El Kindle de Amazon lleva en el mercado ya más de dos años y medio, y disponible en España unos ocho meses. Ocho meses de uso intenso, de llevarme encima de manera casi permanente una estantería completa llena de libros, de usarlo para llevar mis documentos de trabajo, de tomar incansablemente notas y seleccionar párrafos para su uso posterior.
Y aún así, a pesar de no ser para nada un novato en el tema, la sensación de manejar un libro desde múltiples dispositivos con todas sus anotaciones, marcas y abriéndose por la página en la que lo dejaste sigue siendo algo futurista, como de ciencia ficción. En este momento, además de mi Kindle, tengo instalado el software del lector en mi portátil y en mi BlackBerry (eso de que solo funciona desde los Estados Unidos es mentira :-) Cada vez que tengo un rato para leer o que necesito alguna frase de las que he señalado o recuerdo en alguno de los últimos libros que he leído, abro la aplicación en el Kindle, en el portátil o en el BlackBerry, y me encuentro con el libro donde lo dejé en cualquier otro de los dispositivos, en la misma página y con todas sus notas, es como una epifanía. Es cuando te das cuenta de que la idea de vincular un libro a un legajo de papeles cosidos y encuadernados es algo completamente del pasado, de persistencia a lo sumo nostálgica o generacional, sin punto de comparación con las posibilidades que ofrece un libro a día de hoy.
Podemos argumentar lo que queramos: el agradable y familiar tacto y olor del papel, la no necesidad de baterías, el romanticismo, el simbolismo… da igual: Whispersync es Whispersync, y por ahí va el futuro. Los libros están hechos para vivir en la nube, para no cargar con ellos, para acceder a ellos desde cualquier lugar o dispositivo, para sincronizar tus notas con tu espacio de trabajo y para, sencillamente, trascender la frontera de lo físico. Cuando abres el mismo libro y lo lees en tu Kindle, en tu ordenador y en tu BlackBerry en un corto espacio de tiempo y te das cuenta de que todo está ahí, que todo funciona y que no has perdido nada (o al menos, de que te fías de que Amazon no vuelva a hacer que pierdas nada, como de hecho prometió), es cuando ves que Jeff Bezos, con el lanzamiento del Kindle, tenía en la cabeza mucho más que vender Kindles. Veía un cambio total en la forma en la que entendemos y nos aproximamos al libro como vehículo de transmisión cultural, un cambio que aísla al libro de su naturaleza física y se lo lleva a la nube, que pasa a ser su espacio natural. Un cambio en el que la llegada del iPad no es amenaza sino oportunidad, y un escenario en el que el hecho de ser la mayor librería del mundo alcanza todo un nuevo significado. Tener un libro significa tener acceso al mismo, estés donde estés, con el dispositivo que tengas más a mano o se adecue mejor al uso que le quieras dar en el momento. Solo cuando has vivido esa sensación de total desvinculación del soporte físico es cuando puedes de verdad empezar a pensar en las consecuencias para el mundo editorial.
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.