21 enero 2009

La vida secreta de las redes sociales

friendsterorkutMichael Arrington dedica una nota en TechCrunch, Friendster: Asia’s social network a las últimas estadísticas de ComScore publicadas acerca de Friendster, la primera de todas las redes sociales entendidas como tales, fundada por Jonathan Abrams en 2002. Y lo que llama la atención a Michael es un tema que llevo tiempo comentando en mis clases, y es el hecho de que, a día de hoy, una red como Friendster, fundada por un americano “as American as apple pie” como Abrams, en los Estados Unidos, que recibió todo el hype y la atención de los medios de comunicación más prestigiosos de ese país, que atrajo a más de tres millones de usuarios en sus primeros meses de vida y que incluso llegó a recibir una oferta de adquisición de Google en 2003 por treinta millones de dólares, que rechazó, sea hoy en día una red importante de más de noventa millones de usuarios registrados, pero con la vasta mayoría de éstos radicada… en el Sudeste asiático.

Efectivamente, Friendster es la red social de referencia en países como Indonesia, Malasia y otros de la zona, algo aparentemente contraintuitivo considerando su origen y evolución inicial. Sin duda, algo no buscado originalmente. Puestos a buscar comparables, el más evidente lo encontramos en Orkut, la red social intracreada en Google por el turco Orkut Büyükkökten, que tras un arranque en su primer año con claro dominio de usuarios norteamericanos y servidores localizados en California, se convirtió en todo un fenómeno sociológico en Brasil: los usuarios brasileños adoptaron Orkut con tanta fuerza y viralidad, que de hecho lo “tomaron por asalto”. El contenido en portugués empezó a proliferar más que el contenido en inglés y en otros idiomas, hasta el punto de terminar convirtiéndose en la red de referencia en Brasil, tener en el país más del 50% de sus usuarios activos, y acabar dando lugar a la decisión de Google de mover los servidores de Orkut a este país.

La idea de que las redes sociales tienen “vida propia” resulta muy proocativa: después de todo, el creador de la red hace poco más que desarrollar el campo de juego e influir, si se quiere, en la captación de los “primeros pobladores”, pero a partir de ahí, el nivel de control parece más bien escaso. La posibilidad de intentar impedir o manejar fenómenos sujetos a procesos de viralidad fuertes, o a la difusión imperfecta y sesgada típica de la comunicación entre personas parece bastante compleja en un mundo globalizado a golpe de clic. Pero la cara de haba que se les tuvo que quedar a Abrams o a Büyükkökten al ver que su red se poblaba de personas que hablaban un idioma que ellos no podían ni entender y que, progresivamente, la convertían en una casa en la que ellos se encontraban más cómodos que los propios fundadores tuvo que ser verdaderamente de antología. Y lógicamente, me pregunto hasta qué punto es posible extrapolar el fenómeno a empresas distintas de las redes sociales: cómo de posible es, al llevarnos progresivamente mercados a Internet, encontrarse de repente con fenómenos de este tipo que “distorsionen” la composición habitual de la base de clientes de una compañía. De hecho, detrás de algunos fenomenos en empresas con las que trabajo empiezo a intuír algunas cuestiones de ese tipo…

(Enlace a la entrada original - Licencia)

1 comentario:

  1. Jo! Ni "intracrear" ni "contraintuitivo" me aparecen en el diccionario. Se ve que es más fácil fusilar un término inglés y que suene "hype" y "buzz" que darle sentido. Esta debe ser la lección número 1 en el Guru Master!

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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.