03 septiembre 2013

Microsoft, Nokia y el rapto de Europa

El rapto de Europa - RubensLa adquisición de la división de dispositivos y servicios de Nokia por Microsoft, anunciada sorpresivamente hoy, supone la ejecución de una estrategia largamente planeada que se inició con la llegada de Stephen Elop a la gestión del gigante finlandés y que se salda con su vuelta a Microsoft convertido de facto en uno de los candidatos mejor situados para suceder a Steve Ballmer.

En el camino, el expolio de una empresa que una vez fue el orgullo de la tecnología europea, la empresa con mayor capitalización del continente: Elop llegó a la gestión con la acción en torno a 11 y la llevó hasta los 4, en un proceso de destrucción de valor que se diría claramente enfocado a obtener el mejor precio para Microsoft. En 2007, la cuota de mercado de Nokia en el entonces incipiente mercado smartphone era del 49,4%: a finales del pasado año era del 4,3%.

Para la empresa que era el mayor fabricante de teléfonos móviles del mundo, abandonar todos sus desarrollos e I+D propio y embarcarse en una alianza tecnológica con aquella Microsoft de la que provenía el CEO que precisamente tomaba la decisión supuso una apuesta muy complicada: haber apostado por Android podría haber supuesto una marcha similar a la sostenida por Samsung, hoy líder de mercado. Con su decisión de febrero de 2011, Elop evitaba la adición de un fabricante importantísimo a las filas de Android, apostaba por el incipiente producto de su ex-empresa, y preparaba su camino de vuelta al organigrama de Redmond al máximo nivel. La idea de que Stephen Elop ha sido básicamente un topo enviado por Microsoft para hacerse con Nokia, insinuada ya por muchos en 2011 cuando se anunció aquella alianza, toma ahora más cuerpo que nunca: incluso tras haber firmado la alianza con Nokia, el apoyo de Microsoft nunca fue visto como pleno desde dentro de la compañía, que por momentos se quejó de que Microsoft estaba dedicando más presupuesto publicitario a modelos fabricados por empresas como HTC o  Huawei que a los de la propia Nokia.

La operación de $7.2oo millones permite a Microsoft hacerse con la parte más significativa de Nokia a un precio prácticamente de desguace: paga $5.000 millones por la división, y $2.180 millones por un acuerdo de diez larguísimos años por los derechos de uso de las tecnologías y patentes que deja en lo que queda de la compañía; los equipos de red, el portfolio de patentes (8.500 patentes de diseño y 32.000 de utilidad y aplicaciones) y la división de geolocalización Nokia Here. Como en el caso de la adquisición de Skype, por la que Microsoft pagó $8.500 millones en mayo de 2011, el pago se lleva a cabo con la caja generada por las operaciones de Microsoft fuera de los Estados Unidos, un dinero que habría estado sujeto a impuestos en caso de haber sido repatriado.

Microsoft incorpora 32.000 empleados de Nokia, de los cuales 18.300 están directamente implicados en fabricación y 4.700 están en Finlandia. En la Nokia que queda al margen de la operación, pero a cuyos desarrollos tendrá acceso Microsoft durante los próximos diez años, permanecen unos 56.000 empleados. Con la adquisición, Microsoft se consolida en el negocio del hardware, siguiendo los pasos de las empresas con las que pretende competir: Apple y Samsung, que provienen históricamente del mismo, y Google, que adquirió Motorola Mobility en agosto de 2011 por $12.500.

Microsoft continuará licenciando Windows Phone a otros proveedores como HTC, Samsung o Huawei, con los que intentará mantener una relación similar a la que Google tiene con el resto de su ecosistema tras la adquisición de Motorola, pero pasará a obtener algo más de $40 por dispositivo en los que venda a través de Nokia frente a los menos de $10 que obtenía antes de la adquisición. Para Microsoft, el acuerdo es sin duda ventajoso: envía a un directivo a Nokia, destruye valor en la compañía, y la adquiere posteriormente a precio de derribo mientras mantiene sus capacidades de fabricación y obtiene acceso a sus patentes. Para los accionistas de Nokia, la trampa es temporal: el acuerdo les permite obtener un precio razonable por sus acciones al precio que tienen ahora, pero obvia el precio que podrían haber llegado a tener en el caso de haber sido otro directivo diferente a Stephen Elop con otras decisiones que para muchos habrían sonado más lógicas… eso, claro, queda en el terreno de la economía-ficción.

La parte más emblemática e importante de la empresa tecnológica europea por excelencia pasa a manos norteamericanas, tras una operación cuestionable desde muchos puntos de vista, pero sin duda ventajosa. Los negocios son negocios, no tienen banderas… ¿o sí?








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