Me encuentro en el ABC un artículo de Javier Cremades, titulado “El reto de Google“, en el que denuncia la actitud del buscador con respecto al contenido de terceros y lo define, en cita textual, como “un claro caso de aprovechamiento del esfuerzo ajeno”. La actitud de Javier Cremades ante Google la conozco desde hace ya mucho tiempo, y la defino como de querer revolver el río para provocar así la ganancia del pescador; en este caso, la del propio Javier Cremades. Hace tiempo que el propio Javier me consultó con respecto a una posible demanda a Google en este sentido, consulta a la que respondí que no tenía ni pies ni cabeza, y que era conceptualmente errónea. Cuando más adelante me preguntó si estaría dispuesto a acudir a un juicio como perito, le respondí que sí, pero que en caso de ir, defendería las tesis de la parte contraria, lo cual seguramente no era lo que él estaba buscando. Y finalmente, cuando hablando con uno de los grupos editoriales con los que tengo contacto habitual, salió en la conversación la posible demanda de la Asociación de Diarios Españoles, AEDE, contra Google News, la respuesta fue inequívoca: “esa demanda no nos interesa, al único que le interesaba era al abogado que pretendía llevarla”. Ahora, tras ver casos como el de Viacom en Estados Unidos o el de Telecinco en España, Javier Cremades vuelve a intentar revolver el río, a ver si con ello consigue aprovecharse de sus artes como pescador.
Teje Javier Cremades su razonamiento con una serie de importantes e interesados agujeros conceptuales: pretende que en todo momento veamos a Google como un proveedor de contenidos, cuando la rigurosa verdad es que Google no lo es, o lo es sólo en casos excepcionales. Lo que hace Google es, como reza su misión corporativa, “organizar información proveniente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal”: Google indexa la información, y permite que, ante la enorme profusión de la misma, los usuarios puedan encontrarla mediante criterios de relevancia. Parece ser que además, hace esto mejor que ningún otro, lo que propicia que hoy hablemos en la red de un A.G. y un D.G., un antes y después de Google. Antes de Google había otros buscadores, pero ya casi ni los recordamos: eran mucho más lentos, tenían páginas más incómodas y recargadas, y sobre todo, devolvían resultados mucho menos relevantes. Google cambió todo esto, y los usuarios acudieron en legión. Si mañana alguien inventa una manera mejor para ser más relevante, o los usuarios simplemente quieren irse a otro sitio porque no se encuentran cómodos en Google, pueden hacerlo. La salida está a solo un clic de distancia.
Omite interesadamente Javier Cremades que el que la información de una página aparezca indexada en las búsquedas de Google es algo completamente voluntario. Un simple comando “DISALLOW” en el fichero ROBOTS.TXT provoca automáticamente que la arañita del buscador deje de indexar tu página, sin que tengas ni siquiera que pedírselo. Si quieres tener una página que no aparezca en Google, es tan sencillo como eso. Si quieres quedarte fuera, si te parece que Google se aprovecha de tu trabajo, dale a la araña con la puerta en las narices. Así de sencillo. En el caso de Google News, la pertenencia al servicio como proveedor de información es asimismo completamente voluntaria. ¿Por qué, entonces, no se dan de baja aquellos que piensan que Google se aprovecha de su trabajo? Porque simplemente, no es así. Google no reproduce más que un pequeño extracto de la información (utilizando el derecho de cita, pero permitiendo al medio, repetimos, excluirse si no desea ser citado), la indexa adecuadamente, y devuelve, en intercambio, en el caso de España, nada menos que entre un 40% y un 60% de las visitas que una página media recibe. Si te quieres salir del sistema, hazlo… perderás entre un 40% y un 60% de tu tráfico, pero allá tú, de suicidas está el mundo lleno. En el fondo, Google es como un autobús: recorre la web, se llena de interesados en tu contenido, se para en tu puerta y los deja salir. ¿Intentarías cobrarle una comisión al conductor del autobús por permitirle detenerse ante tu puerta? No, todo lo contrario, a no ser que estés tan imbuido de soberbia que te creas el centro del mundo. Ah, pero es que durante el viaje, el conductor del autobús añade su publicidad, con criterios de utilidad para el viajero, y así, con ese sistema tan sencillo consistente en generar atención, segmentarla adecuadamente y revenderla a los anunciantes, ha conseguido convertirse en una de las empresas más valoradas del mundo. Ahora, entonces, vienen algunos y pretenden llevarse una parte de lo que Google genera: como ellos no lo supieron ni lo saben hacer, pretenden aprovecharse de lo que Google sí sabe hacer, y pretenden llevarse una comisión a cambio de “dejarse indexar”. ¿Quién decíamos que pretendía aprovecharse del trabajo ajeno? Es curioso, ¿no?: en unos pocos párrafos, ya le hemos dado completamente la vuelta al débil argumento de Javier Cremades en su artículo de ABC. Y es que la hipotética demanda por la que Javier Cremades suspira, como diría Groucho Marx, no tiene nada que ver con ser prostituta o dejar de serlo, sino únicamente con discutir el precio.
Pero llevemos el tema un poco más allá: si no quieres Google, eres libre de prescindir de sus servicios. En ese caso, perderías mucho de tu tráfico y, posiblemente más importante, gran cantidad de tu influencia: desaparecerías de la vista de millones de usuarios de Internet. Tu medio caería en la zona que nadie ve del “quiosco digital”. Que le pregunten a El País como le fue en la temporada en la que torpemente decidió cerrar su web: el peor resultado no fue el hecho de montar un negocio ruinoso, sino el de desaparecer de Google. El periódico perdió gran parte de su valor como referencia en la prensa digital española, algo que aún hoy en día lucha por recuperar. Únicamente en el caso de que todos los periódicos consiguieran ponerse de acuerdo para autoexcluirse voluntariamente de Google, podría éste tener un problema: sus resultados correrían el riesgo de dejar de ser relevantes para el usuario, y éste podría pensar en irse a otro buscador que le entregase resultados “completos”, periódicos incluídos. Sin embargo, la posibilidad de que esto ocurra es remota: ni los mismos periódicos se ponen de acuerdo, ni tienen posiciones homogéneas, y menos aún si introducimos en la ecuación a otros medios como los gratuitos, los portales, o los blogs y nanomedios. En resumen: la protesta de Javier Cremades, como le dije a él mismo en su momento en persona, no tiene ni pies ni cabeza, no se sostiene, y sólo beneficiaría, en caso de producirse, al que siempre cobra, en dinero y en atención, sea cual sea el resultado de la misma: al abogado.
DISCLAIMERS: Pertenezco al Consejo Asesor de Cremades & Calvo Sotelo, un consejo en el que, como el propio Javier me dijo en su momento, no tengo obligación alguna de defender las mismas posiciones que el despacho, y en el que parte de mi valor está representado por la capacidad de aportar opiniones que en muchos casos son diferentes o disonantes con respecto a las sostenidas por otros miembros. La posición como miembro del Consejo Asesor no es remunerada. Con Google, aparte de haber dado clase a varios de sus empleados en diversas partes del mundo, de tener muy buenos amigos entre sus cuadros directivos, y de haber tenido un cierto papel en sugerir la concesión del MBA Honoris Causa por el Instituto de Empresa a sus fundadores, Larry Page y Sergey Brin, en Septiembre de 2003, no me une relación alguna.
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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