24 mayo 2010

El final de Lost y la globalización del contenido

Puedes leer tranquilamente: esta entrada no contiene spoilers. De hecho, no he visto el final de Lost, ni seguí la serie más allá de su primera temporada, de manera que malamente iba a poder revelar algo inadecuado.

Pero lo que sí tengo claro a estas alturas es que el episodio final de Lost es la prueba clara de una globalización de los contenidos que llevaba mucho tiempo fraguándose: la anunciada muerte de las ventanas de explotación basadas en el ámbito geográfico es ya un hecho. A día de hoy, plantear un estreno de una película o serie difiriendo los mercados en función de criterios geográficos es una receta segura para el desastre: cuando el contenido llega a los mercados secundarios unos días después, ya ha estado extraoficialmente a disposición de los usuarios desde el día que se estrenó en el mercado principal (y eso no es un problema achacable a la mal llamada “piratería”, sino una característica intrínseca del mercado derivada de la globalización y la tecnología) y sometida a un fuerte incentivo para su consumo, con lo que ello conlleva de posible pérdida de ingresos en el período crítico de medición.

El consumo por vías irregulares puede, sin duda, tener una influencia positiva en la recaudación (como demuestra el hecho de que las películas, en plena “era del contenido ilimitado”, no recaudan menos, sino más), pero sin duda, los primeros días tras el estreno resultan cruciales en el rendimiento económico, sobre todo teniendo en cuenta que los mecanismos de medición no se han adaptado aún a esa realidad. Los usuarios que descargan una película o serie pasan automáticamente a formar parte del fenómeno que rodea a la misma, y acaban redundando en una mayor recaudación, como lo demuestra cada semana la evidente correlación entre los contenidos más descargados en redes P2P y los datos del Box Office publicados oficialmente. Lo mejor que le puede ocurrir al productor de un contenido es que éste llegue a ser líder en la lista de descargas.

Hubo una época, cuando el mundo no estaba conectado, en que un productor podía crear una serie, programarla entera en un mercado, y posteriormente, con los datos de audiencia en la mano, ofrecerla a otros mercados. No, claramente, el mundo ya no es así. El último episodio de Lost representa claramente el intento de una industria por adaptarse a este mundo de contenidos globalizados, en el que se sabía positivamente que el contenido estaría inmediatamente a disposición de los fans de la serie de todo el mundo, de manera inmediata tras su emisión para el mercado norteamericano. No existe ninguna posibilidad, repetimos, NINGUNA, sea tecnológica, social o legal, de impedir algo así. Pero la cosa va todavía más allá: ante un contenido de este tipo, una serie de culto con un elevado componente de intriga, los espectadores fieles de la serie se encuentran con un problema adicional; los denominados spoilers. Para un fan de Lost, no ver el episodio final supone prácticamente tener que renunciar a la navegación por la web hasta el momento en que pueda finalmente verla, porque invariablemente, en caso de aventurarse en la web, se encontraría comentarios que le arruinarían la intriga y la experiencia. Un seguidor de una serie que sea mínimamente activo en la web y que vea que el episodio culminante de ésta es emitido en otro país, ya prácticamente no tiene la opción de esperarse a que éste sea programado en el suyo, sino que se ve prácticamente abocado a la descarga de dicho contenido para evitar que se lo arruinen: un clic inoportuno, una entrada de blog, un twitt… cualquier actividad en la web puede traer consigo la posibilidad del odiado spoiler.

El contenido ya no solo es global porque sus usuarios así lo quieran o porque la tecnología así lo permita, ¡es global porque no le queda más remedio que serlo!

(Enlace a la entrada original - Licencia)

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