Son muchos. Son muy poderosos. Quieren detenerlo todo, parar el progreso, que nada se mueva. Odian todo lo que amenace su forma tradicional de vida, lo que proponga nuevas maneras de hacer las cosas, lo que pueda suponer cambios en un status quo que tenían más que dominado, al igual que los señores feudales en plena Edad Media. Están dispuestos a cualquier cosa: a pasar por encima de libertades fundamentales, a violar derechos humanos como la libertad de expresión o la privacidad, esgrimiendo que se hace para defender el orden establecido, para evitar el caos, para protegernos de los terroristas, para proteger a los menores, cuando en realidad todos sabemos que únicamente se hace para proteger sus negocios, para poder perpetuarse en su forma de vida, en sus modelos de negocio caducos e insostenibles. Son seres abyectos para quienes el fin justifica claramente cualquier medio, sea lo que sea, aunque viole las más profundas raíces y convicciones democráticas que en su momento aceptamos como la menos mala de las maneras de vivir en sociedad.
Vivimos el más fuerte ataque de los neo-luditas desde que Internet empezó a adquirir identidad como revolución. Políticos ignorantes e interesados, guiados por talibanes de la propiedad intelectual y por histéricos paramilitares del control y la seguridad recorren el mundo cual si hordas de bárbaros se tratasen, quemando fábricas, destrozando tecnologías, restringiendo el uso normal de los aparatos electrónicos o imponiendo injustos tributos. Para ellos, todo está permitido, incluso ir frontalmente en contra de quienes supuestamente los pusieron en sus cargos mediante unos votos que cada vez cuentan menos. Saben que tienen una sola oportunidad: todavía controlan los grandes medios de comunicación social, pero una nueva fuerza, la de millones de usuarios con herramientas de publicación sencillas, atenta contra ese poder. Hay que silenciarlos como sea, detener esa peligrosa neutralidad de la red que les ha traído hasta aquí, antes de que se hagan más fuertes. Hay que conseguir que la libertad que hoy se disfruta en Internet se convierta en una ilusión o en un paréntesis, en una excepción en la historia moderna. Y para ello, todo vale: estropeemos los aparatos privándolos de sus funciones, obliguemos a todos a instalarse software espía, patrullemos la red para que unos bits circulen más despacio que otros, impongamos cánones sin sentido, cambiemos el funcionamiento de la red para privilegiar nuestros contenidos frente a los de ellos, hagamos que tengan que identificarse y declarar sus intenciones antes de escribir en la red, desconectémolos de la red tras tres avisos, eliminemos la libertad de expresión, convenzámoslos de que las cosas más sencillas, habituales y aceptadas son delitos execrables, intoxiquémoslos culturalmente… Tomada en conjunto, lo que tenemos encima es una auténtica cruzada liberticida, lo viejo atacando a lo nuevo, con unas proporciones que resultan casi imposible de imaginar. Nada, ni la propiedad intelectual, ni la lucha antiterrorista, ni la protección de los menores, ni el derecho al honor, ni los derechos de los creadores, ni nada de nada, por execrable que parezca, justifica la barbaridad que estamos viviendo ni los excesos liberticidas que se nos están viniendo encima. Sólo son, por terribles que parezcan, meras excusas, medios para conseguir un fin.
¿Es imparable? ¿Habían ganado incluso antes de empezar? ¿Son ellos una generación perdida de nostálgicos reaccionarios del pasado cuyas tumbas acabaremos pisoteando con inmenso alivio para asegurarnos de que están bien muertos? ¿O somos nosotros un grupo de ilusos que creyeron durante unos pocos años que la libertad era posible, y terminaron convirtiéndose en un simple oasis momentáneo de esperanza, en una simple panda de románticos subversivos trasnochados?
(Enlace a la entrada original - Licencia)
0 comentarios:
Publicar un comentario
ATENCIÓN: Google ha metido en Blogger un sistema antispam automático que clasifica como spam casi lo que le da la gana y que no se puede desactivar.
Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.