Mis deseos para el año 2011, o al menos los que puedo contar, están relacionados con uno de los asuntos que muy a mi pesar han dominado mi actividad durante el 2010: la política.
La política. Esa política que tan mal nombre tiene en nuestro país: dentro de poco, si seguimos a este ritmo, ya no se hablará de la italianización de la política como sinónimo de escándalos y corrupción, sino de su españolización. Esa política separada de la ciudadanía, constituída en casta, casi en deshonra… “Se metió en política”, dicen, como si eso debiese ser inmediatamente sinónimo de enriquecimiento irregular, de prebendas increíbles o de “no valía para otra cosa”.
Mi deseo para el 2011 es que, aunque sea lentamente, empecemos como país una transición hacia otro tipo de política. Durante 2010 he tenido ocasión de conocer a muchos políticos, de esos que generalmente solo ves en asomándose a los telediarios (o últimamente, al “Sálvame”, como siniestro indicador de lo que decíamos en el párrafo anterior). Me gustaría ver un movimiento hacia una política diferente, más transparente, radicalmente transparente. Me gustaría ver una política que se apoya en la tecnología para estar cerca del ciudadano, para escuchar y entender a aquellos a los que se supone representan. Partidos políticos con otra estructura, no basados en la más ferviente meritocracia y el escalafón, en el permanecer, medrar e ir subiendo en la estructura, en el apparatchik, sin hacer ruido. Partidos que no se financian mediante estructuras oscuras y donaciones a cambio de accesos privilegiados al poder, en el “hoy te doy, mañana ya te pediré”. Durante este año 2010 he podido ver un acceso de los lobbies a los políticos tan, tan, escandalosamente directo y sin ambages, que cualquiera al que se le cuente debería inmediatamente sentirse tan escandalizado como para echarse a la calle a protestar.
Es normal que haya lobbies. Es propio de la naturaleza humana acercarse al poder y pretender influir en él para el propio beneficio. Lo que no es normal, ni natural, ni serio, ni decente es hacerlo en la oscuridad, amparado por favores basados en intercambios económicos, dejando que sean los poderes económicos quienes realmente gobiernan una democracia convertida en pantomima. No, los ciudadanos no votamos para eso. Eso define una realidad indecente, inútil y, sobre todo, estúpida. Una realidad distópica. Una situación a la que jamás debimos llegar. Si los pequeños episodios de ciberactivismo vividos a finales del 2009 y 2010 han servido al menos para que algún partido se replantee determinadas cosas, se dé cuenta de que no se puede legislar ni actuar de espaldas a la ciudadanía, habremos conseguido algo muy grande. Aunque lo quiera aprovechar por puro rédito electoral: las motivaciones últimas, a estas alturas, me dan exactamente igual. Con que el proceso de cambio se inicie, aunque sea persiguiendo intereses bastardos, tenemos suficiente.
Mi deseo para el 2011 es que al menos un partido representativo, aunque solo sea uno, abrace una nueva manera de hacer política. Me da exactamente igual cual sea, porque no soy de ningún partido, a día de hoy no comulgo con ninguno. Solo quiero que sirva para iniciar un cambio. Que se reforme internamente lo suficiente como para que determinados políticos, que me consta que existen, rompan la baraja de lo establecido y empiecen a actuar de otra manera. Una de mis mayores frustraciones de este año que termina es haber conocido políticos honestos, trabajadores y sinceros, y no poder contárselo a nadie, porque cuando se lo cuentas te intentan automáticamente convencer de que no es así, de que no puede ser así. Me llega con que sea un partido el que lo haga, porque estoy completamente convencido de que el primer partido mínimamente relevante que inicie estas prácticas obtendrá eso que en empresa llamamos “la ventaja del pionero“, que servirá para otorgarle grandes réditos electorales y que provocará un efecto de imitación, un círculo virtuoso que alcanzará a sus oponentes en el espectro político. Un efecto del que, sin duda, nos beneficiaremos todos, incluida la economía. Eso, un mercado sin falsedades, irregularidades y prebendas, sí es de verdad susceptible de construir una verdadera economía sostenible.
Mi otro deseo para el año 2011 es complementario con el anterior. De hecho, es la segunda parte del mismo: no, no todos nuestros males son culpa de los políticos. La mitad de ellos vienen precisamente de la otra parte, no de los gobernantes, sino de los gobernados. De la ciudadanía. De una ciudadanía desinteresada, inerme, a la que solo mueven los éxitos deportivos, el ocio y la prensa del corazón. Una ciudadanía dormida, que presencia el activismo como si fuera una película, que pone mala cara ante la significación, ante la reivindicación. De tanto hablar mal de la política, hemos llegado a querer permanecer completamente al margen de ella, a que nos la den servida, a la política de la salchicha: nos las comemos, pero preferimos que no nos cuenten cómo están hechas. Hemos abandonado nuestras responsabilidades en manos de una casta a la que despreciamos, pero que nos negamos a controlar. Y si alguien protesta, lo miramos mal, nos molestan sus reivindicaciones, porque interrumpen nuestra rutina, nos impiden circular o nos monopolizan el panorama. La caterva de imbéciles votando “cansina” en el Menéame, sin pensar que a lo mejor, es que el tema se repite más que el ajo porque es de verdad relevante, porque es algo que exige algo más que apretar un botoncito con aire displicente. El “dame pan y circo”, y gobierna tú, que a mí me da la risa. Para esa ciudadanía española que únicamente protesta cuando cierran las páginas de descargas, sin pararse a pensar en lo que de verdad encierra el tema, en las importantísimas implicaciones que hay detrás del hecho para las libertades, para el futuro. ¿Pensar? Deja, deja… es demasiado cansado.
Sí, como todas las listas de deseos, son ingenuas. No es algo que se pueda hacer en un año, y muchos simplemente se refugiarán en el “no se puede hacer” para ni tan siquiera intentarlo. Pero al menos, lo escribo y me desahogo un poco, ya sabes: “you may say I’m a dreamer, but I’m not the only one”. Para todos aquellos que hayan sentido cuando menos un pequeño guiño de complicidad, un “a mí también me gustaría”… mis mejores deseos para el año 2011.
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