26 abril 2012

El misterio de los navegadores y las políticas de uso corporativas

Me ha llamado muchísimo la atención esta gráfica sobre uso de navegadores que pillé al vuelo en un tweet de Matt Cutts, y que refleja, de arriba a abajo, la evolución de la cuota de Explorer, Chrome, Firefox, Safari y Opera estimada por StatCounter, una de las fuentes más fiables para ver estadísticas de uso.

En particular, situación general de posiciones de popularidad aparte, lo que me ha resultado interesante es ver la coevolución entre Explorer y Chrome, esas dos curvas dentadas azul y verde que se ven en la parte superior de la gráfica: además de apreciarse claramente la trayectoria descendente de Explorer y la ascendente de Chrome en modo prácticamente espejo, se pueden apreciar claramente las series temporales derivadas de la periodicidad semanal, concretamente el efecto fin de semana. Efecto que, curiosamente, es complementario: mientras los usuarios de Explorer mantienen un elevado patrón de uso en días de semana, los de Chrome lo hacen exactamente al revés, elevan de forma notable su uso en los fines de semana.

¿Explicación? Parece clara y sencilla: durante la semana, la mayoría del uso es corporativo, y muchas empresas mantienen todavía Explorer como única posibilidad configurada para sus usuarios en sus políticas corporativas. Pero ¿qué hacen esos usuarios en cuanto llega el fin de semana y son libres para navegar desde sus casas utilizando el navegador que buenamente se quieran instalar? Directamente, se olvidan de Explorer, y se van a Chrome, marcando esos picos de fin de semana que se superponen de manera exacta a las caídas de uso de Explorer. Una prueba de hasta qué punto son todavía importantes para Microsoft las políticas corporativas que convierten a los usuarios en cautivos y que reflejan una reversión que se ha convertido en signo de nuestros tiempos: hace no tantos años, la empresa era ese entorno tecnológicamente avanzado que para muchos usuarios significaba el primer contacto con un ordenador y con un nivel de sofisticación elevado. Ahora, las empresas se han convertido en entornos atrasados, muchos usuarios tienen mejores ordenadores y programas en sus casas, debajo del brazo o en sus bolsillos que los que tienen en su mesa de trabajo en la empresa, y muchos sienten incluso que cuando entran a trabajar tienen que hacerse a sí mismos un downgrade a una versión anterior, una especie de “viaje al pasado” al que no suele acompañar ningún tipo de nostalgia positiva.

Pocas veces una serie temporal se puede interpretar de una manera tan clara y reveladora.



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