La operación de adquisición de Instagram por parte de Facebook me pilló subido a un avión en vuelo largo: al bajar tenía varias llamadas preguntándome mi opinión, pero ya llegaba tarde. Así que, como no había escrito nada sobre el tema y me parece interesante, aproveché para hacer un pequeño análisis para la columna de Expansión, que titulé “La cámara de mil millones de dólares” (pdf).
Fundamentalmente intento explicar las diferencias entre aquella burbuja de los ’90 que tantos evocan cada vez que hay una adquisición en el entorno de la red como si se les hubiese rayado el disco, y lo razonable de pagar el doble de la cantidad por la que una empresa acaba de ser valorada por otros inversores si con ello adquieres un fenómeno social, una actividad pujante que ha conseguido redefinir la forma en la que la gente se aproxima a la fotografía, un equipo con talento, y unas buenas posibilidades de aportar sinergias y modelos de negocio válidos a algo que previamente no lo tenía. Obviamente, como en todo, habrá que esperar la evolución, el tratamiento del “síndrome post-adquisición”, que el equipo no desaparezca y que no se traicione la confianza de los que ahora más que usuarios eran fans, pero mi opinión general de la operación es esencialmente positiva.
A continuación, el texto completo de la columna, enriquecida con algunos de los vínculos que más me interesaron y que utilicé para documentarla:
La cámara de mil millones de dólares
Que una empresa como Facebook, a punto de salir a bolsa con una valoración de alrededor de los cien mil millones de dólares, adquiera otra compañía por mil millones es, sin lugar a dudas, un anuncio importante.
Si añadimos que la compañía adquirida son doce empleados, no tiene ingresos de ningún tipo ni hasta ahora plan alguno de tenerlos, y acababa de ser valorada por otros inversores en la mitad de ese valor, ya lleva a que muchos recuperen el grito de “¡burbuja!” que tenían guardado desde finales de los noventa – y que, en realidad, han venido gritando en cada adquisición realizada desde entonces. Que Facebook, contrariamente a lo que ocurría en los noventa, sea una empresa rentable, con ingresos documentados y un elevadísimo potencial no es algo que parezca ser tenido en cuenta.
¿Que es Instagram? Una aplicación para convertir los smartphones - hasta hace poco únicamente el iPhone, desde hace una semana también los Android – en una cámara sofisticada y social. La aplicación superpone a la cámara un conjunto de filtros preconfigurados que hacen que, en pocos clics, nuestras fotos adquieran un aspecto superlativo, como hechas por un fotógrafo profesional. Instagram explota la vanidad del usuario: con ella, vemos nuestras fotos preciosas, nos sentimos unos fotógrafos impresonantes – aunque en realidad esté prácticamente al alcance de cualquiera – y nos morimos de ganas por compartirlas.
Instagram es la cámara de nuestros días. Ha redefinido el concepto y ha seducido a más de treinta y cinco millones de usuarios intensamente fieles, que adoran la aplicación y suben a ella más de cinco millones de fotografías cada día. Para Facebook, es comprar actividad, obtener una propuesta de valor sólida para el importantísimo campo de la internet móvil, aspirar a hacerla crecer aún más y a dotarla de ingresos, y oficializar la llegada de la llamada “app economy“. Quédese con el concepto: se hartará de escucharlo.
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.