23 mayo 2010

Una sociedad panóptica

En la ilustración de la izquierda, el panóptico, un diseño para un centro penitenciario ideado por el filósofo inglés Jeremy Bentham en 1791, en torno a la idea de permitir que un solo vigilante pudiese observar a todos los presos, sin que éstos tuviesen manera de saber si estaban siendo vigilados o no.

Cada día más, nos aproximamos a una sociedad panóptica. Nuestras cuentas son contrastadas por una entidad, el Ministerio de Hacienda, que nos transmite la sensación de que todo lo ve: nos envía nuestra declaración ya preparada y nos comunica presuntas irregularidades desde una posición de supremacía absoluta, de quien no tiene que hacerse responsable de sus errores pero juzga con despiadada rectitud los de los demás. Circulamos por carreteras en las que en cualquier momento podemos estar siendo vigilados: puede dispararse un flash, y automáticamente ponerte en la situación de discutir en completa desigualdad de condiciones el hecho de que circulases a una velocidad o no. Paseamos por calles trufadas de cámaras tras las que, en cualquier momento, puede haber un ojo detrás… o no haberlo. Navegamos por redes en las que sabemos que determinados actores tienen la potestad de acudir a nuestros proveedores de servicio y a los sitios web que visitamos para exigir información de todos nuestros actos, supuestamente privados.

Cada día más, vivimos en una sociedad panóptica, en la que un solo vigilante, el Estado, puede observar a todos los presos – perdón… “ciudadanos” – sin que éstos tengan manera de saber si están siendo vigilados o no. En muchos casos, la cuestión es todavía más grave: el Estado, retorciendo el mecanismo adecuado, tiene la potestad de sancionar de manera más estricta, incluso llegando a lo poco razonable o a lo directamente injusto, y obtener gracias a ello el incentivo de una mayor recaudación. El coste de la vida en sociedad se incrementa peligrosamente: no solo tienes que pasar por unas prácticas de supervisión determinadas que nunca fueron consensuadas, sino que además debes aceptar que quien las ejerce posea un incentivo para excederse en su función. Y mientras esto ocurre, quienes ejercen la función pública campan prácticamente a sus anchas, sometidos únicamente a una vigilancia voluntarista, en la mayor parte de los casos, mediatizada, cuando no directamente comprada, domesticada, atemperada con subvenciones y prebendas pagadas con el mismo dinero público.

En una dictadura, el Estado utiliza la tecnología y todos los medios a su alcance para vigilar y mantener controlados a los ciudadanos. En una democracia, deberían ser los ciudadanos los que utilizan la tecnología para vigilar de manera constante y efectiva el desempeño del Estado. ¿A qué se parece más y qué tendencia sigue la sociedad en la que vives?

(Enlace a la entrada original - Licencia)

2 comentarios:

  1. Jajajajaja, peazo multa que le han tenido que poner a este por correr demasiado con su Audi XDDD

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  2. Puede ser que esta entrada que parece muy original Dans la haya copiado de una del Blog de Nacho Escolar del año 2007.

    Y que comienza así:

    El ojo que todo lo ve

    ¨La cárcel perfecta es aquella donde el menor número de guardianes puede controlar al mayor número de reclusos. La cárcel perfecta es esa donde el prisionero no sólo cumple su condena sino que rehabilita su comportamiento. La cárcel perfecta es el Panóptico, de Jeremy Bentham. En 1791, este filósofo inglés diseñó una prisión muy distinta a los siniestros calabozos o torreones de la época. El Panóptico era un edificio circular con una torre central de vigilancia¨

    http://www.escolar.net/MT/archives/2007/10/el-ojo-que-todo-lo-ve.html

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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.