuerzas de ventas que siguen haciendo énfasis en el papel, con falta de respeto a los usuarios mediante formatos intrusivos, y sin alcanzar la rentabilidad que mantenían históricamente. Cerrar su edición y prohibir el acceso implica dejar de indexar en los buscadores y renunciar tanto a una importante porción del tráfico, como a la consideración de ser relevante – lo que no está en los buscadores, no existe. Y ofrecer a los usuarios una experiencia de lectura de prensa que no pueden compartir, reenviar, vincular, comentar, etc. más que con un selecto y cerrado club de privilegiados, como pretende El Mundo con su Orbyt, resulta sencillamente poco atractivo (únicamente veintisiete mil suscriptores en un año, a pesar de un intensísimo lanzamiento y actividad promocional) salvo para el segmento de lectores más tradicionales, menos bidireccionales y con menos actividad en redes sociales: decididamente, un solapamiento poco adecuado. Publicar en El Mundo supone recibir comentarios, enlaces, feedback,  atención. Hacerlo en Orbyt supone el páramo sombrío.

Que la rentabilidad obtenida por las suscripciones en un medio cerrado llegue a compensar la pérdida de exposición del contenido a una base mayoritaria de lectores es algo sumamente difícil, de ahí que los medios opten o bien por cierres parciales hasta el límite del absurdo (como en el caso del NYT) o por ediciones paralelas a modo de club privado a modo de “experimento con gaseosa” con repercusión escasa (El Mundo). El cierre total pocas veces lo es, ni en el caso del histórico Wall Street Journal (para el que vale desde hace años el mismo truco de copiar el titular y pegar en el buscador de turno para poder acceder a la noticia completa).

La lectura de noticias es una actividad intrínsecamente social. El lector quiere comentar, enlazar, votar, reenviar, referenciar, twittear, etc., y hacerlo solo con los pocos que son suscriptores como él no tiene ningún sentido. Y sorprende la vocación por las cuotas de suscripción cuando la publicidad ha sido duramente maltratada, malvendida, rebajada hasta el absurdo y utilizada para maltratar al lector con formatos infumables. Es posible que los medios de información general (seguir llamando “periódico” a algo que es necesariamente continuo y sin periodicidad es un absurdo) puedan cobrar, pero deberán poner en la balanza servicios de valor añadido que vayan mucho más allá del simple acceso. Porque sin el acceso, sin la atención mayoritaria, no son nadie. O eres club privado, o eres medio masivo e influyente. Las dos cosas suponen un compromiso seguramente imposible.

(Enlace a la entrada original - Licencia)

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