22 mayo 2012

Facebook y el mercado: esto es lo que hay

En el gráfico, la evolución del valor de Facebook tras dos días en el NASDAQ, después de perder el sostén que le proporcionaban los bancos de inversión implicados en la colocación. Si el primer día sirvió para ajustar el valor desde la ilusoria salida a $42 hasta el precio de salida de $38, el segundo ha traído consigo el descenso hasta los $33, más de un 11% por debajo de su precio original, y algunas perspectivas apuntan a una estabilización hacia el final de la semana entre los $20 y los $30. En este momento, la compañía ya ha perdido más de catorce mil millones de dólares sobre su valoración original, y Mark Zuckerberg personalmente, más de dos mil millones.

La gran pregunta es hasta qué punto esta pérdida es estructural o conyuntural. El mundo de las redes sociales está acostumbrado a ver operaciones en las que la volatilidad lleva a empresas que fueron adquiridas por cientos de millones a valer pocas decenas en muy pocos años, o a ver cómo redes que se las prometían felices en un mercado global se ven restringidas a unas pocas regiones por los caprichos de la naturaleza humana. Pero el caso de Facebook va un poco más allá: con más de novecientos millones de usuarios activos, la realidad es que escasamente es capaz de generar en torno a cinco dólares por cada uno. En su momento, Rupert Murdoch pagó unos $30 por usuario de MySpace. Tres años después, AOL valoró Bebo a $22 por usuario, mientras Microsoft pagaba alrededor de $300 por usuario de la Facebook del 2007 en una operación obviamente no comparable con las anteriores. Que la Facebook de hoy extraiga un valor de tan solo $5 por usuario implica que, como empresa dedicada únicamente a la publicidad, está enormemente sobrevalorada. Y más si los anunciantes empiezan a retirarse porque afirman que dicha publicidad no convierte, y que únicamente sirve para crear y alimentar un canal de interacción con sus usuarios (algo que puede ser mucho más de lo que parece, pero no con los criterios de valoración habituales).

En esta situación, algunos empiezan a plantearse “la falacia Facebook“, y a plantear una auténtica crisis sistémica de toda la publicidad online. Que la publicidad online no esta siendo lo que debería ser resulta evidente. Los precios ridículos en un canal obviamente superior no vienen por casualidad, sino por la evidencia de una eficiencia escasa. Algo se está haciendo mal cuando un canal inherentemente más rico que el tradicional, con infinitamente mayores capacidades de respuesta, de interacción y de medición, no es capaz de sostener una actividad económica más allá de lo que está mostrando. El caso de Facebook, como el de otras redes sociales anteriores, parece claro: sus novecientos millones de usuarios no entran a comprar nada ni a ver publicidad, entran a hacer otras cosas. Como mucho, encuentran canales de interacción con las marcas y participan en limitadísimos diálogos con ellas, pero de ahí no pasan. Si buscas conversión, encuentras un desierto.

De una simple salida a bolsa – simple no, el récord absoluto en volumen de contratación en la historia del NASDAQ – pasamos a una auténtica crisis de fe en todo el sistema. Desde mi punto de vista, una crisis evidente y más que necesaria. La publicidad online, en no demasiado tiempo, no la va a reconocer ni la madre que la parió.



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