11 enero 2009

Habemus GATTACA

Provocativo artículo de Steven Pinker, profesor de Psicología en Harvard, en la revista del New York Times: enMy genome, my self, un artículo largo de 8 páginas, Pinker especula con algo que ya tenemos prácticamente aquí, la disponibilidad de pruebas de análisis genético a un precio razonable como para que sean utilizados de forma generalizada: la era de los consumer genetics. Empresas como 23andMe y proyectos como Personal Genome Project acercan cada vez más ese momento: la primera vez que escribí sobre 23andMe, el test diagnóstico costaba $999, ahora cuesta menos de la mitad, $399, y parece disponerse a cumplir la ley inexorable de las economías de escala y conocimiento aplicadas a la tecnología, hasta el momento en que una prueba genética sea, como en la película de Andrew Niccol (ver trailer) cosa de conseguir un pelo de una persona y encargarlo en un momentito por poco dinero.

Pero la disponibilidad de este tipo de datos va mucho más allá de las implicaciones que puede llegar a tener como material de investigación: abarcan todo, desde cuestiones vinculadas a nuestra mente, hasta otras relacionadas con lo social y lo profesional: ¿cómo sostener un mundo en el que una aseguradora puede escoger aquellas personas con menor riesgo de enfermedades de tratamiento complicado, o graduar sus pólizas en función de dicha información? ¿En el que una persona puede “presumir” de tener o no tener tal o cuál gen responsable de un efecto bueno o malo? ¿O ser considerado de manera más ventajosa para cualquier cosa, en la esfera personal, social o profesional, por algo establecido en su predeterminación genética? ¿Es suficiente con dictar leyes que prohiban dicha discriminación? La información que potencialmente puede obtenerse de un análisis genético abarca todo tipo de cuestiones, y en muchos casos con un nivel de certeza importante: en el caso de algunas enfermedades, como la Corea de Huntington, se sabe perfectamente que una persona con el correspondiente gen afectado que viva lo suficiente, la contraerá. En otros casos, el efecto del ambiente es mayor, pero puede permitir indicar predisposiciones con un nivel sumamente acertado.

Por el momento, mientras algunas personas prefieren simplemente no saber, otras encuentran completamente irresistible la idea de conocer hasta los más íntimos secretos: la vía hacia convertir la información genética en un producto de consumo ya se ha iniciado. Habemus GATTACA, y como tantas otras cosas, no es ni bueno ni malo, simplemente es. Empecemos a pensar en las implicaciones, y veremos cómo lo llevamos.

(Enlace a la entrada original - Licencia)

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