Me llama profundamente la atención el fortísimo cambio de percepción que los excesos de la industria del entretenimiento están marcando en distintas personas, y por extensión, en una parte cada vez mayor de la sociedad en su conjunto. En muchos sentidos, la reciente pugna en torno a paquetes legislativos como SOPA, PIPA o ACTA y la subsiguiente reacción de la red podrían significar mucho más que un simple episodio.
Cuatro enlaces muy recientes ordenados cronológicamente que me han parecido fundamentales a la hora de entender este cambio de percepción, por parte de personas importantes en cuanto a su capacidad de influencia en diferentes ámbitos son los siguientes:
- Paul Graham, creador de la que seguramente es la incubadora más prestigiosa del mundo, Y Combinator, escribió una carta el pasado 21 de enero con el clarísimo e inequívoco título “Kill Hollywood“, en el que anunciaba su interés por contribuir a acelerar el declive y la muerte de la industria del entretenimiento tal y como la concebimos actualmente.
- Sir Tim Berners-Lee, creador de la World Wide Web, ponía las cosas en perspectiva el pasado 18 de abril en una entrevista que ya comentamos aquí, en la que dejaba meridianamente claro que el impacto económico de la red era muchísimo mayor que el de la industria del entretenimiento, y que comprometer el futuro de la primera en función de la segunda no tenía ningún tipo de lógica.
- Jimmy Wales, creador de Wikipedia, comentaba el pasado 23 de abril en Ginebra que Hollywood iba a morir, y que no sería la piratería la que acabase con ella, sino la pura y simple irrelevancia. Una irrelevancia derivada de la llegada de toda una generación de usuarios preparados para manejar herramientas colaborativas de producción sencillas, unidas al desarrollo de métodos de financiación colectivos alternativos como Kickstarter (el 10% de las películas presentadas en el último Sundance Festival habían sido financiadas en Kickstarter).
- Rick Falkvinge, fundador del Partido Pirata sueco, hablaba ayer en The Guardian en un vídeo de cuatro minutos y medio de la decisiva e importantísima encrucijada que supone el actual sistema de copyright, y de cómo las industrias basadas en el mismo deben ser sacrificadas por el bien de la sociedad y por el establecimiento de una red abierta, libre y democrática.
Tres enlaces de muy recomendable lectura. No son cuatro personas cualquiera, no son cuatro radicales ni cuatro indocumentados. No se trata de odiar a la industria, de despreciar el valor o los puestos de trabajo que genera, o de pretender arruinar a nadie. Nadie odia a los artistas ni a los creadores, más bien al contrario. Pero la industria que los rodea va a morir al tiempo que el proceso de creación se reinventa. Y que eso ocurra - y cuanto antes – va a ser muy, muy bueno. Para todos.
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