Este artículo de David Lowery en The Trichordist titulado “Meet the new boss, worse than the old boss?“ me ha parecido excepcional para intentar entender los modelos actuales para la música en la red y, sobre todo, las razones por las que los músicos expresan su preocupación: modelos incompletos, con rentabilidades escasa o nulas, en los que una serie de nuevos actores juegan papeles de intermediación de diversos tipos que, según este análisis, dejan muy escasas posibilidades a quien de verdad pretenda vivir de la creación. El artículo es muy largo y requiere una lectura reposada, pero si te interesa el tema de la música en la red, te lo recomiendo vivamente.
Aunque obviamente no estoy de acuerdo con muchas de las visiones que el artículo plantea, sí me ha parecido interesante reseñarlo: muestra cómo un músico – a quien, además, no podemos en absoluto achacar el ser precisamente un “inculto tecnológico” – analiza con cierta profundidad las opciones que ve en la red y concluye que “los nuevos jefes” (Apple, Google, Spotify, etc.) son aún peores que “los jefes anteriores” (las discográficas).
¿La respuesta? A mí me parece muy clara, y he intentado plasmarla en el título de la entrada. Ante un cambio en el escenario tecnológico, lo que no se puede hacer es esperar que, en virtud de algún tipo de “magia cósmica”, todos nuestros problemas se arreglen como si hubiésemos sido agraciados con un premio de la lotería. Internet no ha venido para arreglar los problemas de los artistas y creadores con sus discográficas, problemas que obviamente existían y eran, además, muchos y muy graves. Durante mucho tiempo, hemos vivido en un mundo en el que las discográficas controlaban la producción arrogándose toda capacidad de decisión sobre qué artistas eran producidos y cuáles no, además de la posibilidad, en la mayoría de los casos, de influenciar la manera en que producían su música, las instrumentaciones, las producciones o incluso el estilo con el que se peinaban o vestían. Además, controlaban en gran medida los gustos del público mediante canales de distribución sobre los que ejercían una importante influencia, mientras regulaban el volumen de apuesta que hacían por cada artista en virtud de criterios que nada tenían que ver con lo artístico, sino con lo meramente comercial. Si alguien de verdad pensó en algún momento que las discográficas tenían interés en la cultura, en los artistas o en su bienestar, que lo vuelva a pensar.
Ahora, por mucho que algunos no se quieran enterar, vivimos una época diferente. Diferente en todos los sentidos. Con nuevos actores, con estructuras de intermediación distintas, con una cadena de valor basada en etapas diferentes, con un reparto de márgenes completamente rediseñado. Pero esa etapa no ha venido específicamente a solucionar los problemas de la anterior, ni mucho menos puede hacerlo mientras las estructuras de la etapa anterior todavía parasitan las cadenas de valor con exigencias de rentabilidades injustificadas e injustificables. A ver, volvamos a la Biología: son los individuos los que se adaptan al ambiente, no al revés. El ambiente no cambia para adaptarse a ti. Ante un nuevo entorno, los músicos deben evolucionar para encontrar su sitio, no pueden esperar que todo el entorno gire a su alrededor para, en función de alguna extraña conjunción galáctica, solucionar todos sus problemas. Ante un entorno como la red, lleno de posibilidades y oportunidades, hay que reaccionar con proactividad. Como en todas las industrias que sufren el impacto de la disrupción, los que ya desarrollaban con mayor o menor éxito su actividad en la situación anterior son los los que peor lo pasan, porque sus intentos de adaptación se llevan a cabo mientras intentan aferrarse a la situación anterior. No hemos visto a ninguna discográfica grande – sí a algunas independientes – intentar reconvertirse: están demasiado ocupadas insultando a sus clientes, reclamando leyes más severas para perseguirlos, haciendo lobbying e intentando defender sus posiciones. El paso de un modelo de venta de copias en una economía de la escasez a uno completamente distinto caracterizado por la disponibilidad, la ubicuidad y la abundancia no es sencillo. Pero esos tres factores, nos pongamos como nos pongamos y cambiemos las leyes que cambiemos, van a seguir ahí. Son, simplemente, una característica del entorno.
La situación del artista en en actual entorno definido por la red no es sencilla. En realidad, la vida de los artistas pocas veces lo ha sido. Márgenes míseros, sacrificio de unos canales para promocionar otros, nuevos factores críticos, procesos de comunicación radicalmente diferentes… de acuerdo: no hay adaptación gratuita. Pero es lo que hay. Y lo que no veo es ninguna búsqueda de la inmolación del artista en algún tipo de altar dedicado a los dioses de la tecnología. Muy posiblemente, la nueva generación de creadores nacidos ya en un entorno en el que la red es una realidad innegable que lo rodea todo tenderán a tener una actitud más positiva. El viejo jefe que menciona el artículo de Lowery, fuese malo o malísimo, ha muerto. Aún camina por ahí como un zombie persistente y todavía puede llegar a cobrarse algunas víctimas con sus desesperados mordiscos, pero ha muerto. ¿El nuevo jefe, si es que efectivamente lo hay? No saldrá gratis, y exigirá muchos cambios y adaptaciones de todo tipo. Para vivir en la red – y vas a vivir en la red lo quieras o no – hay que aprender sus reglas. Nos queda mucho por ver…
(Enlace a la entrada original - Licencia)
Como suele decir el tontorrón este, impresionante.
ResponderEliminarSe pasa media vida contándonos las innumerables ventajas para los artistas de la caída de las discográficas y los lobbies de la industria, de las virtudes de la intermediación y la democratización de los canales de distribución y rajando contra cualquier cosa que oliera a vinilo proclamando la venida de la era de Internet en la música y esperándola como agua de mayo, y sosteniendo que los artistas deberían aplaudir todo esto porque serían los principales beneficiados del "todo va a cambiar" y ahora...y ahora, pues bueno, resulta que como muchos llevábamos diciendo todo ese tiempo la cosa no tenía la pinta de ser tan buena como nos la pintaban los guruses, es más, tenía más bien la pinta de ser un timo. ¿Y ahora que nos dice el Señor Donen Rike? Pues evidentemente, todo menos reconocer el error, como siempre. Se nos despacha con un "esto es lo que hay" y punto.
Impresionante, Señor Dans, impresionante.