Es una de mis revistas favoritas de toda la vida, una de las que más cito habitualmente, de esas que durante varios años entraban puntualmente todas las semanas por debajo de mi puerta: sus artículos suelen ser rigurosos, completos, documentados, con un buen nivel de análisis, ideales para una primera toma de contacto bien informada.
Ochenta años de historia y de muy buen trabajo periodístico, vendidos a Bloomberg por un precio ridículo que se estima entre los dos y los cinco millones de dólares en metálico más la asunción de deudas actuales y potenciales en función de las posibles resoluciones de contratos. Las proyecciones para este año para el BusinessWeek apuntaban a una facturación de ciento treinta millones, y pérdidas por encima de los cuarenta. Está siendo, sin duda, una década dura: en el año 2000, algunos analistas llegaron a estimar el valor de la revista, que sostenía entonces beneficios operativos anuales de más de cien millones, en unos mil millones de dólares.
La caída de los ingresos derivada de la crisis y, sobre todo, el cambio del modelo publicitario, han terminado por asfixiar a una de las mejores revistas económicas de todos los tiempos. La revista no desaparecerá bajo la propiedad de Bloomberg y hasta podría ser que volviese a vivir momentos interesantes, pero su venta hoy a precio de saldo nos permite valorar el nivel de dificultades por el que está pasando la industria del periodismo: como ocurre en otras industrias, reinventarse resulta casi imposible para quien exige condiciones similares a las que tenía antes de que el cambio tuviese lugar. Para Bloomberg, que obtiene la mayoría de sus ingresos de la venta de servicios de datos financieros pero que no tiene una marca especialmente conocida para el gran público, la cabecera puede tener un gran interés, y más a ese precio. Por el momento, todo indica que cambiará su nombre seguramente a Bloomberg BusinessWeek, elevará el precio de su suscripción, incrementará la cantidad y calidad del contenido editorial y combinará la presencia online con la de Bloomberg.
Vivimos el momento más duro: la crisis del modelo de publicidad convencional es tan evidente, que los anunciantes ya ni se plantean seguir pagando lo que antes pagaban en función de la eficiencia que pueden obtener. Ante una crisis, se recorta tanto, que lo que queda ya no es capaz de sostener prácticamente nada de lo que había. Pero el nuevo modelo, el que redefine la manera de hacer publicidad, no funciona todavía ni está al alcance de cualquiera. En estas condiciones, los únicos capaces de sobrevivir no son precisamente los más grandes ni los más prestigiosos, sino los más flexibles y adaptables al cambio. Y serán esos, los que tienen capacidad de investigar y flexibilidad para hacerlo, los que redefinan la publicidad, la combinen con el periodismo, y se conviertan en sucesores de las cabeceras de toda la vida. Para McGraw&Hill, propietarios hasta hoy de BusinessWeek, el momento llega demasiado tarde.
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(...) sus artículos suelen ser rigurosos, completos, documentados, con un buen nivel de análisis, ideales para una primera toma de contacto bien informada.
ResponderEliminarHay que joderse que en todos estos años no se le haya pegado nada...
Yo a veces tengo la duda de si Dans es que no puede o es que no quiere o es que no le interesa hacer entradas de un minimo rigor. Yo simplemente creo que barre para casa, para sus intereses. Si eso implica decir gilipolleces como castillos (es decir, la mayoria de las veces) el los dice sin ningun problema.
ResponderEliminarMi opinión es que Dans tiene una visión muy infantil de lo que es "la investigación", se limita a repetir las cosas que oye que le llaman la atención.
ResponderEliminarNo tengo ni idea de si es capaz o no de ir un poquito más allá en algún tema, pero probablemente lleve muchos años sin intentarlo, por lo que su capacidad investigadora está completamente atrofiada y ya da igual si en teoría podría o no: de facto no puede por pura costumbre. Es su manera de trabajar y no va a cambiarla.
Lo que no se le puede negar es su capacidad retórica: es capaz de engatusar a miles de tecnoiletrados escribiendo post tipo algodones de azúcar: enormes y de aspecto muy apetitoso, pero en cuanto los muerdes te das cuenta de que no son nada.