La lectura de los documentos sobre propiedad intelectual y España revelados por El País es una de actividad francamente recomendable para un político de bien. Particularmente, si ha estado siguiendo minimamente los avatares que han rodeado al intento de cambio legislativo tendente al endurecimiento de todo aquello relacionado con las descargas a traves de Internet, una actividad desarrollada de manera habitual por millones de ciudadanos en todo el mundo y que en nuestro país, como bien podemos leer en esta Circular de la Fiscalía General del Estado, no son delito cuando no conllevan ánimo de lucro directo.
Si nuestro querido amigo político no ha ido siguiendo este tema, varios cientos de miles de ciudadanos sí lo hemos hecho. Lo hemos hecho con estupor, al ver cómo la música, contrariamente a lo que decían los agoreros, no solo no se moría, sino que parecía más viva y con mejor salud que nunca. Cómo los mayores taquillazos de la industria del cine se daban ahora, y no hace diez años cuando estas tecnologías no existían. Cómo aquellos que sabían adaptarse al nuevo entorno seguían ganando dinero, mientras únicamente determinados intermediarios y fósiles de la industria reclamaban histéricos que todo siguiera igual, a modo de demanda contra natura, de imposible parálisis del tiempo.
Lo hemos seguido además preocupados, al ver el cariz liberticida que estaba tomando el tema. Al ver como multiples fuerzas, incluidas aquellas que rara vez se alinean entre sí, iban cambiando sus opiniones como si fueran fichas de un dominó, para acabar dando origen a una ley absurda, peligrosa, a la consagración de una auténtica “justicia paralela” que amenazaba con retirar a los jueces la potestad para tomar decisiones sobre los casos relacionados con propiedad intelectual y entregársela a un siniestro organismo administrativo dependiente del propio Ministerio de Cultura, convertido además en “Ministerio de la Industria Cultural”. El porqué España tenía dos ministerios de Industria, uno para la industria en general y otro para la industria cultural, era algo que permanecía en el misterio. Por qué España, cuya cultura podría claramente beneficiarse de una gestión de la propiedad intelectual innovadora y avanzada, optaba por querer parecerse a una realidad como la norteamericana, completa y radicalmente diferente en sus circunstancias e intereses, era algo que no cabía en el sentido común. Si todos los jueces, uno detrás de otro, estaban de acuerdo, ¿por qué cambiar de jueces, si lo que decían éstos tenía todo el sentido?
Finalmente, el misterio se ha revelado: TODO ERA MENTIRA. MENTIRA y GORDA. En realidad, como se desprende claramente de las comunicaciones filtradas por WikiLeaks, todo era parte de un plan maestro en el que España y sus políticos eran meros peones al servicio de una industria, de una serie de empresas norteamericanas. Comprobar hasta qué punto esas industrias, a través de la Embajada, han estado manipulando y amenazando a nuestros políticos es sencillamente sobrecogedor. Ver frases que evidencian ataques a quienes opinan diferente, intentos por cambiar la interpretación que se hace de las leyes locales y pactos internacionales por ser contraria a sus intereses, presiones y amenazas hace que a cualquiera le entre complejo de república bananera. como la famosa Lista 301, cuya falsedad y uso torticero queda patente, es utilizada como arma para obtener cambios y torcer voluntades es algo que te hace pensar.
La famosa Ley Sinde era, en realidad, made in USA. Los misteriosos cambios de opinión que pudimos los que, aquellos días de diciembre y enero, tuvimos la oportunidad de reunirnos con diversas fuerzas políticas para explicar nuestra actitud coinciden perfectamente con las presiones ejercidas por la embajada norteamericana, con las fechas de los distintos documentos filtrados, a cada cual más vergonzoso. Es momento de plantearse la responsabilidad de los intermediarios de la industria norteamericana en España, de esos que han estado encargando y dirigiendo informes en los que se calumniaba la imagen de España, haciéndola parecer “el paraíso de las descargas” cuando, en realidad, lo que descarga un español no difiere de lo que descarga un inglés, un francés o un norteamericano. Mentiras destinadas a forzar una acción que les permitiese obtener una legislación más acorde con sus intereses, que les permitiese seguir exprimiendo un mercado inexistente, que murió cuando la red sustituyó al plástico. Mentiras gordas que, además, hemos podido comprobar que venían de una injerencia extranjera, de una presión desarrollada en la oscuridad, de las auténticas cloacas de la política. Todo está muy claro. Hemos sido burdamente manipulados. Y ya no tienen argumentos.
Se acerca el momento de votar la Ley de Economía Sostenible. Sobre ella, hagan lo que políticamente crean que deban hacer. Pero fuercen la retirada de ese “pegote”, de esa Disposición Final que nada pinta ahí y que llegó además de tan mala manera, de forma turbia, por manejos e intrigas palaciegas teledirigidas desde la embajada. Muchos miles de ciudadanos vamos a estar mirando, vigilando atentamente. Y no nos vamos a callar.
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