¿Qué pensarías de una persona que se crease cientos de cuentas de Twitter para mantener animadas conversaciones entre ellas? Indudablemente, pensarías que tiene algún tipo de síndrome esquizofrénico, un trastorno patológico de personalidad múltiple. ¿Y de un directivo de una empresa que ordenase la creación de múltiples cuentas para darle la razón y jalearle en sus decisiones? El calificativo en este caso, además de manipulador, sería el de megalómano, y si la compañía estuviese cotizada en los mercados financieros, sería además un delito grave en cualquier país con una legislación de protección al inversor mínimamente seria.
¿Qué pasa cuando comportamientos calificables en determinados contextos como esquizofrénicos, megalómanos, manipuladores o directamente delictivos aparecen en un político, en un presidente o en todo un gobierno? Cuando algo así ocurre, los ciudadanos de ese país tienen un problema serio. Muy serio. ¿Cuál es la distancia conceptual entre manipular creando cientos de cuentas de Twitter falsas y manipular, por ejemplo, a la prensa? O, ya puestos, ¿manipular los resultados de unas elecciones? Una vez que empiezas a manipular y a mentir, a montar premeditadas y orquestadas pantomimas a los ciudadanos a los que supuestamente tenías que representar, lo siguiente es que pases a pensar que todo te está permitido, que estás en el poder por algún tipo de mandato divino, o que es dios o alguno de sus profetas el que te ilumina desde las alturas. Simplemente, has perdido el concepto del bien y el mal, de lo correcto y lo incorrecto, de lo legítimo y lo ilegítimo. El populismo es uno de los peores cánceres de la democracia precisamente por ese tipo de cosas.
La manipulación viene en múltiples sabores: puedes contratar un ejército de tuiteadores, puedes pedir a tus militantes que te cedan sus cuentas para controlarlas coordinadamente, o puedes poner a tus militantes o a personas contratadas para que tuiteen todos a la vez a una hora determinada un hashtag preacordado. Todo eso es manipulación, es pantomima, es falsedad. En el momento en que sientes que tienes que adoptar estrategias que serían indudablemente clasificadas de esquizofrénicas, megalómanas, manipuladoras o directamente delictivas para manejar un asunto político, significa que tienes detrás de ti un problema muy, muy serio. Y sin duda, significa que debes dejar la política, antes de que te saquen de ella con toda la razón del mundo. Los políticos son teóricamente los representantes de los ciudadanos, no los encargados de mentirles y manipularlos mediante burdas escenografías, por muy “dospuntocero” que sean. Incluso en la más complicada de las crisis, la respuesta de un gobierno decente debería ser clara, única, confiable y legítima, no un falso corifeo de cientos de voces inventadas.
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.