06 abril 2012

La industria de los contenidos y la economía de la escasez

The Pirate Bay lanzó hace algunas semanas una iniciativa, The Promo Bay, que ofrece su portada a artistas que quieran promocionarse, con la posibilidad de subir una imagen y de escoger hasta tres países desde los que quieren que sea vista: en el escaso tiempo transcurrido, más de cinco mil artistas independientes han solicitado acceder a ser promocionados de esa manera.

Un artista independiente británico, George Barnett, habla de la eficiencia de The Pirate Bay como canal de promoción: cuatro mil Likes en Facebook y ochenta y cinco mil visualizaciones de su vídeo. El caso de Tomás Vergara, director de cine, es todavía más claro: doscientas cincuenta mil visualizaciones de su cortometraje, “The Chase“, en tan solo tres días (por cierto, vale la pena verlo). Pasar del anonimato total a la consideración de un buen número de seguidores. Sin una industria intermediándolo. A eso es a lo que la industria teme de verdad: no a la “piratería”, sino a la desintermediación. A los artistas que comienzan a ignorar sus leoninos contratos y a optar por métodos de llegada directa al público. Temen que algunos de estos artistas empiecen a romper la arquitectura de exclusividad de la que las compañías discográficas disfrutaban, y empiecen a traspasar barreras, incluso hasta llegar a sonar en esas radios comerciales, en esa radiofórmula que con tanto celo controlaban. Temen el vídeo de Megaupload y la perspectiva de un MegaBox, temen la irrupción de competidores en la atención de un público hasta ahora cautivo: Kim Dotcom será lo que sea, pero sabía perfectamente hacia dónde iba. Y la industria también lo sabía.

El verdadero problema de los creadores no es la “piratería”. Es la oscuridad. El problema no son los fans que se descargan tus creaciones, sino una industria que exige su derecho a promocionar a quien la industria quiere, como la industria quiere, en los términos que la industria quiere. O mejor dicho, exige. El verdadero problema no somos los usuarios, es la industria. Esa es la gran verdad que la industria no quiere que se vea: que la red supone un acercamiento, muchas veces un contacto directo entre creadores y consumidores, y que los intermediarios que antes se dedicaban a salvar las distancias entre ambos ya no son necesarios. Detrás de la persecución a usuarios y páginas web, detrás de leyes Sinde-Wert, SOPAs y PIPAs, detrás de las demandas a quienes sugerimos la existencia de prácticas monopolísticas no hay nada más que el miedo a perder el control con el que durante muchos años han dominado todo el panorama. Un control que llevaba a que solo se escuchase lo que ellos querían, a través de canales completamente manipulados, con listas hechas por ellos mismos, con contenidos reiterados hasta la saciedad. En un mundo dominado por la escasez, la llave estaba en su poder.

A eso es a lo que de verdad temen: no a la “piratería”, sino a un nuevo escenario en el que los canales de producción, distribución y promoción ya no están bajo su exclusivo control.



(Enlace a la entrada original - Licencia)

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